miércoles, 19 de octubre de 2011

Sueño de Amor - Capitulo XI

Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer
Capitulo XI.
                                                                                                  Hermanas.
......

De alguna forma sabía que no era correcto, que mi hermana lo tuviera en tan alta estima, en especial cuando me había decepcionado varias veces ¿Qué hay si la decepcionaba a ella?

Existían varias razones para enfocar mi mente en otros asuntos, cosas realmente importantes. Lamentablemente no podía pensar en ninguna justo en ese momento…

Tres semanas pasaron lentamente. Edward no volvió a buscarme, parecía ni siquiera querer mirarme, la decepción fue transformándose lentamente en angustia. Llegué a pensar que había sido culpa mía, que mi actitud había sido exagerada. En algún enfermo lugar de mi mente comencé a justificarlo.

Me vi a mi misma dudando cerca de él, dubitativa, decidiendo si debía o no hablarle. Disculparme. En especial cuando nuestros ojos se encontraban y él era el primero en desviar la mirada frunciendo el seño.


Iba distraída pensando en eso cuando llegué a casa, por eso no me percate del murmullo en la sala de estar hasta ver a esos desconocidos hablando con Earl. Mi primer impulso fue poner a Jessica detrás de mí incluso antes de notar que no era la clase de compañía que se esperaría de mi tutor.

Eran tres hombres y una mujer. Todos vestían muy elegantes.


—Aquí están —Dijo Earl con el seño fruncido. Jessica tomó mi mano cuando la mujer fijó la mirada en ella, parecía examinarla minuciosamente.

—Hola, Jessica —Saludó la mujer seria pero amablemente.

Fruncí el seño con sospecha ante aquel saludo tan familiar.

—Buenas tardes —Susurró mi hermana pegándose a mí espalda.

Una sonrisa ligeramente dulce asomó en los labios de la mujer— Mi nombre es Leah —Se presentó tomando la iniciativa— El es mi abogado, Frederick  Bishop  —Señaló a uno de los hombres de pie detrás del sofá donde ella estaba sentada. Alto, cabello canoso, delgado, de ojos oscuros y expresión neutral. — Y ellos son unos señores muy amables que me ayudaron a encontrarte— Apuntó refiriéndose a los otros dos hombres.

—No le hablé a mi hermana como si fuera idiota, señora, sabe que son policías  —Intervine molesta por ser ignorada—  Isabella Swan, hermana mayor sobre protectora, muy poco amable. —Me presenté levantando ligeramente la barbilla.



La cara de los visitantes por mi grosería no me sorprendió, lo que me hizo desviar la mirada de la mujer fue la risa de Earl— Esa es mi muchacha —Se jactó con orgullo— Ve señorita Clearwather que tío Earl ha hecho un buen trabajo con las niñas de Sue.

—¿Qué tiene que ver ella con mamá? —Pregunté sin poder evitar alzar un poco la voz.

Con una sonrisa llena de burla Earl me miró con una mueca pensativa— Ella es otra de mis sobrinas, la hija mayor de Sue.

Sentí que el piso dejó de estar ahí en cuanto comprendí sus palabras, era imposible.

—Mentiroso —Mascullé entre dientes llena de rabia— Eres un maldito mentiroso.


—¡Cuida esa boca cuando me hablas a mí, niña! —Me advirtió quitando cualquier atisbo de humor de su rostro y tono.

—Calmémonos por favor— Habló el señor Bishop con voz severa— Creo, señorita Clearwather, que debería hablar con la niña a solas.


—Quisiera hablar con Isabella primero, si es posible —Pidió mirando a mi tutor.

Earl se encogió de hombros— Si la araña será problema suyo.

—¿Me acompañas a la cocina?

Sentí la manito de Jessica apretar la mía. Miré hacía abajo para encontrarme con sus ojos, estaba asustada y confundida.

—No me dejes sola —Murmuró bajito, sólo para que yo la oyera.

Le sonreí cariñosamente y acaricié su mejilla con mi mano libre— Nunca te voy a dejar sola.

Ella suspiró y me soltó— Ahora tú me tratas como si fuera una niña tonta, sabes que me refiero a ahora.

—Sólo será un momento —Me excusé, Jessica asintió y fue a sentarse al último peldaño de la escalera mientras yo caminaba hacía la cocina.

Supe que la mujer me siguió cuando oí la puerta abrirse y cerrarse, me apoyé en la encimera y me crucé de brazos. Leah se quedó de pie junto a la mesa y apoyó ambas manos en el respaldo de una silla.

Ella era exactamente como recordaba a mamá. Pero su cabello era más oscuros, negro, más liso. Me sentí terriblemente celosa en ese mismo momento, también era muy parecida a Jessica. Estaba mordiéndose el interior de la boca, igual como lo hacía Jessica cuando estaba nerviosa.

—Te quiere mucho —comenzó ella, supuse que refiriéndose a Jessica.

Simplemente asentí.

Ella suspiró.

—Tampoco ha sido fácil para mí, créeme  —Continuó, y yo no respondí absolutamente nada, ella pareció entender que quería que hablara de una vez. — Nací  aquí, mis padres se llamaban Sue y Harry Clearwather. Mi papá murió cuando tenía ocho años —Miró un momento la puerta meditabunda— Igual que Jessica ahora, recuerdo lo confundida que estaba, lo asustada…

—Ve al grano… Por favor —Pedí tratando de no sonar agresiva.

—Cuando cumplí dieciséis dejé a mamá  —Prosiguió mirando sus manos está vez— Ella comenzó a verse con un hombre del pueblo y eso no me gustó para nada, ella era mi mamá, la esposa de mi papá, y no podía ser de nadie más.

Carraspeó y tragó saliva antes de continuar— Estaba celosa de Charlie, especialmente estaba celosa porque había otra niña que la llamaba mamá, tú.

—Era mi madre, ¿Cómo querías que la llamara? —Pregunté sin comprender.

—Sí, quizá la sentiste como tu madre, pero entiéndeme, estaba muy afectada por la muerte de mi padre, era una adolescente confundida.

 —¿Sentirla como mi madre? —Interrumpí— ¿De qué estás hablando?

Levantó la mirada y la clavó en mí. No habían celos en esa  mirada, ni rencor, había sorpresa genuina.

—¿No lo sabes? —Preguntó irguiéndose completamente sorprendida.

—¿Saber qué? Puedes ser clara de una vez, sólo estás persiguiéndote la cola y confundiéndome. —Exigí hablando muy rápido, cansada de esa extraña conversación.

—Sue no era tu madre —Respondió de un solo golpe aún pareciendo sorprendida— Tenías tres años cuando te conoció.

—Mentira —Murmuré automáticamente.

Leah murmuró algunas cosas que no oí mientras la habitación daba vueltas

—Estás mintiendo, Sue es mi mamá, lo sé, ella… yo… Jessica. —Mis brazos cayeron a mis costados y cualquier pensamiento sobre mí o mi ascendencia se desvaneció— Vienes a llevártela.

—Cálmate, tienes una cara fatal, siéntate un momento —Habló mientras rodeaba la mesa para llegar a mí, trató de tocarme pero me moví lejos de ella.

—No puedes llevártela, no tienes derecho —Comencé sintiendo la angustia subir por mi garganta.

—Es lo mejor para Jessica —confirmó tomando mis brazos finalmente, un sollozo lleno de desesperación se escapó de mí mientras negaba frenéticamente con la cabeza.

—No puedes quitármela, es mía, mi hermanita —Las lágrimas me nublaron la vista por completo a pesar de que caían como vertientes de dolor, seguían agolpándose en mis cuencas.

—¡Isabella, reacciona! —Exigió sacudiéndome, enfoqué mis ojos en ella que me miraba con una mueca de profunda seriedad— Conozco a Earl desde mucho antes que tú, sé la clase de bestia que es, sabes igual que yo que es lo mejor para ella.

—Yo la he cuidado todos estos años, yo he sido su madre, su padre, su hermana, su mejor amiga… —Continué fuera de control soltándome de su agarre.

—Y yo no pretendo quitarte tu lugar —Aseguró— Traté de conseguir la custodia de las dos, te lo juro, pero no hay ningún parentesco que nos una, Charlie y Sue ni siquiera estaban casados legalmente.

—No puedes llevártela, no puedes alejarla de mí…

—No la estoy alejando de ti —Su voz fue firme pero comprensiva— La estoy alejando de él. Has podido cuidarla lo sé y no sabes como me alegra pero que tal si un día no lo consigues ¿Podrías vivir con eso? ¿Podrías perdonarte el haberle causado ese daño pudiéndolo evitar?

Un mar de emociones me arrollo, y en un rincón pude distinguir un ligero sentir de alivio. Ella tenía razón. Me dejé vencer por las lágrimas y el dolor.

—No es justo —Mi voz a penas se oyó por la angustia y la desolación traducida en llanto.

Leah envolvió mi cuerpo con sus brazos y me apretó con fuerza, pensé por un momento que estaba abrazándome para consolarme, pero cuando ambas caímos al piso me di cuenta que me estaba desplomando y ella trató de sostenerme.

La puerta de la cocina se abrió: Una inquieta y ansiosa Jessica entró a toda prisa.

Sus ojitos se llenaron de preocupación y corrió hasta llegar a mí, se tiró de rodillas al suelo y me envolvió con sus brazos quedando prácticamente sobre mí, escondió su cabeza en mi cuello e inmediatamente sus sollozos se hicieron ensordecedores.

—Jess… —La voz susurrante de Leah apenas se escuchó, sin embargo mi hermana levantó la cabeza de golpe, sin dejar de abrazarme.

—¡No me digas así!—Exigió con los dientes apretados— ¡Nadie me dice así, nadie, sólo Bella! ¡Mi hermana! —su voz había subido varios tonos al punto de estar gritando— ¡Earl me dijo lo que quieres, pero no me voy a ir contigo, eres mala!

Me parecía tener la garganta anudada por completo, lo único que conseguí fue pronunciar el nombre de mi hermana de manera penosa.

—¡No, no llores, no me voy a ir! —Volvió a esconder su cabeza en mi cuello— ¡No te voy a dejar nunca! ¡Nunca!



Esa noche dormimos juntas. Yo sabía que sería la última, y al parecer mi hermana también porque no se durmió en ningún momento, aferrándose a mí, como si fuese a desaparecer.

Al día siguiente Leah habló con ella a solas, no sé que le dijo, ninguna de las dos me lo contó, pero Jessica salió con la expresión de una niña que ha dejado de serlo para siempre, como si en esa habitación se hubiese despedido de los últimos ápices de colores.

Caminó directamente hacía mí y envolvió mi cintura con sus brazos— Serás siempre mi sol, Bella.

Volví a llorar sabiendo que ya estaba hecho. Se la llevó en ese mismo momento, al día siguiente irían a las escuela por los papeles de Jessica y de ahí directamente al aeropuerto. Earl había accedido a cooperar para agilizar los trámites con una condición.

Yo no podía saber donde irían.

Jessica lloró y dio dos patadas al piso antes de respirar y calmarse para mirarlo llena de odio— Eres un desgraciado hijo de puta que se va a quemar en el infierno.

Supe en ese momento que ella debía alejarse lo más pronto posible de toda la mierda que había en Forks, incluyéndome.

 El siguiente día fue un continuó mirar el reloj, no sabía a que hora irían, pero sabía que Jessica jamás se iría sin despedirse.

Estaba en la clase del señor Cullen cuando unos golpecitos en la puerta llamaron la atención de la clase.

—Siento interrumpir —En cuanto oí esa voz mi cabeza se levantó de golpe—Necesito a Isabella Swan un momento.

Leah vestía casual y junto a ella Jessica parecía una princesa con esa ropa y zapatos nuevos el cabello bien peinado.

—¿Pasa algo? —Preguntó el señor Cullen con el seño fruncido.

Leah negó con una sonrisa triste— Jessica quiere darle algo, será sólo un momento estamos retrasadas.

Mi corazón comenzó a galopar cuando Jessica avanzó hacía mi lugar al fondo del aula, sus ojitos estaban inyectados en sangre y su nariz estaba roja de tanto llorar.

—Pareces una princesita —Susurré acariciando su cabello con una mano y acunando su cara con la otra, besé su mejilla… Luego la otra… Su frente— Las princesa no lloran, Jess.

Trató de sonreír fracasando terriblemente.

—Pórtate bien —Pidió con la voz entre cortada, sonreí con los ojos cerrados. Era lo que siempre me decía cuando nos separábamos en la escuela, era su forma de decirme que no sería una despedida.

—Lo juro —Prometí, ella envolvió mi cuello con sus brazos con fuerza.

Me soltó de pronto y besó fugazmente mi mejilla dejando un papel en mi mano antes de salir corriendo fuera del aula.

Cubrí mi cara con ambas manos tratando de no desmoronarme en ese momento, no frente a todos esos idiotas. El silencio era absoluto.

—¿Isabella? —La voz del señor Cullen interrumpió suavemente el silencio.

—¿Pu –Pu… Puedo… Salir… Un momento? —Pregunté como respuesta sin quitar las manos de mi cara.

Ya no aguanté más y salí corriendo, llegué sin darme cuenta al estacionamiento, para ver como un taxi se alejaba.

Apoyé la espalda en la pared y resbalé lentamente hasta llegar al suelo. Estaba completamente pérdida, hecha pedazos, sentía que lo había perdido todo.

Sentí el calor de otro cuerpo, unos brazos rodeándome, sentí  su aroma inconfundible y me apreté contra él como si quisiera fusionarme con su cuerpo y ya no existir más.

No dijo nada ni yo lo hice, pero que estuviera ahí sosteniéndome, hacía un mundo de diferencia.

viernes, 7 de octubre de 2011

Sueño de Amor - Capitulo X

Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer


Capitulo X.
                                                                                   ¿Problemas o adicciones?.
......
La manos me picarón todo el día, una extraña pesadez en el estomago me hacía desear quedarme sentada y no moverme.

Esa pesadez se transformó en un nudo cuando Edward no se presentó a la clase del señor Cullen.

Ni el señor Cullen lo hizo.

La Señora  Cope  estaba había entrado hacía quince minutos sin decir más que nuestro maestro de ética y relacione humanas se ausentaría por motivos personales.

Edward.

No había otra opción, la ansiedad comenzó a subir lentamente desde mis pies hasta la cabeza. Me levanté despacio de mi asiento, Mike había estado hablándome pero se rindió rápidamente cuando no le hice el más mínimo caso. La señora Cope estaba ojeando una revista de tejido  con una concentración absoluta.

—¿Señora Cope? —Susurré conflictuada, sin saber realmente que iba decir una vez captada su atención.

No levantó la mirada, no pestañeó, simplemente arrugó la nariz como si mi voz hubiese sido muy desagradable.

Carraspeé y lo volví a intentar, con un bufido dejó la revista sobre el escritorio y me miró con reproche por encima de sus gafas.

Humedecí mis  labios pensando furiosamente como continuar, preguntar directamente por Edward o su hermano no me pareció una idea especialmente brillante.

—¿Puedo ir al baño?

Esa tampoco lo fue.

—Acabas de entrar del receso —Su voz áspera se me hizo más desagradable que de costumbre.

—Sí, señora —Respondí suavemente clavando la mirada en mis manos mientras comenzaba a juguetear con mis dedos.

—¿Y tienes que ir otra vez? —Preguntó como si aquello fuera inverosímil.

—Tengo incontinencia urinaria —Respondí rápidamente, arrepintiéndome al oír las risitas de una chica que estaba sentada muy cerca de la señora Cope, la miré de reojo y vi como se giraba a murmurar algo al oído de la chica detrás de ella, que comenzó a reír también.

No era muy buena trazando planes, al parecer.

—Oh, de acuerdo —Murmuró de manera pensativa— Ve querida, ve —Me apremió comprensivamente.

Le di las gracias y salí del salón rápidamente, mientras la oía regañar a las chicas que se habían estado riendo. No tuve tiempo de ganarme la simpatía de la anciana mediante una mentira.

Necesitaba saber que estaba pasando, de alguna manera, la pelea del estacionamiento seguía haciendo ruido en mi  cabeza. ¿Y si Tayler le hizo más daño del que parecía?

No debía importarme, no debía, pero con un demonio que lo hacía.

Sin darme cuenta había comenzado a correr por los pasillos vacíos, iba a la enfermería, pensando que si estaba herido o algo parecido, debía estar ahí. Pero al pasar por la oficina del director lo vi sentado en una de las sillas de plástico con la mandíbula apretada, la mirada clavada al piso y los puños llenos de sangre.

Un gran suspiro brotó desde mis pulmones cuando lo vi, no era su mejor momento, pero definitivamente no era nada grave, sólo estaba en problemas, otra vez. Caminé sin darme cuenta hasta sentarme junto a él.

Oía la respiración de ambos, el sonido del reloj  en la pared, el murmullo de voces a través de la puerta, incluso el repiqueteo de la lluvia azotando el viejo edificio.

—Eres un tonto —Murmuré mirando mis pies.

Otro suspiro, pero esta vez no venía de mí, sentí el peso de su brazo sobre mi hombro y como me atraía a su cuerpo.

—Lo sé —Respondió en el mismo tono.

—¿Qué hiciste ahora? —Pregunté recargando mi cabeza en su pecho.

Un silencio de varios segundos me hizo creer que no respondería, hasta que finalmente susurró un escueto “Nada”.

—Golpeaste a Tyler —Comencé no muy segura de cómo seguir— ¿Por qué?

—Tú sabes por qué —Afirmó él duramente.

—No, no sé…

—Lo sabes —Me interrumpió endulzando su voz, movió su cabeza y posó sus labios sobre mi sien— Sé que estás molesta conmigo, carajo, me lo merezco, pero si alguien se atreve a tocarte de nuevo, voy a matarlo y debes saberlo, a ti o a Jessica, voy a matarlo — Repitió mientras su voz se agitaba ligeramente.

Una indescriptible ola de emociones me asaltó cuando oí la convicción en su voz, cuando asimilé cada palabra, mientras su brazo estaba envolviéndome, protegiéndome, mientras su voz me consolaba.

En ese momento nada en el mundo podría hacerme daño.

Giré mi cabeza hacía él, levantándola ligeramente para poder mirar su cara.  De pronto no existía nada más, me perdí en sus ojos, en sus labios…

Un cosquilleo nervioso y agradable reemplazó el nudo en mi estomago, mientras la certeza de que iba a besarme se hacía presente, también estaba perdido en mí, pero estaba demasiado aturdida para reflexionar sobre ello.

Sentí el roce de sus labios sobre los míos justo en el momento en el que la puerta de la oficina del director se abría. De aun salto me alejé de él, tal y como había pasado en mi cuarto cuando Jessica despertó. Me levanté de la silla y me moví unos pasos metiendo las manos en los bolsillos traseros de mis jeans, sin poder mirar otra cosa que no fuera el piso, con la cara tan caliente, que seguramente estaba completamente carmesí.

—Señorita Swan —La voz dura del director no parecía sorprendida por mi presencia ahí— Espero que esto no se repita, la próxima vez no seré tan benévolo con ninguno de los dos.

Levanté la mirada la mirada justo cuando Edward se levantaba de su sitio— ¡¿En qué clase de mundo demente ella tiene alguna culpa en todo esto?!

—Según usted, señor Cullen, todo ha sido por un asunto entre la señorita  Swan y el señor Crownly —Habló con el mismo tono severo.

Con una mueca de incredulidad, Edward extendió sus brazos hacía su hermano con un claro gesto de “A eso me refiero”.

—Edward, basta —Reprendió el señor Cullen con cansancio, como si realmente no quisiera hacerlo, consiguiendo que Edward lo mirará como si le diese asco.

—Vayan a clases, y manténganse lejos de los problemas —Terminó el director haciendo un gesto con la mano.

Con un bufido, Edward tomó mi mano y comenzó a caminar, estaba bastante aturdida, así que lo seguí sin protestar.

—Esto tiene que acabar, Edward —La voz cansada del señor Cullen me hizo girar la cabeza hacía atrás. Parecía realmente agotado, ni un ápice de enojo o intolerancia.

Edward se detuvo, pero no se giró, me detuve con él.

—No puedo —Pronunció despacio, no entendí su actitud derrotada, ni porque Edward parecía más triste que enojado a pesar de su seño fruncido y mandíbula apretada. — Exactamente por esto lo llamé —Continuó tiñendo ligeramente su voz de frustración.

—Eres un cobarde, Emmett —Respondió Edward apretando mi mano— Igual que él.

Tiró de mi mano y nos sacó del edificio hacía el estacionamiento, una vez llegamos a su auto soltó mi mano, estaba furioso, cualquier resquicio de tristeza había desaparecido, abrió su volvo y comenzó a esculcar en la parte trasera.

Crucé los brazos sobre mi pecho sin estar segura que debía hacer, hasta que lo vi saliendo de su auto con una botella en la mano.

—¿Qué es eso? —Pregunté como una idiota, sabiendo exactamente que era.

—Agua bendita —Se burló cínicamente abriendo la botella.

La rabia que bulló en mi interior no tenía nada que ver con que me hablara como si fuera tonta, sino, en el hecho de que pensará en beber, otra vez.

No era una conducta aislada, él era alcohólico,  como lo era Earl.

No.

No podía, me resistía a la sola idea de compararlos aunque fuese en un punto.

Caminé con decisión y una valentía que no sabía existía en mí y de un manotazo tiré la botella al piso, su mano se cerró alrededor de mi muñeca y nuestros ojos se encontraron de una manera muy diferente a la de hace unos momentos.

Mi mirada desafiante chocó con sus ojos furiosos.

—¡¿Qué mierda haces?! —Masculló sin soltarme.

Sus manos eran firmes, pero no estaban ni cerca de hacerme daño.

—Eso te hace daño, no lo necesitas —Respondí convencida.

—¿Y tú qué sabes?  —Insistió acercando su cara a la mía.

—Quiero ayudarte.

Soltó mi muñeca y me miró unos instantes, antes de sonreír con cinismo— Te tengo noticias, Bella —Se burló volviendo a abrir su auto— Para ayudarme, tendría que tener algún problema —Sacó otra botella y la hizo bailar frente a mis ojos— Y yo no tengo ninguno.

Me impactó que tuviera más de una botella en su auto, pero me dolió que me hablara de esa manera.

—Bien —Di un paso atrás queriendo alejarme de él lo más rápido posible— Toma la botella, Edward —Acepté asintiendo rotundamente decepcionada— Toma todas las que quieras —Continué dando otro paso atrás, mientras él borraba la sonrisa.

—No necesito tu autorización —Me comunicó innecesariamente.  

—No estoy autorizándote —Aclaré encogiéndome de hombros.



Iba a decir algo más, quise hacerlo, algo impactante que lo hiciera recapacitar, sin embargo, pensé que no habría nada que yo pudiera decir que lo hiciera cambiar de opinión, según me había aclaro durante la conversación, me di la vuelta y comencé a caminar lejos de él.

—¿A dónde vas? —Preguntó en seguida.

Fingí no haberlo oído y continué caminando.

—¡¿Bella?! —Insistió alzando la voz.

 —Emborráchate, Edward —hablé girándome sólo un momento— Eso te hace feliz ¿Para qué me quieres a mí?

—No seas ridícula —Habló incrédulamente, haciéndome enojar otra vez.

—¡Sí, soy ridícula y tú un borracho! —Le grité sintiendo que sólo así entendía— ¡Así que mientras las cosas sigan así no me busques, lejos estamos mejor!

Me marché furiosa, y pensé que ya era una costumbre terminar así los encuentros con él. Volví a clases y Edward no apareció.

Traté de controlar la decepción al deducir que habría elegido la botella.


—¿Sigues enojada? —Pregunté a mi hermana al día siguiente cuando llegábamos a la escuela.

Ella me miró de reojo y conteniendo una sonrisa se encogió de hombros. Sonreí.

—Entonces… ¿Otra vez me quieres? —Pregunté con intención.

Se giró sobre si misma y estampó su cuerpecito contra el mío envolviendo mi cintura con sus brazos— No digas tonterías  —Me reprendió escondiendo su carita en mi pecho— Eres la persona que más quiero en el mundo.

Devolví el abrazo y me permití disfrutar de su afecto  sincero, mientras me moría de miedo al sentirla tan frágil.

Después de unos segundos, besé su cabeza y ella se abrazó a mi costado para volver a caminar. Al llegar a la entrada de su edificio miró detrás de mí y abrió mucho los ojos.

—¡Edward! —Exclamó mirándome con los ojos muy abiertos, miré sobre mi hombro y vi que su auto estaba entrando en el estacionamiento— No te lo dije —Continuó volviendo a llamar mi atención.

—¿Qué cosa? —Pregunté  con una sonrisa, tratando de disimular la tensión.

—¿Se metió en muchos problemas? —Preguntó con una mueca de preocupación.

—¿Cómo lo sabes? —Inquirí frunciendo el seño.


—Ayer —Comenzó con la voz excesivamente aguda por la emoción— Debiste verlo, entró a mi salón como loco —Se rió un poco y continuó— Me sacó sin explicarle nada a nadie y me llevó a la enfermería —Empezó a reírse más fuerte— La enfermera estaba tan sorprendida, y él le exigió que revisará que todo estaba bien, ella le dijo que lo haría pero que llamaría al director, estaba bastante espantada porque yo tenía una herida en la cara y a él le sangraban los nudillos.

—Le sangraban por golpear a Tyler… —Murmuré más para mí que para Jessica.

—¡Lo sé! —Exclamó ella emocionada— Me lo dijo mientras la enfermera llamaba al director —Sus ojitos brillaban de excitación— ¡Por defendernos!


jueves, 22 de septiembre de 2011

Sueño de Amor - Capitulo IX

Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer


Capitulo XI.


                                                                                   Como si no fuera suficiente.

......
Una sonrisa cruel se posó en sus labios y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.

Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello.  Eso era todo lo que importaba.

……

No fue tan malo en realidad, sólo algunos gritos, una bofetada, un par de patadas en el calor de la discusión, debía agradecer mi suerte, ni siquiera quedarían marcas. Más tarde fui por Jessica, caminando despacio, llegué temprano y mientras esperaba saqué el cuaderno blanco de mi bolso, lo miré unos instantes.

Pensé que era ridículo, había sobrevivido a muchas cosas, no era como si el que Edward pensara que yo no era suficiente para él fuera a terminar conmigo. Pero me sentía tan perdida.

Me senté en el suelo con las rodillas pegadas al pecho y puse sobre ellas el cuaderno para  comenzar a escribir en él:

“Estoy tan muerta…”

No podría asegurar cuando tiempo estuve así o cuanto fue lo que escribí, sin embargo, las hojas avanzaban y yo me sentía cada vez un poco menos ahogada.

—No sabía que te gustaba escribir —La voz pequeña y llena de vergüenza de mi hermana llamó mi atención, cerré el cuaderno en seguida y me levanté rápidamente sacudiendo mi ropa.

—Hey, Jess —Saludé sonriendo afectuosamente— Ni siquiera oí el timbre, lo siento —Me excusé pasando un brazo sobre sus hombros y comenzando a caminar. Ya todos los niños estaban fuera de la primaria haciendo ruido. La oí suspirar entrecortadamente, y vi como pestañeaba para contener las lágrimas, la abracé más cerca de mí mientras seguíamos caminando tratando de reconfortarla, pero sabiendo que no apreciaría que me detuviera en medio de sus compañeros y la consolara en público. A lo lejos vi al señor Cullen mirándonos fijamente con el seño fruncido, yo no quité la mirada y a pesar de lo que pensé, fue él quien se rindió primero y agachó la cabeza.

Ni siquiera lo pensé demasiado, simplemente apuré el paso, si él estaba por ahí, su hermano podría estarlo, y ya había tenido más que suficiente por un día.

Al día siguiente salimos de casa con la advertencia clara, no podíamos hablar con nadie y al salir de clases debíamos ir directo a casa. Por mí estaba bien, de todos modos, ese era el plan.

La señorita Hale no fue a trabajar ese día, al parecer estaba enferma, así que me pasé la hora del almuerzo en su oficina leyendo uno de sus libros, esperaba que no le molestara, pero no me sentía con el animo de estar en la cafetería o la biblioteca donde siempre había tanta gente. El libro me resultó increíblemente interesante y me perdí del mundo mientras me adentraba en él.

Cuando el timbre sonó, pensé en llevármelo porque aún no lo había terminado, pero supuse que habría sido demasiado sacarlo sin permiso, así que lo deje en su lugar y volví a la realidad.

Una que no me gustaba nada, porque debía ir a la clase del señor Cullen.

Me moví con pereza por los pasillos y llegué justo cuando él lo hacía, no lo miré, simplemente entré esquivándolo y caminé al lugar vacío junto a Mike, me saludó amablemente y yo le respondí con una sonrisa sin mirarlo. No me apetecía mirar a nadie.

Trabajamos sobre la tarea de la semana, haciendo un presupuesto de gastos e ingresos mensuales para mantener una casa y como reaccionaríamos ante la llegada de un hijo no planeado o que haríamos ante una posible infidelidad. Trabajé sobre el presupuesto y dejé a Mike responder lo demás. Cuando el timbre sonó mi compañero ya había terminado, así que se despidió y se fue mientras yo terminaba el presupuesto.

En cuanto terminé vi que aún quedaban varios alumnos en el salón y en el escritorio del señor Cullen estaban Tayler, Laureen y Angela charlando animadamente, Edward se acercó y dejó un montón de papeles sobre el escritorio y se quedó ahí oyendo en silencio, con la mirada clavada en los papeles que acababa de dejar.

Moví mis ojos a mis manos y fruncí el seño ¿Por qué me escondía? ¿Había alguna razón para sentir vergüenza?

Ninguna, en absoluto.

Me levanté convencida de que si alguien debía sentir vergüenza eran ellos, por ser tan ciegos, por ser inútiles y egoístas, pensé que si alguien debía sentir vergüenza, debían ser esos que permitían que un ángel como Jessica sufriera como lo hacía.

Recordé la noche pasada y como se removió y lloró en sueños toda la noche pidiéndome perdón, pidiéndole perdón a mamá por no cuidar de mí. Mi hermanita de ocho años.

Tomé las hojas y  pestañeé, no volvería a llorar en público, no me volvería a humillar jamás. Caminé con  tanta determinación que me sorprendió no dejar una línea de fuego a mi paso.

Una sonrisa floja se plantó en mis labios tras el ridículo pensamiento, me parecía cómica la manera en la que a veces me sentía una super mujer, capaz de enfrentarme a las bestias y otras no era más que una rata cobarde, insignificante y asustada…

Era parte de ser humano, supuse. La gente siempre sentía miedo a veces rayando en lo ridículo, como el miedo del señor Cullen de que corrompiera a su corrompido hermano, o el de los señores Webber de que Jessica o yo nos robáramos una cuchara, o el de la gente del pueblo que temía que fuéramos una mancha en su preciosa comunidad...

Aminoré el paso a medida que llegaba al escritorio, acobardándome bastante más de lo que me gustaría aceptar, tenerlos de frente no era lo mismo que a un par de metros. Pasé la correa de mi bolso sobre mi cabeza y lo acomodé para llevarlo de una forma más cómoda, no me detuve al hacerlo y mis pies se enredaron con algo que había en el suelo que no vi por estar maniobrando con mi bolso, mis libros que llevaba en la mano y las hojas de la tarea.

Iba directo al suelo, pero instintivamente busqué algo en lo que pudiera sostenerme encontrando la punta de una mesa con mi mano derecha, el movimiento fue tan torpe que sólo logré desviar la caída y terminé desplomándome sobre una silla haciendo mucho ruido en el proceso.

Me levanté tan rápido como pude volviendo a mi camino, ahora todos estaban mirándome, Angela, Laureen y Tayler riendo de mi pequeño traspiés, el señor Cullen se había levantado de su silla. Los Cullen no reían, me miraban como si fuese un huevo que debería estar quebrado por la pequeña caída.

—Que torpe, Swan —Murmuró Tayler, provocando que la risitas discretas de Angela y Laureen aumentarán.

No levanté la mirada y dejé los papeles sobre el escritorio sin detenerme, tratando de salir lo más rápido posible de ahí. Ni siquiera había notado cuando mi cara comenzó a calentarse hasta que el viento helado al salir del edificio me provocó un escalofrío por el contraste.

Boté todo el aire de mi cuerpo y con una mueca murmuré— Vida de mierda…

Oí mi nombre a lo lejos y me giré enseguida reconociendo la voz, los pasos rápidos antecedieron a la figura de Edward saliendo del edificio también.

—¿Estás bien? —Preguntó sin aliento por la carrera.

Se paró justo frente a mí, mirándome como si realmente le importará, como si nunca hubiese pateado mi corazón y por qué no decirlo, mi autoestima, el día anterior.

—Perfectamente, gracias —Respondí con toda la compostura que fui capaz de reunir, sorpresivamente, fue bastante.

Volví a girar sobre mi misma y caminé sin importarme donde, simplemente, alejándome a paso firme de él.  El sonido de sus botas hundiéndose en la nieve, me previno que volvía tras de mí.

—¡Oye! —Habló mientras se paraba frente a mí impidiéndome pasar— Quiero… Hablar.

Titubeó, esquivó mi mirada. Estaba molesto, se iba a disculpar, probablemente porque el señor Cullen se lo habría pedido para no tener más malos entendidos.

Y una mierda, no estaba interesada en eso.

—Quería, disculparme… Por… —Parecía que buscaba las palabras, que estaba haciendo un maldito esfuerzo sobre humano.

—Oye —Lo imité cruzándome de brazos para contener las ganas de darle un empujón, mi voz fue dura y consiguió que finalmente me mirara— No me interesa y francamente…

Frunció el señor y habló sobre mi voz— Estoy tratando de disculparme, puedes cerrar la boca un momento —Pidió agresivamente haciéndome retroceder un paso, que volví a avanzar en seguida.

—No —Respondí realmente enojada— ¿Por qué lo harías? —Pregunté sin esperar respuesta y una risa extrañamente cínica salió de mí— No quieres hacerlo y yo no quiero escuchar esto, así que déjame en paz.

Volví a caminar rodeándolo, logré avanzar unos cuantos pasos furiosos cuando lo oí gritando.

—¡Porque lo que hice estuvo mal, maldita sea! ¡Y lo siento, carajo! ¡¿Puedes dejar de ser caprichosa y oírme?!

Me giré otra vez sobre mí, estábamos a unos cuatro metros de distancia y los recorrí en un santiamén.

—¡Me besaste! —Le grité aunque estábamos frente a frente, esta vez no reprimí el empujón y se lo di— ¡Mi maldito primer beso y me lo robaste borracho! —Volví a gritar sintiendo la tristeza subir por mi garganta, le di otro empujón, que ni siquiera lo movió, gemí frustrada y pasé mi mano derecha por mi cara y cabello— Ni siquiera me importó, eras tú y fue perfecto.

Parecía completamente sorprendido y afligido— Lo siento, escucha, de verdad yo…

Le di otro empujón interrumpiéndolo— Cállate —Mascullé con rabia— Sé que lo sientes, que no quisiste besarme, ni siquiera sabías que era yo —Continué tratando de calmarme— Tuve un enamoramiento estúpido por ti, porque pensé que eras diferente, pero vi cosas en ti que no existen— clavé mis ojos en los suyos y lo miré con lo que esperé fuera una mirada parecida a la que él me había dado— Pero no eres más que otro idiota.

Y me volví a girar, tratando de irme, esa vez, no me detuvo, ni miré atrás.

Era injusto ¿Con qué derecho me había escogido como su saco de boxeo? Que se fuera a ser un idiota con Angela, porque a mí ya no me cabía más veneno en el cuerpo.

Me salté la última clase volviendo a la oficina de la señorita Hale, Earl pasaba de vez en cuando a la escuela a justificar mis faltas  y la de Jessica, nunca recordaba cuantas eran por su culpa, así que podía permitirme hacer lo que se me diera la gana de vez en cuando. Además necesitaba un respiro o comenzaría a acuchillar gente.

Más tarde ese día cerca de las ocho de la noche, estaba en el baño de la primera planta en casa trenzando el cabello de Jessica, ella seguía avergonzada y dolida por haber dicho mentiras sobre mí a la señorita Hale y el señor Cullen, no importaba cuantas veces le dijera que no importaba, en su pequeña cabecita testaruda pensaba que todas mis desagracias eran culpa suya…

Si sólo entendiera que ella era toda la alegría que había en mi vida.

Tampoco me quiso decir con que la amenazó Earl para hacerla mentir con tantas ganas, creo que en el fondo, eso era lo que la tenía más angustiada y en consecuencia, a mí.

Acaricié su cabeza cuando terminé— Eres la niña más bonita que he visto en mi vida —Comenté mirándola a través del espejo, ella sonrió y levantó la mirada al espejo también, pero mirándome a mí.

—Quiero llegar a ser tan bonita como tú —Respondió haciéndome reír abiertamente, la parte cómica era que ella realmente veía en mí una figura de belleza y poder a la cual imitar.

Besé el tope de su cabeza al mismo tiempo que oía el timbre  de la casa— Me superaste al nacer, tontita —Susurré poniendo mis manos en sus hombros para guiarla fuera del baño.

Al llegar a la sala mi hermana se sentó en uno de los sofás y encendió el televisor, Earl llegaría cerca de las diez, así que ella podía ver el canal Disney hasta ese  momento.

Estaba tan distraída que no pregunté quien era através de la puerta, ni abrí sin sacar la cadena para ver sin que se abriera por completo, como solía hacer. No, simplemente abrí la puerta, hasta atrás, con una sonrisa aún por Jessica, y todo ocurrió en un segundo.

Un montón de porquerías me saltó encima, bañándome por completo, vi varías figuras correr y oía sus risas, mientras mi hermana jadeaba y corría hacía afuera.

—¡¡Cobardes!! —Gritó pasando junto a mí con  toda la intención de perseguirlos, estaba pasmada en mi lugar, bañada en una sustancia viscosa que olía a huevos descompuestos y orina, mi mente no procesó nada, hasta que vi como Jessica llegaba cerca de la calle alcanzando a uno de los bromistas tirando de su chaqueta, ella seguía gritando y se aferró al chico tratando de detenerlo, supuse. Me descongelé en el acto y corrí hasta ellos, estaba a unos metros vi como forcejeando el muchacho le dio un fuerte codazo en el ojo a mi hermana tirándola al suelo, el chico ni siquiera se preocupó de lo que acababa de hacer y salió corriendo.

Cuando llegué a mi hermana ella seguía en el suelo cubriéndose la mitad de la cara con una de sus manos, tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido. Parecía estar aguantando el dolor y las lágrimas.

La ayudé a levantarse para volver a entrar a la casa, la senté en el mismo sofá donde había estado viendo televisión antes y me acuclillé frente a ella para ver su ojo.

—¿En qué demonios estabas pensando, Jessica? —Murmuré tocando suavemente con la punta de mis dedos el contorno de su ojo que comenzaba a enrojecer hasta la parte inferior de su ojo donde tenía un corte pequeño.

—Estás cubierta de basura —Respondió con voz angustiada— ¿Por qué te hacen esto? ¿Por qué?—continuó limpiando mi cara con sus manitos, tomé sus muñecas y las retiré, lo que tenía encima era asqueroso y no quería que ella entrará en contacto con eso.

—No es asunto tuyo, Jessica —La reprendí— tienes ocho años, no deberías pasar por esto —Me levanté más enojada que antes, fui hacía la cocina a buscar algo frío para bajar la hinchazón.

—No voy a disculparme —afirmó cuando volví con hielo en una bolsa, me la quitó de las manos y se la puso donde probablemente le dolía— ve a limpiarte, puedo hacer esto sola, te he visto muchas veces.

Se me apretó el corazón al escucharla hablar así, al ver su actitud, parecía un adulto manejando la situación— De acuerdo —suspiré caminando al baño, comenzaba a apestar toda la casa, definitivamente quería sacarme eso antes de descubrir que era realmente.


Cuando salí de la ducha fui a limpiar la entrada de la  casa que seguía sucia y apestando, lo que coronaría la noche sería que Earl empezara a pedir explicaciones.

Principalmente porque no tenía ninguna para dar.

La mañana siguiente Jessica seguía enojada conmigo así que el camino a la escuela fue particularmente silencioso, preferí no presionarla y darle su espacio.

Me fui a mi edificio en seguida, para mi sorpresa Mike  estaba esperándome junto a la entrada.

 —Uh… Hola —Saludé insegura cuando caminó hasta pararse frente a mí bloqueándome el camino.

 Abrió y cerró la boca varías veces, hasta que suspiró y esquivó mi mirada, tenía su mochila colgada de uno de sus hombros y jugaba con la correa.

—¿Cómo estás? —Preguntó sin mirarme, fruncí el seño inconcientemente, era muy extraño ver a alguien como Mike pareciendo tímido o avergonzado, no estaba segura.

—Bien —Respondí sin querer más como una pregunta.

Inclinó su cabeza como si hubiese algo que se le perdió en el suelo, y elevó sólo sus ojos— ¿Y tú hermana?

Mi cara de confusión cambio a una furiosa en seguida, asimilando sus palabras al instante— ¡¿Fuiste tú?! —Mascullé, sintiendo mi pulso acelerase.

Negó ligeramente con la cabeza, esquivando mis ojos— Tayler me llamó anoche, el señor Cullen le dio una semana en detención por burlarse de ti ayer, estaba furioso porque además se enojó con él, así que iba a cobrártela —hablaba como si no entendiera muy bien toda la historia y recordé mi traspiés del día anterior, pero yo había supuesto que el señor Cullen había reído con Tayler, jamás imaginé que le había puesto un castigo— Le dije que no quería hacer nada en tu contra, no entiendo que le pasa a la gente en este pueblo, pero no eres nada de lo que se dice, se enfureció más y me colgó  —Levantó los ojos finalmente y habló muy rápido— Lo siento mucho, realmente no supe nada hasta hoy.

Apreté los dientes al pensar en las razones idiotas de Tayler para haber actuado como lo hizo, pensé que era un completo imbecil, que ni siquiera valía la pena reclamarle, pero él había golpeado a mi hermana, y yo, necesitaba golpearlo a él.

Esquivé a Mike y rodeé el edificio para ir al estacionamiento, mi ira y mi determinación fue minada a medida que avanzaba, había un gran alboroto junto a la camioneta de Tayler, mucha gente y los típicos gritos en un pleito.

Me quedé de pie ahí mirando el tumulto, insegura ¿Debía entrar y dar unos cuantos golpes? O ¿Esperar a que esa pelea terminara para iniciar la mía? Tuve varios pensamientos igual de ridículos, hasta que los estudiantes curiosos se hicieron a un lado dejando salir de en medio a un furioso Edward con sangre en el labio, mi cejas se alzaron al verlo y más cuando noté que era Tayler quien estaba en el suelo y acababa de recibir una golpiza.

—¡¿Qué te pasa, Edward?! ¡¿Por qu… —Le gritó Angela tomando su brazo, él se detuvo en el acto y se giró a mirarla de una forma tan agresiva que la hizo callarse.

Puso su mano sobre la de ella y se la quitó sin ninguna delicadeza de su brazo— No me toques.

Ella retrocedió un paso con la boca tan abierta que pudo entrarle un centenar de moscas.

Atravesó el estacionamiento y desapareció detrás del edificio.

Tenía dos opciones.

Ir y darle una patada a Tayler mientras seguía en el suelo.

O hacer lo que realmente quería en ese momento, ir detrás de Edward.

No hice ninguna de las dos y me fui a clases, no sin antes ver que Tayler, no podía siquiera levantarse.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sueño de Amor - Chapter 8

Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.

Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.

Capitulo VIII.

Mentiras.


…......

Su mirada se dulcificó y su rostro cambio a compasión de la más pura que yo había visto, me sentí sumamente incomoda, cuando ella se quedo ahí en silencio, mirándome, como si entendiera y sufriera lo mismo que yo.

—Voy a llegar tarde a clases —Pronuncié torpemente, sintiéndome increíblemente incomoda, me giré una vez más y escapé de ella a toda prisa

…......

Me pasé el ultimo periodo convenciéndome de que nada importante iba a ocurrir tras confesarle a la consejera que lo de mis muñecas no había sido un accidente. Mucha gente en Forks lo sabía, es más, ella ni siquiera tendría la certeza de que era lo que pasaba realmente, podría haber sido una riña por allí, o un asaltante, cualquier cosa.

Con mi bolso colgando de mi hombro y mis libros abrazados a mi pecho, miré el cielo absolutamente nublado tratando de calmarme.

Si Earl se enteraba que había hablado de más me iba a matar, debía sumarle que no estaba muy contento con mi nueva actitud desafiante. Cerré los ojos tratando de que el ruido que había en el frontis de la primaria me distrajera de mis preocupaciones, los estudiantes ya estaban marchándose del lugar con prisa para evitar la lluvia que el cielo amenazaba con dejar caer, y en eso estaba cuando unos labios fríos y suaves acariciaron mi mejilla.

Di un pequeño salto sorprendida y me giré para ver quien me había besado, encontrándome con la sonrisa de Edward.

—¿Te aseguras de que el cielo no se vaya a caer? —Preguntó mirándome divertido.

—Nunca se sabe —Respondí tratando de sonar tranquila, pero no podía quitarme la preocupación de encima.

Edward frunció el seño enseguida y dio un paso más cerca de mí— ¿Qué pasa? —Su voz dejó la suavidad y se tiñó de agresividad y preocupación. Puso una mano en mi mejilla y me obligó a mirarlo— ¿Emmett…?

—No —Lo interrumpí negando con la cabeza— Ni siquiera lo he visto —Expliqué rápidamente— No pasa nada, en serio.

—Si todo esto de mantenerme lejos es por Emmett, créeme, estoy lejos de ser como él —Su voz sonaba a disculpas y sus ojos eran amables— Estoy lejos de pensar como él.

Sonreí sinceramente, Edward era tan lindo, pero no sólo de un modo físico, su voz era suave, sus ojos eran intensos, sus palabras eran tan dulces que parecían anestesiarme y su sonrisa hacía que Forks pareciera el lugar perfecto para vivir.

—Lo sé, he estado ocupada, eso es todo —Mentí, mientras veía como Jessica salía del edificio— Me tengo que ir —Hablé rápidamente haciendo un gesto con la mano a modo de despedida.

Edward tomó mi muñeca y me impidió avanzar— Prometiste que hablaríamos.

—Y hablamos —Respondí sintiéndome muy tonta por escapar de él, pero sin poder evitarlo— Suéltame por favor.

Yo podría haberlo hecho, Edward no estaba ejerciendo presión, era casi una caricia, pero no me sentí con el valor de hacerlo.

—No puedo —Dijo él pareciendo sufrir otra vez— Bella estás matándome.

Su mano libre tomó la mía y comenzó a acercarse despacio.

—¿Todo bien? —La voz fría de la señorita Hale nos sobresaltó a ambos, ella tenía la vista clavada en la mano que envolvía mi muñeca— Creí oír que la señorita le pidió que la soltara.

Fue extraño, como si la imagen de nosotros en esa posición la molestara de sobre manera, sin embargo no le di importancia porque, me había dado la excusa perfecta para huir y así lo hice, miré por sobre mi hombro cuando llegué junto a Jessica y noté que estaba teniendo una discusión con la consejera escolar.

No pude dejar de sentirme incomoda y culpable, después de todo, él parecía estar pasándolo realmente mal y yo estaba siendo sumamente egoísta ni siquiera había intentado averiguarlo.



—Ni siquiera estás escuchándome —Levanté la mirada y me encontré con la sonrisa de la señorita Hale— ¿Dónde esta tu cabecita hoy?

Suspiré acomodándome en el sofá de su oficina donde estaba sentada, habían pasado tres días desde que había hablado con Edward y me pasaba la mayor parte del tiempo pensando en él.

—Cosas de la edad, supongo —Respondí sonriendo también.

Ella era agradable, decidí. Miré su traje claramente caro y su postura perfectamente erguida y profesional, me daba un poco de envidia, era tan bonita, fuerte y autosuficiente.

Nuestras sesiones se habían transformado en un continuo parlotear sobre cosas que no tenían mucho sentido, pero era definitivamente agradable, tomar el té y comer galletitas que ella misma llevaba de su casa, era nuevo.

Algo bueno.

Preguntó un par de veces sobre mi familia y sobre Edward, ella decía que él le parecía peligroso, y yo sólo pude sonreír y decir que eso lo hacía aún más guapo de alguna manera, ella frunció el seño y guardo silencio.

Y decidimos juntas, que para no interferir con mis clases y secretamente para joder al señor Cullen, yo regresaría a su clase y algunos días a la semana ella y yo almorzaríamos juntas.

—No me parece que necesites terapia o que seas un problema —Había dicho, para luego manifestar discretamente que quería que siguiéramos viéndonos.

Era un truco para que confiara en ella, pero no me importaba demasiado, no había mucho que perder.

Nada, en realidad.

Al día siguiente entré al salón del señor Cullen y él me miró con una ancha sonrisa.

—Bienvenida, otra vez, Swan —Rebuscó algo entre sus cosas en el escritorio y me tendió finalmente mi cuaderno blanco— Ya que te reincorporas, debes continuar con tu proyecto.

—Gracias —Pronuncie desconfiada, frunciendo el seño.

Él negó con la cabeza y no parecía caber en su gozo, su actitud era extraña, pero supuse que habría hablado con la señorita Hale y finalmente había entendido que yo no era una de las siete plagas.

—No te preocupes, pero adelante, toma asiento por favor, la clase comenzó, el saber no espera —Bromeó guiñándome el ojo y mi cara de asombro debió ser muy cómica.

Me reí un poco, nerviosa y me di la vuelta para ir a mi lugar, pero en cuanto mis ojos se posaron en él, la sonrisa se desvaneció. Angela Webber estaba ahí, ocupando mi sitio, riendo de algo que seguramente Edward había dicho, había bastante alboroto en el salón y seguramente nadie además de los que estaban adelante habían notado mi entrada. Ni Edward que miraba su cuaderno sonriendo.

—Oh… Olvidé decírtelo, di una tarea hace unos días y es en parejas mixtas, así que tuve que mover a algunos que estaban solos —Su tono era una burla con todas sus letras— ¡Angela! —La voz suave y cariñosa del señor Cullen me hizo clavar la mirada en el piso.

—Sí, señor Cullen —Su respuesta fue tanto cortes como afectuosa y supe que todos me estaban mirando cuando él puso sus manos enormes en mis hombros y el salón quedó en silencio.

Yo no miré a nadie.

—¿Podrías explicarle a tu compañera de que se trata la tarea de esta semana?

—¡Claro! —Respondió en seguida y se aclaró la garganta— Se trata sobre las decisiones y responsabilidades, esta semana nos asignaron esposos y esposas, por eso debían ser parejas mixtas.

Levanté la mirada de golpe y la clave instintivamente en Edward, que también me miraba, pero no había expresión en su rostro— Ya que no estabas, yo soy la señora Cullen hasta la próxima semana —Murmuró esta vez más bajo y la miré a ella debatiéndome entre darle un puñetazo o una patada.

Se había sonrojado al hablar y su sonrisa era tímidamente feliz. Estaba presumiendo.

—Supongo que seré la solterona de la clase —Mascullé mal humorada, nadie excepto el señor Cullen me oyó y se echo a reír encantado de haberme jodido el día, seguramente.

Un carraspeó llamó la atención de la clase y un chico que ni siquiera recordaba levantó la mano casi como si le doliera hacerlo— Yo sigo sin pareja.

Por instinto lo primero que hice fue mirar a Edward que ahora estaba mirando al chico rubio en cuestión, frunciendo el seño.

Escuché que el señor Cullen resoplaba y murmuraba un “Demasiado bueno para que durara”

—Swan, te presento a tu esposo —Me guió hasta la mesa del fondo y me señaló al atractivo muchacho— Mike —suspiró exageradamente y le puso una mano sobre el hombro— Lo siento compañero y suerte.

Me senté completamente roja de la vergüenza, nada que ver con el adorable sonrojo femenino de Angela, pensé. Mientras oía las risas explosivas de todos por el chiste de mal gusto.

—Bella era mi compañera en primer lugar —La voz de Edward se oyó entre las carcajadas y estas comenzaran a disminuir para oír lo que él decía, seguramente— Debería ser mi esposa.

Tuve que contener la sonrisa al ver la cara de sorpresa de Angela, parecía un pez que acababan de sacar a fuerza del agua.

—Ya tienes esposa y la bigamia es un delito, Cullen —Comenzó el maestro— Además, no puedes cambiar una esposa así como así, la vida es más complicada que eso.

—Si no la hubieras sacado de la clase no habría que hacer ningún cambio —Protestó Edward y la cara del maestro dejó de ser amable.

—Por mí esta bien —Habló el chico junto a mí, ni siquiera lo miré.

—¿Swan? —Inquirió el señor Cullen impaciente, me encogí de hombros y murmuré— Es sólo una tarea.

—Acaban de rechazar tu propuesta de adulterio Cullen, sólo una pequeña muestra de lo que hacen las malas elecciones —Habló burlón otra vez.

La charla con Mike fue monótona y aburrida, sin embargo él parecía cada vez menos reticente y más dispuesto a conocerme. No reparé en ello realmente, no me interesaba hacer o fingir amistad con nadie.

Cuando sonó el timbre salí disparada oyendo la maldición de Edward detrás y pensé que aquella situación de escapes y evasivas no podía durar para siempre.

En especial, no cuando le echaba tanto de menos.

Me quejé en voz alta cuando me di cuenta de que había olvidado mi cuaderno en el salón del señor Cullen, me di la vuelta y volví sobre mis pasos, lentamente, tardando mucho más de lo necesario para evitar encontrarme con quien fuera.

Cuando llegué el lugar estaba vacío, excepto por Edward que estaba sentado donde yo lo había estado y miraba fijamente el cuaderno blanco cerrado. Avancé despacio hasta llegar junto a él y se levantó de un salto cuando notó que lo había descubierto.

—Olvidaste esto —Farfulló extendiéndome el cuaderno.

Sonreí y lo acepté sin mirarlo a él.

—¿No me hablaras? —Preguntó claramente molesto— ¿No me miraras nunca más? ¿Fingirás que no estoy cada vez que te encuentres conmigo?

—No sé de que hablas —Respondí, sin mirarlo aún, sintiendo la incomodidad en el aire.

Él bufó y posó ambas manos en mi rostro obligándome a mirarlo— No puedo hacer nada con Emmett es un idiota, pero es mi hermano, y ya he hecho de todo para que te deje en paz, ya no sé que más…

—No se trata de él, Edward —Respondí finalmente dispuesta a de una vez por todas, ser sincera.

—¿No? —Preguntó confundido y endureció el gesto— ¿Es por Newton? Se les veía muy bien juntos —Continuó con voz dura.

Clavé mis ojos en los suyos y traté de transmitirle lo absurdo que era aquello y que me hería que él pensará eso de mí. Yo le había dado mi primer y único beso, porque le quería, no porque fuera por ahí de un chico a otro.

—Es por mí —Susurré— Por mí, por ese beso que me diste, por todo —Traté de explicarlo pero me era difícil, sentía vergüenza de mi inexperiencia, de mi torpeza verbal, estaba nerviosa y asustada.

Pareció incluso más enojado, esquivó mi mirada y quitó sus manos de mis mejillas rápidamente— Entonces sólo se trata de mí y lo lejos que me quieres de ti —Afirmó mientras una cínica sonrisa se abría paso en su boca— Debiste empezar por ahí.

Me sentí increíblemente triste al ver el muro que él levantó rápidamente entre los dos y que no estaba ni remotamente cerca de entenderme.

Murmuré que no se trataba de eso, pero él sólo respondió con una risa falsa y burlesca. Me miró un momento y fue exactamente igual a como el señor Cullen me miraba, como si todo lo que yo era le produjera rechazo. Bajé la mirada al piso.

—No me mires así —Susurré abrazando con más fuerza mis libros

—¿Y por qué no? —Su voz fue violenta y grosera— ¿Eres demasiado buena para que alguien como yo te mire?

—Yo no he… —Traté de responder pero el me interrumpió empujándome sin hacerme el menor daño y acorralándome contra la pared con su cuerpo casi pegado al mío y su rostro a un par de centímetros.

—No eres la gran cosa, Isabella —Escupió mirando directamente a mis ojos, transmitiendo desprecio— No eres nada —Continuó, mientras mis ojos se llenaban de liquido y mi estomago se contraía creando un vacío que subía hasta terminar en un doloroso nudo en mi garganta.

—Me besaste —Susurré, arrepintiéndome en el acto. Su sonrisa fue cruel y sus palabras rompieron algo dentro de mí que estaba segura jamás volvería a su lugar.

—Borracho —Cerré los ojos en cuanto lo oí y murmuré que por favor me soltara, pero parecía no escucharme— Ni siquiera estaba consiente de que eras tú.

Un sollozó escapó sin mi consentimiento humillándome incluso más, y ya no pude contener las lágrimas que comenzaron a escurrirse de mis ojos aún fuertemente cerrados.

Dejé de sentir el calor de su cuerpo y abrí los ojos, encontrándomelo a un paso de distancia mirándome entre desconcertado y arrepentido.

—Estás llorando —Murmuró cambiando completamente el semblante, como si realmente aquello significara el mundo.

Oí la puerta del salón abriéndose con fuerza y la señorita Hale entró echa un torbellino directo a mí, su abrazo fue inesperado y reconfortante.

Detrás de ella el señor Cullen con el seño fruncido pareciendo igual de alterado que ella.

—¡Esto es ridículo! —Bramó parándose junto a su hermano— ¡Absolutamente ridículo!

—¿Qué diablos…? —La pregunta de Edward fue interrumpida por la colérica voz de la consejera escolar.

—¡No vas a negar esto Cullen, no lo harás! —Su voz fue profunda y afilada— ¡No me interesa lo que pienses de ella, no me interesa si él es tu hermano o el Dalai Lama! —Continuó inflexible cambiando la posición para abrazarme sólo con un brazo y poder estar de frente a los hermanos Cullen— Lo he visto —Masculló apretando los dientes e inclinándose ligeramente hacía ellos, casi como si quisiera saltarles encima.

—Es circunstancial —Respondió el señor Cullen del mismo modo que ella— Has visto lo mismo que yo, dos muchachos discutiendo, eso no significa…

—No vas a enseñarme a mí lo que significa o no.

Lanzó una última mirada a ambos, una mirada llena de asco y reprobación, que no comprendí, luego me guío fuera del salón y realmente no me importó. Podría arrastrarme al infierno y a mí me habría dado igual.

Llegamos a su oficina y no me soltó hasta sentarme en el sofá junto a la mesa plegable, ella se movía nerviosa de un lado a otro, alterada, tratando de calmarse inhalando y exhalando repetidas veces, pasaron varios minutos hasta que se sentó junto a mí y tomó mi rostro con ambas manos.

—Ya no llores, no volverá a hacerte daño —movió suavemente sus manos y limpió el agua en mis mejillas.

—Esta bien… —Balbuceé, negué con la cabeza pensando que no podía ser más humillante y traté de calmarme— Estoy bien.

—No —Afirmó ella obligándome a mirarla— Jamás esta bien —Pronunció cuidadosa, mirándome gravemente.

Fruncí el seño confundida, no parecíamos hablar de lo mismo.

—No estoy segura de entender.

Ella negó con la cabeza, comprensiva y amable— No estás sola y es lo único que tienes que entender, hablaremos con tu tío sobre esto, él te apoyará y yo lo haré también.

Definitivamente eso era lo último que yo quería o esperaba oír.

—No hay nada que él deba saber, es una tontería, yo puedo resolver… —Traté de explicar soltándome de su agarre y poniéndome de pie justo cuando la puerta era abierta sin preámbulos, por ella entró el señor Cullen y Earl.

Sentí que las piernas no me sostendrían y tuve que volver a sentarme, Jessica entró de la mano con él, mirando el piso, parecía culpable, triste, avergonzada y cada célula de mi cuerpo entró en pánico y desesperación.

—¿Qué haces, Cullen? —Preguntó la consejera poniéndose de píe frente a mí protectoramente.

—Tu trabajo —Respondió él secamente— Rosalie, te presento al señor Earl Higginbotham y su sobrina Jessica Swan.

Traté de tragar el nudo en mi garganta para poder hablar, pero parecía demasiado grande.

—¿Señor Higginbotham? —Preguntó la señorita Hale enderezándose.

—Earl —Respondió con una sonrisa que pasaría por cualquier cosa menos por sincera.

—¿Es usted el tío de Bella? —Volvió a preguntar como si no se lo creyera del todo.

—Y su tutor legal también —Respondió con un asentimiento— ¿Puedo saber cual es el problema?

—Tome asiento por favor —Pidió recobrando por completo su papel de mujer eficiente y sería— Hay cierto asunto delicado que quiero tratar sobre su sobrina, Isabella.

Earl se sentó en una de las sillas frente al escritorio, el seño Cullen lo imitó en la que estaba junto a él y Jessica hizo ademán de acercarse, pero él tiró ligeramente de su brazo y con sólo una mirada le exigió que se quedara en su lugar.

Sentí más frío que nunca.

—Al principio pensé que eran cuestiones de la edad —Comenzó la señorita Hale cuando estuvieron todos instalados— Que no se trataba de nada fuera de una actitud rebelde debido a los cambios que había sufrido últimamente; La muerte de sus padres, el cambio de ciudad…

—Eso no es reciente —Intervino el señor Cullen— Ya ha pasado bastante tiempo como para que podamos decir que fue “Últimamente”

—Su sobrina es abusada, señor Higginbotham —Continuó ella, sin prestar atención a su colega, entrelazando sus dedos sobre el escritorio mirando directamente a los ojos a Earl, quien permanecía imperturbable— Y veo que no es una sorpresa para usted… —Reflexionó en voz alta frunciendo el seño ante la cara de fastidio de mi tutor.

Vi la intención de hablar del señor Cullen, vi como la señorita Hale pretendía continuar, y vi como Earl parecía estar haciendo un tramite en el banco en lugar de estar siendo acusado de abuso.

Pero fue otra boca la que habló— Es mentira —La infantil, pero segura voz de Jessica se escuchó con claridad.

—Querida esto es asunto de gente grande ¿Si? —La señorita Hale la habló con gentileza, pero con la voz impregnada de impaciencia.

—Déjela —Habló Earl mirando a Jessica, mientras ella sólo miraba el piso— La niña me lo ha contado todo hace un momento.


—¿De qué esta hablando? —Preguntó con la frustración claramente en aumento.

—El tío Earl jamás le ha golpeado, es mentira, ella misma se hace daño para que la gente se compadezca, pero no es verdad, tío Earl es bueno —Las palabras salieron despacio de su boca y miraba directamente a los ojos a la señorita Hale.

Y el dolor que me atravesó el corazón estaba lejos de ser porque ella estuviera defendiéndolo, ni por el hecho de estar mintiendo con tanta eficiencia. Sentí que el alma se me caía a los píes al pensar en que debió decirle o hacerle para que ella se viera obligada a dar aquel discurso.

El señor Cullen frunció el seño y la señorita Hale alzó las cejas hasta casi toparse con su cabello.
—¿Y por qué yo habría de creer que tu tío le hizo daño a tu hermana? —Preguntó tan aturdida que probablemente haya sido un pensamiento que se escapó.

Earl frunció el seño y pareció perturbado por primera vez, sus ojos amenazantes se clavaron en mí sólo un momento antes de clavarse en el frágil cuerpo de mi hermana.

Y el pánico otra vez.

—Nadie me ha hecho daño, nadie lo ha hecho —Hablé rápidamente— Jessica no tiene nada que ver en esto, es sólo una niña que dice tonterías.

Una risa forzada salió de entre mis labios mientras me ponía de pie otra vez— ¿De dónde ha sacado la tontería del abuso señorita Hale? Nadie jamás me ha puesto una mano encima.

—Las marcas en tus muñecas —dijo ella frunciendo el seño—admitiste que no fue un accidente…

Y no sé si continuó hablando porque sólo pude ver como Earl apretaba el antebrazo de Jessica con tanta fuerza que esta tuvo que cerrar los ojos.

—Por favor, no —Murmuré, aunque mi intención era hacer una suplica fuerte y clara, pensé que sólo jodería más las cosas.

—Earl —Habló el señor Cullen con una sonrisa, captando su atención, al ver la actitud amable del maestro se relajó evidentemente— Son niñas, hay que dejarlo correr, seguro la señorita Hale ha mal interpretado todo —Sacudió la cabeza como si nada tuviera importancia y le estiró la mano a mi hermana quien no dudó en tomarla, sus ojitos estaban llenos de pánico disimulado.

—Apuesto que sabiendo lo mentirosa que es tu hermana te has esperado lo peor —Le habló con dulzura y Jess me miró, asentí tratando de expresar con los ojos que debía seguir mintiendo.

Y con lo lista que siempre fue mi hermana lo captó enseguida— Sí, señor, no quiero que meta a tío Earl en problemas por sus mentiras.

—Eso pensé —Levantó la mirada y la cruzó con Earl que lo miraba atentamente— Antes metió en líos a mi hermano, es un cabeza dura y algo rebelde pero jamás, golpearía a una mujer —Dijo esto último mirando a la señorita Hale— Créeme Rosalie, sería el primero en molerlo a golpes si se atreviera a hacerlo alguna vez.

Y entonces todo calzó y sentí la imperiosa necesidad de gritar, aquello era una locura.

—Lo vimos através de la ventana Cullen, tu hermano tirandola contra la pared, amenazándola de cerca, intimidándola, conozco a los de su calaña y si no hubiésemos intervenido a tiempo, tendría más cardenales.

—¡No fue así! —Interrumpí completamente sorprendida— No me hizo daño, jamás lo ha hecho.

—Isabella… —La señorita Hale se levantó y se paró frente a mí mirándome a los ojos— No debes protegerlo.

—Claro que no —Respondí tratando de mostrarle que estaba siendo sincera— Porque no ha hecho nada malo, el señor Cullen tiene razón, es algo testarudo y tiene mal carácter, pero jamás me ha tocado, fui yo quien retrocedió hasta la pared, él no me estaba amenazando, no me hizo daño.

—Estabas llorando —Apuntó ella.

—Porque me dijo que no… —carraspeé y esquivé la mirada de todos sintiéndome muy avergonzada— Él me aclaró que no esta interesado en mí.

Hubo un silencio que se prolongó por varios minutos y finalmente ella me hizo mirarla a los ojos— ¿Podrías asegurarlo?

—Podría jurar sobre la tumba de mis padres que Edward jamás me ha golpeado o maltratado.

—Bien, esto ya esta arreglado —El señor Cullen se puso de pie y le tendió la mano a Earl que seguía sentado— Lamento haberte hecho venir amigo, pero comprenderás que las acusaciones a mi hermano eran graves.

Mi tutor se levantó también y estrechó su mano, probablemente sintiéndose tranquilo al ver el dedo acusador lejos de él.

Se encogió de hombros sin mirar a nadie— Los chicos son chicos, y nadie mejor que yo sabe lo difícil que es lidiar con ella —Comentó apuntándome con su cabeza.

El señor Cullen sonrió encantado— Créeme Earl, tengo una idea muy clara de ello.

Ambos hombres rieron de la broma ridícula, mientras Jessica se soltaba y caminaba hacía a mí.

—Perdóname —Susurró mirando el piso, sonando completamente angustiada.

—Isabella, Jessica —La voz de Earl volvió a ser dura— Nos vamos.

—Tenemos clases —Habló rápidamente mi hermana, y vi que iba a seguir hablando así que la interrumpí.

—Yo me voy contigo,… Tío —Pronuncié tratando de no se notara el asco que me producía llamarlo así.

Comencé a caminar a la salida pero Jessica volvió a hablar— Pero tienes examen, con el señor Cullen —Habló dejando ver un poco de desesperación.

Y rogué porque el señor Cullen no la dejara en evidencia, aquello era una mentira y todos ahí lo sabíamos, menos Earl.

Yo debía irme con él en ese momento, así Jessica no vería la rutina de castigos de Earl, así ya no estaría furioso cuando ella llegara, me aseguraría que se desquitará por completo conmigo.

—Cierto —Intervino el señor Cullen pensativo— No puedo mover este examen Earl, si te la llevas probablemente reprobara.

Sin cambiar la expresión de su rostro y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.

Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello. Eso era todo lo que importaba.