Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.
Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.
Capitulo VIII.
Mentiras.
…......
Su mirada se dulcificó y su rostro cambio a compasión de la más pura que yo había visto, me sentí sumamente incomoda, cuando ella se quedo ahí en silencio, mirándome, como si entendiera y sufriera lo mismo que yo.
—Voy a llegar tarde a clases —Pronuncié torpemente, sintiéndome increíblemente incomoda, me giré una vez más y escapé de ella a toda prisa
…......
Me pasé el ultimo periodo convenciéndome de que nada importante iba a ocurrir tras confesarle a la consejera que lo de mis muñecas no había sido un accidente. Mucha gente en Forks lo sabía, es más, ella ni siquiera tendría la certeza de que era lo que pasaba realmente, podría haber sido una riña por allí, o un asaltante, cualquier cosa.
Con mi bolso colgando de mi hombro y mis libros abrazados a mi pecho, miré el cielo absolutamente nublado tratando de calmarme.
Si Earl se enteraba que había hablado de más me iba a matar, debía sumarle que no estaba muy contento con mi nueva actitud desafiante. Cerré los ojos tratando de que el ruido que había en el frontis de la primaria me distrajera de mis preocupaciones, los estudiantes ya estaban marchándose del lugar con prisa para evitar la lluvia que el cielo amenazaba con dejar caer, y en eso estaba cuando unos labios fríos y suaves acariciaron mi mejilla.
Di un pequeño salto sorprendida y me giré para ver quien me había besado, encontrándome con la sonrisa de Edward.
—¿Te aseguras de que el cielo no se vaya a caer? —Preguntó mirándome divertido.
—Nunca se sabe —Respondí tratando de sonar tranquila, pero no podía quitarme la preocupación de encima.
Edward frunció el seño enseguida y dio un paso más cerca de mí— ¿Qué pasa? —Su voz dejó la suavidad y se tiñó de agresividad y preocupación. Puso una mano en mi mejilla y me obligó a mirarlo— ¿Emmett…?
—No —Lo interrumpí negando con la cabeza— Ni siquiera lo he visto —Expliqué rápidamente— No pasa nada, en serio.
—Si todo esto de mantenerme lejos es por Emmett, créeme, estoy lejos de ser como él —Su voz sonaba a disculpas y sus ojos eran amables— Estoy lejos de pensar como él.
Sonreí sinceramente, Edward era tan lindo, pero no sólo de un modo físico, su voz era suave, sus ojos eran intensos, sus palabras eran tan dulces que parecían anestesiarme y su sonrisa hacía que Forks pareciera el lugar perfecto para vivir.
—Lo sé, he estado ocupada, eso es todo —Mentí, mientras veía como Jessica salía del edificio— Me tengo que ir —Hablé rápidamente haciendo un gesto con la mano a modo de despedida.
Edward tomó mi muñeca y me impidió avanzar— Prometiste que hablaríamos.
—Y hablamos —Respondí sintiéndome muy tonta por escapar de él, pero sin poder evitarlo— Suéltame por favor.
Yo podría haberlo hecho, Edward no estaba ejerciendo presión, era casi una caricia, pero no me sentí con el valor de hacerlo.
—No puedo —Dijo él pareciendo sufrir otra vez— Bella estás matándome.
Su mano libre tomó la mía y comenzó a acercarse despacio.
—¿Todo bien? —La voz fría de la señorita Hale nos sobresaltó a ambos, ella tenía la vista clavada en la mano que envolvía mi muñeca— Creí oír que la señorita le pidió que la soltara.
Fue extraño, como si la imagen de nosotros en esa posición la molestara de sobre manera, sin embargo no le di importancia porque, me había dado la excusa perfecta para huir y así lo hice, miré por sobre mi hombro cuando llegué junto a Jessica y noté que estaba teniendo una discusión con la consejera escolar.
No pude dejar de sentirme incomoda y culpable, después de todo, él parecía estar pasándolo realmente mal y yo estaba siendo sumamente egoísta ni siquiera había intentado averiguarlo.
…
—Ni siquiera estás escuchándome —Levanté la mirada y me encontré con la sonrisa de la señorita Hale— ¿Dónde esta tu cabecita hoy?
Suspiré acomodándome en el sofá de su oficina donde estaba sentada, habían pasado tres días desde que había hablado con Edward y me pasaba la mayor parte del tiempo pensando en él.
—Cosas de la edad, supongo —Respondí sonriendo también.
Ella era agradable, decidí. Miré su traje claramente caro y su postura perfectamente erguida y profesional, me daba un poco de envidia, era tan bonita, fuerte y autosuficiente.
Nuestras sesiones se habían transformado en un continuo parlotear sobre cosas que no tenían mucho sentido, pero era definitivamente agradable, tomar el té y comer galletitas que ella misma llevaba de su casa, era nuevo.
Algo bueno.
Preguntó un par de veces sobre mi familia y sobre Edward, ella decía que él le parecía peligroso, y yo sólo pude sonreír y decir que eso lo hacía aún más guapo de alguna manera, ella frunció el seño y guardo silencio.
Y decidimos juntas, que para no interferir con mis clases y secretamente para joder al señor Cullen, yo regresaría a su clase y algunos días a la semana ella y yo almorzaríamos juntas.
—No me parece que necesites terapia o que seas un problema —Había dicho, para luego manifestar discretamente que quería que siguiéramos viéndonos.
Era un truco para que confiara en ella, pero no me importaba demasiado, no había mucho que perder.
Nada, en realidad.
Al día siguiente entré al salón del señor Cullen y él me miró con una ancha sonrisa.
—Bienvenida, otra vez, Swan —Rebuscó algo entre sus cosas en el escritorio y me tendió finalmente mi cuaderno blanco— Ya que te reincorporas, debes continuar con tu proyecto.
—Gracias —Pronuncie desconfiada, frunciendo el seño.
Él negó con la cabeza y no parecía caber en su gozo, su actitud era extraña, pero supuse que habría hablado con la señorita Hale y finalmente había entendido que yo no era una de las siete plagas.
—No te preocupes, pero adelante, toma asiento por favor, la clase comenzó, el saber no espera —Bromeó guiñándome el ojo y mi cara de asombro debió ser muy cómica.
Me reí un poco, nerviosa y me di la vuelta para ir a mi lugar, pero en cuanto mis ojos se posaron en él, la sonrisa se desvaneció. Angela Webber estaba ahí, ocupando mi sitio, riendo de algo que seguramente Edward había dicho, había bastante alboroto en el salón y seguramente nadie además de los que estaban adelante habían notado mi entrada. Ni Edward que miraba su cuaderno sonriendo.
—Oh… Olvidé decírtelo, di una tarea hace unos días y es en parejas mixtas, así que tuve que mover a algunos que estaban solos —Su tono era una burla con todas sus letras— ¡Angela! —La voz suave y cariñosa del señor Cullen me hizo clavar la mirada en el piso.
—Sí, señor Cullen —Su respuesta fue tanto cortes como afectuosa y supe que todos me estaban mirando cuando él puso sus manos enormes en mis hombros y el salón quedó en silencio.
Yo no miré a nadie.
—¿Podrías explicarle a tu compañera de que se trata la tarea de esta semana?
—¡Claro! —Respondió en seguida y se aclaró la garganta— Se trata sobre las decisiones y responsabilidades, esta semana nos asignaron esposos y esposas, por eso debían ser parejas mixtas.
Levanté la mirada de golpe y la clave instintivamente en Edward, que también me miraba, pero no había expresión en su rostro— Ya que no estabas, yo soy la señora Cullen hasta la próxima semana —Murmuró esta vez más bajo y la miré a ella debatiéndome entre darle un puñetazo o una patada.
Se había sonrojado al hablar y su sonrisa era tímidamente feliz. Estaba presumiendo.
—Supongo que seré la solterona de la clase —Mascullé mal humorada, nadie excepto el señor Cullen me oyó y se echo a reír encantado de haberme jodido el día, seguramente.
Un carraspeó llamó la atención de la clase y un chico que ni siquiera recordaba levantó la mano casi como si le doliera hacerlo— Yo sigo sin pareja.
Por instinto lo primero que hice fue mirar a Edward que ahora estaba mirando al chico rubio en cuestión, frunciendo el seño.
Escuché que el señor Cullen resoplaba y murmuraba un “Demasiado bueno para que durara”
—Swan, te presento a tu esposo —Me guió hasta la mesa del fondo y me señaló al atractivo muchacho— Mike —suspiró exageradamente y le puso una mano sobre el hombro— Lo siento compañero y suerte.
Me senté completamente roja de la vergüenza, nada que ver con el adorable sonrojo femenino de Angela, pensé. Mientras oía las risas explosivas de todos por el chiste de mal gusto.
—Bella era mi compañera en primer lugar —La voz de Edward se oyó entre las carcajadas y estas comenzaran a disminuir para oír lo que él decía, seguramente— Debería ser mi esposa.
Tuve que contener la sonrisa al ver la cara de sorpresa de Angela, parecía un pez que acababan de sacar a fuerza del agua.
—Ya tienes esposa y la bigamia es un delito, Cullen —Comenzó el maestro— Además, no puedes cambiar una esposa así como así, la vida es más complicada que eso.
—Si no la hubieras sacado de la clase no habría que hacer ningún cambio —Protestó Edward y la cara del maestro dejó de ser amable.
—Por mí esta bien —Habló el chico junto a mí, ni siquiera lo miré.
—¿Swan? —Inquirió el señor Cullen impaciente, me encogí de hombros y murmuré— Es sólo una tarea.
—Acaban de rechazar tu propuesta de adulterio Cullen, sólo una pequeña muestra de lo que hacen las malas elecciones —Habló burlón otra vez.
La charla con Mike fue monótona y aburrida, sin embargo él parecía cada vez menos reticente y más dispuesto a conocerme. No reparé en ello realmente, no me interesaba hacer o fingir amistad con nadie.
Cuando sonó el timbre salí disparada oyendo la maldición de Edward detrás y pensé que aquella situación de escapes y evasivas no podía durar para siempre.
En especial, no cuando le echaba tanto de menos.
Me quejé en voz alta cuando me di cuenta de que había olvidado mi cuaderno en el salón del señor Cullen, me di la vuelta y volví sobre mis pasos, lentamente, tardando mucho más de lo necesario para evitar encontrarme con quien fuera.
Cuando llegué el lugar estaba vacío, excepto por Edward que estaba sentado donde yo lo había estado y miraba fijamente el cuaderno blanco cerrado. Avancé despacio hasta llegar junto a él y se levantó de un salto cuando notó que lo había descubierto.
—Olvidaste esto —Farfulló extendiéndome el cuaderno.
Sonreí y lo acepté sin mirarlo a él.
—¿No me hablaras? —Preguntó claramente molesto— ¿No me miraras nunca más? ¿Fingirás que no estoy cada vez que te encuentres conmigo?
—No sé de que hablas —Respondí, sin mirarlo aún, sintiendo la incomodidad en el aire.
Él bufó y posó ambas manos en mi rostro obligándome a mirarlo— No puedo hacer nada con Emmett es un idiota, pero es mi hermano, y ya he hecho de todo para que te deje en paz, ya no sé que más…
—No se trata de él, Edward —Respondí finalmente dispuesta a de una vez por todas, ser sincera.
—¿No? —Preguntó confundido y endureció el gesto— ¿Es por Newton? Se les veía muy bien juntos —Continuó con voz dura.
Clavé mis ojos en los suyos y traté de transmitirle lo absurdo que era aquello y que me hería que él pensará eso de mí. Yo le había dado mi primer y único beso, porque le quería, no porque fuera por ahí de un chico a otro.
—Es por mí —Susurré— Por mí, por ese beso que me diste, por todo —Traté de explicarlo pero me era difícil, sentía vergüenza de mi inexperiencia, de mi torpeza verbal, estaba nerviosa y asustada.
Pareció incluso más enojado, esquivó mi mirada y quitó sus manos de mis mejillas rápidamente— Entonces sólo se trata de mí y lo lejos que me quieres de ti —Afirmó mientras una cínica sonrisa se abría paso en su boca— Debiste empezar por ahí.
Me sentí increíblemente triste al ver el muro que él levantó rápidamente entre los dos y que no estaba ni remotamente cerca de entenderme.
Murmuré que no se trataba de eso, pero él sólo respondió con una risa falsa y burlesca. Me miró un momento y fue exactamente igual a como el señor Cullen me miraba, como si todo lo que yo era le produjera rechazo. Bajé la mirada al piso.
—No me mires así —Susurré abrazando con más fuerza mis libros
—¿Y por qué no? —Su voz fue violenta y grosera— ¿Eres demasiado buena para que alguien como yo te mire?
—Yo no he… —Traté de responder pero el me interrumpió empujándome sin hacerme el menor daño y acorralándome contra la pared con su cuerpo casi pegado al mío y su rostro a un par de centímetros.
—No eres la gran cosa, Isabella —Escupió mirando directamente a mis ojos, transmitiendo desprecio— No eres nada —Continuó, mientras mis ojos se llenaban de liquido y mi estomago se contraía creando un vacío que subía hasta terminar en un doloroso nudo en mi garganta.
—Me besaste —Susurré, arrepintiéndome en el acto. Su sonrisa fue cruel y sus palabras rompieron algo dentro de mí que estaba segura jamás volvería a su lugar.
—Borracho —Cerré los ojos en cuanto lo oí y murmuré que por favor me soltara, pero parecía no escucharme— Ni siquiera estaba consiente de que eras tú.
Un sollozó escapó sin mi consentimiento humillándome incluso más, y ya no pude contener las lágrimas que comenzaron a escurrirse de mis ojos aún fuertemente cerrados.
Dejé de sentir el calor de su cuerpo y abrí los ojos, encontrándomelo a un paso de distancia mirándome entre desconcertado y arrepentido.
—Estás llorando —Murmuró cambiando completamente el semblante, como si realmente aquello significara el mundo.
Oí la puerta del salón abriéndose con fuerza y la señorita Hale entró echa un torbellino directo a mí, su abrazo fue inesperado y reconfortante.
Detrás de ella el señor Cullen con el seño fruncido pareciendo igual de alterado que ella.
—¡Esto es ridículo! —Bramó parándose junto a su hermano— ¡Absolutamente ridículo!
—¿Qué diablos…? —La pregunta de Edward fue interrumpida por la colérica voz de la consejera escolar.
—¡No vas a negar esto Cullen, no lo harás! —Su voz fue profunda y afilada— ¡No me interesa lo que pienses de ella, no me interesa si él es tu hermano o el Dalai Lama! —Continuó inflexible cambiando la posición para abrazarme sólo con un brazo y poder estar de frente a los hermanos Cullen— Lo he visto —Masculló apretando los dientes e inclinándose ligeramente hacía ellos, casi como si quisiera saltarles encima.
—Es circunstancial —Respondió el señor Cullen del mismo modo que ella— Has visto lo mismo que yo, dos muchachos discutiendo, eso no significa…
—No vas a enseñarme a mí lo que significa o no.
Lanzó una última mirada a ambos, una mirada llena de asco y reprobación, que no comprendí, luego me guío fuera del salón y realmente no me importó. Podría arrastrarme al infierno y a mí me habría dado igual.
Llegamos a su oficina y no me soltó hasta sentarme en el sofá junto a la mesa plegable, ella se movía nerviosa de un lado a otro, alterada, tratando de calmarse inhalando y exhalando repetidas veces, pasaron varios minutos hasta que se sentó junto a mí y tomó mi rostro con ambas manos.
—Ya no llores, no volverá a hacerte daño —movió suavemente sus manos y limpió el agua en mis mejillas.
—Esta bien… —Balbuceé, negué con la cabeza pensando que no podía ser más humillante y traté de calmarme— Estoy bien.
—No —Afirmó ella obligándome a mirarla— Jamás esta bien —Pronunció cuidadosa, mirándome gravemente.
Fruncí el seño confundida, no parecíamos hablar de lo mismo.
—No estoy segura de entender.
Ella negó con la cabeza, comprensiva y amable— No estás sola y es lo único que tienes que entender, hablaremos con tu tío sobre esto, él te apoyará y yo lo haré también.
Definitivamente eso era lo último que yo quería o esperaba oír.
—No hay nada que él deba saber, es una tontería, yo puedo resolver… —Traté de explicar soltándome de su agarre y poniéndome de pie justo cuando la puerta era abierta sin preámbulos, por ella entró el señor Cullen y Earl.
Sentí que las piernas no me sostendrían y tuve que volver a sentarme, Jessica entró de la mano con él, mirando el piso, parecía culpable, triste, avergonzada y cada célula de mi cuerpo entró en pánico y desesperación.
—¿Qué haces, Cullen? —Preguntó la consejera poniéndose de píe frente a mí protectoramente.
—Tu trabajo —Respondió él secamente— Rosalie, te presento al señor Earl Higginbotham y su sobrina Jessica Swan.
Traté de tragar el nudo en mi garganta para poder hablar, pero parecía demasiado grande.
—¿Señor Higginbotham? —Preguntó la señorita Hale enderezándose.
—Earl —Respondió con una sonrisa que pasaría por cualquier cosa menos por sincera.
—¿Es usted el tío de Bella? —Volvió a preguntar como si no se lo creyera del todo.
—Y su tutor legal también —Respondió con un asentimiento— ¿Puedo saber cual es el problema?
—Tome asiento por favor —Pidió recobrando por completo su papel de mujer eficiente y sería— Hay cierto asunto delicado que quiero tratar sobre su sobrina, Isabella.
Earl se sentó en una de las sillas frente al escritorio, el seño Cullen lo imitó en la que estaba junto a él y Jessica hizo ademán de acercarse, pero él tiró ligeramente de su brazo y con sólo una mirada le exigió que se quedara en su lugar.
Sentí más frío que nunca.
—Al principio pensé que eran cuestiones de la edad —Comenzó la señorita Hale cuando estuvieron todos instalados— Que no se trataba de nada fuera de una actitud rebelde debido a los cambios que había sufrido últimamente; La muerte de sus padres, el cambio de ciudad…
—Eso no es reciente —Intervino el señor Cullen— Ya ha pasado bastante tiempo como para que podamos decir que fue “Últimamente”
—Su sobrina es abusada, señor Higginbotham —Continuó ella, sin prestar atención a su colega, entrelazando sus dedos sobre el escritorio mirando directamente a los ojos a Earl, quien permanecía imperturbable— Y veo que no es una sorpresa para usted… —Reflexionó en voz alta frunciendo el seño ante la cara de fastidio de mi tutor.
Vi la intención de hablar del señor Cullen, vi como la señorita Hale pretendía continuar, y vi como Earl parecía estar haciendo un tramite en el banco en lugar de estar siendo acusado de abuso.
Pero fue otra boca la que habló— Es mentira —La infantil, pero segura voz de Jessica se escuchó con claridad.
—Querida esto es asunto de gente grande ¿Si? —La señorita Hale la habló con gentileza, pero con la voz impregnada de impaciencia.
—Déjela —Habló Earl mirando a Jessica, mientras ella sólo miraba el piso— La niña me lo ha contado todo hace un momento.
—¿De qué esta hablando? —Preguntó con la frustración claramente en aumento.
—El tío Earl jamás le ha golpeado, es mentira, ella misma se hace daño para que la gente se compadezca, pero no es verdad, tío Earl es bueno —Las palabras salieron despacio de su boca y miraba directamente a los ojos a la señorita Hale.
Y el dolor que me atravesó el corazón estaba lejos de ser porque ella estuviera defendiéndolo, ni por el hecho de estar mintiendo con tanta eficiencia. Sentí que el alma se me caía a los píes al pensar en que debió decirle o hacerle para que ella se viera obligada a dar aquel discurso.
El señor Cullen frunció el seño y la señorita Hale alzó las cejas hasta casi toparse con su cabello.
—¿Y por qué yo habría de creer que tu tío le hizo daño a tu hermana? —Preguntó tan aturdida que probablemente haya sido un pensamiento que se escapó.
Earl frunció el seño y pareció perturbado por primera vez, sus ojos amenazantes se clavaron en mí sólo un momento antes de clavarse en el frágil cuerpo de mi hermana.
Y el pánico otra vez.
—Nadie me ha hecho daño, nadie lo ha hecho —Hablé rápidamente— Jessica no tiene nada que ver en esto, es sólo una niña que dice tonterías.
Una risa forzada salió de entre mis labios mientras me ponía de pie otra vez— ¿De dónde ha sacado la tontería del abuso señorita Hale? Nadie jamás me ha puesto una mano encima.
—Las marcas en tus muñecas —dijo ella frunciendo el seño—admitiste que no fue un accidente…
Y no sé si continuó hablando porque sólo pude ver como Earl apretaba el antebrazo de Jessica con tanta fuerza que esta tuvo que cerrar los ojos.
—Por favor, no —Murmuré, aunque mi intención era hacer una suplica fuerte y clara, pensé que sólo jodería más las cosas.
—Earl —Habló el señor Cullen con una sonrisa, captando su atención, al ver la actitud amable del maestro se relajó evidentemente— Son niñas, hay que dejarlo correr, seguro la señorita Hale ha mal interpretado todo —Sacudió la cabeza como si nada tuviera importancia y le estiró la mano a mi hermana quien no dudó en tomarla, sus ojitos estaban llenos de pánico disimulado.
—Apuesto que sabiendo lo mentirosa que es tu hermana te has esperado lo peor —Le habló con dulzura y Jess me miró, asentí tratando de expresar con los ojos que debía seguir mintiendo.
Y con lo lista que siempre fue mi hermana lo captó enseguida— Sí, señor, no quiero que meta a tío Earl en problemas por sus mentiras.
—Eso pensé —Levantó la mirada y la cruzó con Earl que lo miraba atentamente— Antes metió en líos a mi hermano, es un cabeza dura y algo rebelde pero jamás, golpearía a una mujer —Dijo esto último mirando a la señorita Hale— Créeme Rosalie, sería el primero en molerlo a golpes si se atreviera a hacerlo alguna vez.
Y entonces todo calzó y sentí la imperiosa necesidad de gritar, aquello era una locura.
—Lo vimos através de la ventana Cullen, tu hermano tirandola contra la pared, amenazándola de cerca, intimidándola, conozco a los de su calaña y si no hubiésemos intervenido a tiempo, tendría más cardenales.
—¡No fue así! —Interrumpí completamente sorprendida— No me hizo daño, jamás lo ha hecho.
—Isabella… —La señorita Hale se levantó y se paró frente a mí mirándome a los ojos— No debes protegerlo.
—Claro que no —Respondí tratando de mostrarle que estaba siendo sincera— Porque no ha hecho nada malo, el señor Cullen tiene razón, es algo testarudo y tiene mal carácter, pero jamás me ha tocado, fui yo quien retrocedió hasta la pared, él no me estaba amenazando, no me hizo daño.
—Estabas llorando —Apuntó ella.
—Porque me dijo que no… —carraspeé y esquivé la mirada de todos sintiéndome muy avergonzada— Él me aclaró que no esta interesado en mí.
Hubo un silencio que se prolongó por varios minutos y finalmente ella me hizo mirarla a los ojos— ¿Podrías asegurarlo?
—Podría jurar sobre la tumba de mis padres que Edward jamás me ha golpeado o maltratado.
—Bien, esto ya esta arreglado —El señor Cullen se puso de pie y le tendió la mano a Earl que seguía sentado— Lamento haberte hecho venir amigo, pero comprenderás que las acusaciones a mi hermano eran graves.
Mi tutor se levantó también y estrechó su mano, probablemente sintiéndose tranquilo al ver el dedo acusador lejos de él.
Se encogió de hombros sin mirar a nadie— Los chicos son chicos, y nadie mejor que yo sabe lo difícil que es lidiar con ella —Comentó apuntándome con su cabeza.
El señor Cullen sonrió encantado— Créeme Earl, tengo una idea muy clara de ello.
Ambos hombres rieron de la broma ridícula, mientras Jessica se soltaba y caminaba hacía a mí.
—Perdóname —Susurró mirando el piso, sonando completamente angustiada.
—Isabella, Jessica —La voz de Earl volvió a ser dura— Nos vamos.
—Tenemos clases —Habló rápidamente mi hermana, y vi que iba a seguir hablando así que la interrumpí.
—Yo me voy contigo,… Tío —Pronuncié tratando de no se notara el asco que me producía llamarlo así.
Comencé a caminar a la salida pero Jessica volvió a hablar— Pero tienes examen, con el señor Cullen —Habló dejando ver un poco de desesperación.
Y rogué porque el señor Cullen no la dejara en evidencia, aquello era una mentira y todos ahí lo sabíamos, menos Earl.
Yo debía irme con él en ese momento, así Jessica no vería la rutina de castigos de Earl, así ya no estaría furioso cuando ella llegara, me aseguraría que se desquitará por completo conmigo.
—Cierto —Intervino el señor Cullen pensativo— No puedo mover este examen Earl, si te la llevas probablemente reprobara.
Sin cambiar la expresión de su rostro y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.
Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello. Eso era todo lo que importaba.
ahh me encato de verdad que lo ame ya quiero leer el proximo capitulo y matar a edward por tonto y a emmet ahh
ResponderEliminargracias por el capi de verdad y gracias por continuar tus historias