Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer
Capitulo XI.
Hermanas.
…......
De alguna forma sabía que no era correcto, que mi hermana lo tuviera en tan alta estima, en especial cuando me había decepcionado varias veces ¿Qué hay si la decepcionaba a ella?
Existían varias razones para enfocar mi mente en otros asuntos, cosas realmente importantes. Lamentablemente no podía pensar en ninguna justo en ese momento…
Tres semanas pasaron lentamente. Edward no volvió a buscarme, parecía ni siquiera querer mirarme, la decepción fue transformándose lentamente en angustia. Llegué a pensar que había sido culpa mía, que mi actitud había sido exagerada. En algún enfermo lugar de mi mente comencé a justificarlo.
Me vi a mi misma dudando cerca de él, dubitativa, decidiendo si debía o no hablarle. Disculparme. En especial cuando nuestros ojos se encontraban y él era el primero en desviar la mirada frunciendo el seño.
Iba distraída pensando en eso cuando llegué a casa, por eso no me percate del murmullo en la sala de estar hasta ver a esos desconocidos hablando con Earl. Mi primer impulso fue poner a Jessica detrás de mí incluso antes de notar que no era la clase de compañía que se esperaría de mi tutor.
Eran tres hombres y una mujer. Todos vestían muy elegantes.
—Aquí están —Dijo Earl con el seño fruncido. Jessica tomó mi mano cuando la mujer fijó la mirada en ella, parecía examinarla minuciosamente.
—Hola, Jessica —Saludó la mujer seria pero amablemente.
Fruncí el seño con sospecha ante aquel saludo tan familiar.
—Buenas tardes —Susurró mi hermana pegándose a mí espalda.
Una sonrisa ligeramente dulce asomó en los labios de la mujer— Mi nombre es Leah —Se presentó tomando la iniciativa— El es mi abogado, Frederick Bishop —Señaló a uno de los hombres de pie detrás del sofá donde ella estaba sentada. Alto, cabello canoso, delgado, de ojos oscuros y expresión neutral. — Y ellos son unos señores muy amables que me ayudaron a encontrarte— Apuntó refiriéndose a los otros dos hombres.
—No le hablé a mi hermana como si fuera idiota, señora, sabe que son policías —Intervine molesta por ser ignorada— Isabella Swan, hermana mayor sobre protectora, muy poco amable. —Me presenté levantando ligeramente la barbilla.
La cara de los visitantes por mi grosería no me sorprendió, lo que me hizo desviar la mirada de la mujer fue la risa de Earl— Esa es mi muchacha —Se jactó con orgullo— Ve señorita Clearwather que tío Earl ha hecho un buen trabajo con las niñas de Sue.
—¿Qué tiene que ver ella con mamá? —Pregunté sin poder evitar alzar un poco la voz.
Con una sonrisa llena de burla Earl me miró con una mueca pensativa— Ella es otra de mis sobrinas, la hija mayor de Sue.
Sentí que el piso dejó de estar ahí en cuanto comprendí sus palabras, era imposible.
—Mentiroso —Mascullé entre dientes llena de rabia— Eres un maldito mentiroso.
—¡Cuida esa boca cuando me hablas a mí, niña! —Me advirtió quitando cualquier atisbo de humor de su rostro y tono.
—Calmémonos por favor— Habló el señor Bishop con voz severa— Creo, señorita Clearwather, que debería hablar con la niña a solas.
—Quisiera hablar con Isabella primero, si es posible —Pidió mirando a mi tutor.
Earl se encogió de hombros— Si la araña será problema suyo.
—¿Me acompañas a la cocina?
Sentí la manito de Jessica apretar la mía. Miré hacía abajo para encontrarme con sus ojos, estaba asustada y confundida.
—No me dejes sola —Murmuró bajito, sólo para que yo la oyera.
Le sonreí cariñosamente y acaricié su mejilla con mi mano libre— Nunca te voy a dejar sola.
Ella suspiró y me soltó— Ahora tú me tratas como si fuera una niña tonta, sabes que me refiero a ahora.
—Sólo será un momento —Me excusé, Jessica asintió y fue a sentarse al último peldaño de la escalera mientras yo caminaba hacía la cocina.
Supe que la mujer me siguió cuando oí la puerta abrirse y cerrarse, me apoyé en la encimera y me crucé de brazos. Leah se quedó de pie junto a la mesa y apoyó ambas manos en el respaldo de una silla.
Ella era exactamente como recordaba a mamá. Pero su cabello era más oscuros, negro, más liso. Me sentí terriblemente celosa en ese mismo momento, también era muy parecida a Jessica. Estaba mordiéndose el interior de la boca, igual como lo hacía Jessica cuando estaba nerviosa.
—Te quiere mucho —comenzó ella, supuse que refiriéndose a Jessica.
Simplemente asentí.
Ella suspiró.
—Tampoco ha sido fácil para mí, créeme —Continuó, y yo no respondí absolutamente nada, ella pareció entender que quería que hablara de una vez. — Nací aquí, mis padres se llamaban Sue y Harry Clearwather. Mi papá murió cuando tenía ocho años —Miró un momento la puerta meditabunda— Igual que Jessica ahora, recuerdo lo confundida que estaba, lo asustada…
—Ve al grano… Por favor —Pedí tratando de no sonar agresiva.
—Cuando cumplí dieciséis dejé a mamá —Prosiguió mirando sus manos está vez— Ella comenzó a verse con un hombre del pueblo y eso no me gustó para nada, ella era mi mamá, la esposa de mi papá, y no podía ser de nadie más.
Carraspeó y tragó saliva antes de continuar— Estaba celosa de Charlie, especialmente estaba celosa porque había otra niña que la llamaba mamá, tú.
—Era mi madre, ¿Cómo querías que la llamara? —Pregunté sin comprender.
—Sí, quizá la sentiste como tu madre, pero entiéndeme, estaba muy afectada por la muerte de mi padre, era una adolescente confundida.
—¿Sentirla como mi madre? —Interrumpí— ¿De qué estás hablando?
Levantó la mirada y la clavó en mí. No habían celos en esa mirada, ni rencor, había sorpresa genuina.
—¿No lo sabes? —Preguntó irguiéndose completamente sorprendida.
—¿Saber qué? Puedes ser clara de una vez, sólo estás persiguiéndote la cola y confundiéndome. —Exigí hablando muy rápido, cansada de esa extraña conversación.
—Sue no era tu madre —Respondió de un solo golpe aún pareciendo sorprendida— Tenías tres años cuando te conoció.
—Mentira —Murmuré automáticamente.
Leah murmuró algunas cosas que no oí mientras la habitación daba vueltas
—Estás mintiendo, Sue es mi mamá, lo sé, ella… yo… Jessica. —Mis brazos cayeron a mis costados y cualquier pensamiento sobre mí o mi ascendencia se desvaneció— Vienes a llevártela.
—Cálmate, tienes una cara fatal, siéntate un momento —Habló mientras rodeaba la mesa para llegar a mí, trató de tocarme pero me moví lejos de ella.
—No puedes llevártela, no tienes derecho —Comencé sintiendo la angustia subir por mi garganta.
—Es lo mejor para Jessica —confirmó tomando mis brazos finalmente, un sollozo lleno de desesperación se escapó de mí mientras negaba frenéticamente con la cabeza.
—No puedes quitármela, es mía, mi hermanita —Las lágrimas me nublaron la vista por completo a pesar de que caían como vertientes de dolor, seguían agolpándose en mis cuencas.
—¡Isabella, reacciona! —Exigió sacudiéndome, enfoqué mis ojos en ella que me miraba con una mueca de profunda seriedad— Conozco a Earl desde mucho antes que tú, sé la clase de bestia que es, sabes igual que yo que es lo mejor para ella.
—Yo la he cuidado todos estos años, yo he sido su madre, su padre, su hermana, su mejor amiga… —Continué fuera de control soltándome de su agarre.
—Y yo no pretendo quitarte tu lugar —Aseguró— Traté de conseguir la custodia de las dos, te lo juro, pero no hay ningún parentesco que nos una, Charlie y Sue ni siquiera estaban casados legalmente.
—No puedes llevártela, no puedes alejarla de mí…
—No la estoy alejando de ti —Su voz fue firme pero comprensiva— La estoy alejando de él. Has podido cuidarla lo sé y no sabes como me alegra pero que tal si un día no lo consigues ¿Podrías vivir con eso? ¿Podrías perdonarte el haberle causado ese daño pudiéndolo evitar?
Un mar de emociones me arrollo, y en un rincón pude distinguir un ligero sentir de alivio. Ella tenía razón. Me dejé vencer por las lágrimas y el dolor.
—No es justo —Mi voz a penas se oyó por la angustia y la desolación traducida en llanto.
Leah envolvió mi cuerpo con sus brazos y me apretó con fuerza, pensé por un momento que estaba abrazándome para consolarme, pero cuando ambas caímos al piso me di cuenta que me estaba desplomando y ella trató de sostenerme.
La puerta de la cocina se abrió: Una inquieta y ansiosa Jessica entró a toda prisa.
Sus ojitos se llenaron de preocupación y corrió hasta llegar a mí, se tiró de rodillas al suelo y me envolvió con sus brazos quedando prácticamente sobre mí, escondió su cabeza en mi cuello e inmediatamente sus sollozos se hicieron ensordecedores.
—Jess… —La voz susurrante de Leah apenas se escuchó, sin embargo mi hermana levantó la cabeza de golpe, sin dejar de abrazarme.
—¡No me digas así!—Exigió con los dientes apretados— ¡Nadie me dice así, nadie, sólo Bella! ¡Mi hermana! —su voz había subido varios tonos al punto de estar gritando— ¡Earl me dijo lo que quieres, pero no me voy a ir contigo, eres mala!
Me parecía tener la garganta anudada por completo, lo único que conseguí fue pronunciar el nombre de mi hermana de manera penosa.
—¡No, no llores, no me voy a ir! —Volvió a esconder su cabeza en mi cuello— ¡No te voy a dejar nunca! ¡Nunca!
Esa noche dormimos juntas. Yo sabía que sería la última, y al parecer mi hermana también porque no se durmió en ningún momento, aferrándose a mí, como si fuese a desaparecer.
Al día siguiente Leah habló con ella a solas, no sé que le dijo, ninguna de las dos me lo contó, pero Jessica salió con la expresión de una niña que ha dejado de serlo para siempre, como si en esa habitación se hubiese despedido de los últimos ápices de colores.
Caminó directamente hacía mí y envolvió mi cintura con sus brazos— Serás siempre mi sol, Bella.
Volví a llorar sabiendo que ya estaba hecho. Se la llevó en ese mismo momento, al día siguiente irían a las escuela por los papeles de Jessica y de ahí directamente al aeropuerto. Earl había accedido a cooperar para agilizar los trámites con una condición.
Yo no podía saber donde irían.
Jessica lloró y dio dos patadas al piso antes de respirar y calmarse para mirarlo llena de odio— Eres un desgraciado hijo de puta que se va a quemar en el infierno.
Supe en ese momento que ella debía alejarse lo más pronto posible de toda la mierda que había en Forks, incluyéndome.
El siguiente día fue un continuó mirar el reloj, no sabía a que hora irían, pero sabía que Jessica jamás se iría sin despedirse.
Estaba en la clase del señor Cullen cuando unos golpecitos en la puerta llamaron la atención de la clase.
—Siento interrumpir —En cuanto oí esa voz mi cabeza se levantó de golpe—Necesito a Isabella Swan un momento.
Leah vestía casual y junto a ella Jessica parecía una princesa con esa ropa y zapatos nuevos el cabello bien peinado.
—¿Pasa algo? —Preguntó el señor Cullen con el seño fruncido.
Leah negó con una sonrisa triste— Jessica quiere darle algo, será sólo un momento estamos retrasadas.
Mi corazón comenzó a galopar cuando Jessica avanzó hacía mi lugar al fondo del aula, sus ojitos estaban inyectados en sangre y su nariz estaba roja de tanto llorar.
—Pareces una princesita —Susurré acariciando su cabello con una mano y acunando su cara con la otra, besé su mejilla… Luego la otra… Su frente— Las princesa no lloran, Jess.
Trató de sonreír fracasando terriblemente.
—Pórtate bien —Pidió con la voz entre cortada, sonreí con los ojos cerrados. Era lo que siempre me decía cuando nos separábamos en la escuela, era su forma de decirme que no sería una despedida.
—Lo juro —Prometí, ella envolvió mi cuello con sus brazos con fuerza.
Me soltó de pronto y besó fugazmente mi mejilla dejando un papel en mi mano antes de salir corriendo fuera del aula.
Cubrí mi cara con ambas manos tratando de no desmoronarme en ese momento, no frente a todos esos idiotas. El silencio era absoluto.
—¿Isabella? —La voz del señor Cullen interrumpió suavemente el silencio.
—¿Pu –Pu… Puedo… Salir… Un momento? —Pregunté como respuesta sin quitar las manos de mi cara.
Ya no aguanté más y salí corriendo, llegué sin darme cuenta al estacionamiento, para ver como un taxi se alejaba.
Apoyé la espalda en la pared y resbalé lentamente hasta llegar al suelo. Estaba completamente pérdida, hecha pedazos, sentía que lo había perdido todo.
Sentí el calor de otro cuerpo, unos brazos rodeándome, sentí su aroma inconfundible y me apreté contra él como si quisiera fusionarme con su cuerpo y ya no existir más.
No dijo nada ni yo lo hice, pero que estuviera ahí sosteniéndome, hacía un mundo de diferencia.