jueves, 22 de septiembre de 2011

Sueño de Amor - Capitulo IX

Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer


Capitulo XI.


                                                                                   Como si no fuera suficiente.

......
Una sonrisa cruel se posó en sus labios y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.

Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello.  Eso era todo lo que importaba.

……

No fue tan malo en realidad, sólo algunos gritos, una bofetada, un par de patadas en el calor de la discusión, debía agradecer mi suerte, ni siquiera quedarían marcas. Más tarde fui por Jessica, caminando despacio, llegué temprano y mientras esperaba saqué el cuaderno blanco de mi bolso, lo miré unos instantes.

Pensé que era ridículo, había sobrevivido a muchas cosas, no era como si el que Edward pensara que yo no era suficiente para él fuera a terminar conmigo. Pero me sentía tan perdida.

Me senté en el suelo con las rodillas pegadas al pecho y puse sobre ellas el cuaderno para  comenzar a escribir en él:

“Estoy tan muerta…”

No podría asegurar cuando tiempo estuve así o cuanto fue lo que escribí, sin embargo, las hojas avanzaban y yo me sentía cada vez un poco menos ahogada.

—No sabía que te gustaba escribir —La voz pequeña y llena de vergüenza de mi hermana llamó mi atención, cerré el cuaderno en seguida y me levanté rápidamente sacudiendo mi ropa.

—Hey, Jess —Saludé sonriendo afectuosamente— Ni siquiera oí el timbre, lo siento —Me excusé pasando un brazo sobre sus hombros y comenzando a caminar. Ya todos los niños estaban fuera de la primaria haciendo ruido. La oí suspirar entrecortadamente, y vi como pestañeaba para contener las lágrimas, la abracé más cerca de mí mientras seguíamos caminando tratando de reconfortarla, pero sabiendo que no apreciaría que me detuviera en medio de sus compañeros y la consolara en público. A lo lejos vi al señor Cullen mirándonos fijamente con el seño fruncido, yo no quité la mirada y a pesar de lo que pensé, fue él quien se rindió primero y agachó la cabeza.

Ni siquiera lo pensé demasiado, simplemente apuré el paso, si él estaba por ahí, su hermano podría estarlo, y ya había tenido más que suficiente por un día.

Al día siguiente salimos de casa con la advertencia clara, no podíamos hablar con nadie y al salir de clases debíamos ir directo a casa. Por mí estaba bien, de todos modos, ese era el plan.

La señorita Hale no fue a trabajar ese día, al parecer estaba enferma, así que me pasé la hora del almuerzo en su oficina leyendo uno de sus libros, esperaba que no le molestara, pero no me sentía con el animo de estar en la cafetería o la biblioteca donde siempre había tanta gente. El libro me resultó increíblemente interesante y me perdí del mundo mientras me adentraba en él.

Cuando el timbre sonó, pensé en llevármelo porque aún no lo había terminado, pero supuse que habría sido demasiado sacarlo sin permiso, así que lo deje en su lugar y volví a la realidad.

Una que no me gustaba nada, porque debía ir a la clase del señor Cullen.

Me moví con pereza por los pasillos y llegué justo cuando él lo hacía, no lo miré, simplemente entré esquivándolo y caminé al lugar vacío junto a Mike, me saludó amablemente y yo le respondí con una sonrisa sin mirarlo. No me apetecía mirar a nadie.

Trabajamos sobre la tarea de la semana, haciendo un presupuesto de gastos e ingresos mensuales para mantener una casa y como reaccionaríamos ante la llegada de un hijo no planeado o que haríamos ante una posible infidelidad. Trabajé sobre el presupuesto y dejé a Mike responder lo demás. Cuando el timbre sonó mi compañero ya había terminado, así que se despidió y se fue mientras yo terminaba el presupuesto.

En cuanto terminé vi que aún quedaban varios alumnos en el salón y en el escritorio del señor Cullen estaban Tayler, Laureen y Angela charlando animadamente, Edward se acercó y dejó un montón de papeles sobre el escritorio y se quedó ahí oyendo en silencio, con la mirada clavada en los papeles que acababa de dejar.

Moví mis ojos a mis manos y fruncí el seño ¿Por qué me escondía? ¿Había alguna razón para sentir vergüenza?

Ninguna, en absoluto.

Me levanté convencida de que si alguien debía sentir vergüenza eran ellos, por ser tan ciegos, por ser inútiles y egoístas, pensé que si alguien debía sentir vergüenza, debían ser esos que permitían que un ángel como Jessica sufriera como lo hacía.

Recordé la noche pasada y como se removió y lloró en sueños toda la noche pidiéndome perdón, pidiéndole perdón a mamá por no cuidar de mí. Mi hermanita de ocho años.

Tomé las hojas y  pestañeé, no volvería a llorar en público, no me volvería a humillar jamás. Caminé con  tanta determinación que me sorprendió no dejar una línea de fuego a mi paso.

Una sonrisa floja se plantó en mis labios tras el ridículo pensamiento, me parecía cómica la manera en la que a veces me sentía una super mujer, capaz de enfrentarme a las bestias y otras no era más que una rata cobarde, insignificante y asustada…

Era parte de ser humano, supuse. La gente siempre sentía miedo a veces rayando en lo ridículo, como el miedo del señor Cullen de que corrompiera a su corrompido hermano, o el de los señores Webber de que Jessica o yo nos robáramos una cuchara, o el de la gente del pueblo que temía que fuéramos una mancha en su preciosa comunidad...

Aminoré el paso a medida que llegaba al escritorio, acobardándome bastante más de lo que me gustaría aceptar, tenerlos de frente no era lo mismo que a un par de metros. Pasé la correa de mi bolso sobre mi cabeza y lo acomodé para llevarlo de una forma más cómoda, no me detuve al hacerlo y mis pies se enredaron con algo que había en el suelo que no vi por estar maniobrando con mi bolso, mis libros que llevaba en la mano y las hojas de la tarea.

Iba directo al suelo, pero instintivamente busqué algo en lo que pudiera sostenerme encontrando la punta de una mesa con mi mano derecha, el movimiento fue tan torpe que sólo logré desviar la caída y terminé desplomándome sobre una silla haciendo mucho ruido en el proceso.

Me levanté tan rápido como pude volviendo a mi camino, ahora todos estaban mirándome, Angela, Laureen y Tayler riendo de mi pequeño traspiés, el señor Cullen se había levantado de su silla. Los Cullen no reían, me miraban como si fuese un huevo que debería estar quebrado por la pequeña caída.

—Que torpe, Swan —Murmuró Tayler, provocando que la risitas discretas de Angela y Laureen aumentarán.

No levanté la mirada y dejé los papeles sobre el escritorio sin detenerme, tratando de salir lo más rápido posible de ahí. Ni siquiera había notado cuando mi cara comenzó a calentarse hasta que el viento helado al salir del edificio me provocó un escalofrío por el contraste.

Boté todo el aire de mi cuerpo y con una mueca murmuré— Vida de mierda…

Oí mi nombre a lo lejos y me giré enseguida reconociendo la voz, los pasos rápidos antecedieron a la figura de Edward saliendo del edificio también.

—¿Estás bien? —Preguntó sin aliento por la carrera.

Se paró justo frente a mí, mirándome como si realmente le importará, como si nunca hubiese pateado mi corazón y por qué no decirlo, mi autoestima, el día anterior.

—Perfectamente, gracias —Respondí con toda la compostura que fui capaz de reunir, sorpresivamente, fue bastante.

Volví a girar sobre mi misma y caminé sin importarme donde, simplemente, alejándome a paso firme de él.  El sonido de sus botas hundiéndose en la nieve, me previno que volvía tras de mí.

—¡Oye! —Habló mientras se paraba frente a mí impidiéndome pasar— Quiero… Hablar.

Titubeó, esquivó mi mirada. Estaba molesto, se iba a disculpar, probablemente porque el señor Cullen se lo habría pedido para no tener más malos entendidos.

Y una mierda, no estaba interesada en eso.

—Quería, disculparme… Por… —Parecía que buscaba las palabras, que estaba haciendo un maldito esfuerzo sobre humano.

—Oye —Lo imité cruzándome de brazos para contener las ganas de darle un empujón, mi voz fue dura y consiguió que finalmente me mirara— No me interesa y francamente…

Frunció el señor y habló sobre mi voz— Estoy tratando de disculparme, puedes cerrar la boca un momento —Pidió agresivamente haciéndome retroceder un paso, que volví a avanzar en seguida.

—No —Respondí realmente enojada— ¿Por qué lo harías? —Pregunté sin esperar respuesta y una risa extrañamente cínica salió de mí— No quieres hacerlo y yo no quiero escuchar esto, así que déjame en paz.

Volví a caminar rodeándolo, logré avanzar unos cuantos pasos furiosos cuando lo oí gritando.

—¡Porque lo que hice estuvo mal, maldita sea! ¡Y lo siento, carajo! ¡¿Puedes dejar de ser caprichosa y oírme?!

Me giré otra vez sobre mí, estábamos a unos cuatro metros de distancia y los recorrí en un santiamén.

—¡Me besaste! —Le grité aunque estábamos frente a frente, esta vez no reprimí el empujón y se lo di— ¡Mi maldito primer beso y me lo robaste borracho! —Volví a gritar sintiendo la tristeza subir por mi garganta, le di otro empujón, que ni siquiera lo movió, gemí frustrada y pasé mi mano derecha por mi cara y cabello— Ni siquiera me importó, eras tú y fue perfecto.

Parecía completamente sorprendido y afligido— Lo siento, escucha, de verdad yo…

Le di otro empujón interrumpiéndolo— Cállate —Mascullé con rabia— Sé que lo sientes, que no quisiste besarme, ni siquiera sabías que era yo —Continué tratando de calmarme— Tuve un enamoramiento estúpido por ti, porque pensé que eras diferente, pero vi cosas en ti que no existen— clavé mis ojos en los suyos y lo miré con lo que esperé fuera una mirada parecida a la que él me había dado— Pero no eres más que otro idiota.

Y me volví a girar, tratando de irme, esa vez, no me detuvo, ni miré atrás.

Era injusto ¿Con qué derecho me había escogido como su saco de boxeo? Que se fuera a ser un idiota con Angela, porque a mí ya no me cabía más veneno en el cuerpo.

Me salté la última clase volviendo a la oficina de la señorita Hale, Earl pasaba de vez en cuando a la escuela a justificar mis faltas  y la de Jessica, nunca recordaba cuantas eran por su culpa, así que podía permitirme hacer lo que se me diera la gana de vez en cuando. Además necesitaba un respiro o comenzaría a acuchillar gente.

Más tarde ese día cerca de las ocho de la noche, estaba en el baño de la primera planta en casa trenzando el cabello de Jessica, ella seguía avergonzada y dolida por haber dicho mentiras sobre mí a la señorita Hale y el señor Cullen, no importaba cuantas veces le dijera que no importaba, en su pequeña cabecita testaruda pensaba que todas mis desagracias eran culpa suya…

Si sólo entendiera que ella era toda la alegría que había en mi vida.

Tampoco me quiso decir con que la amenazó Earl para hacerla mentir con tantas ganas, creo que en el fondo, eso era lo que la tenía más angustiada y en consecuencia, a mí.

Acaricié su cabeza cuando terminé— Eres la niña más bonita que he visto en mi vida —Comenté mirándola a través del espejo, ella sonrió y levantó la mirada al espejo también, pero mirándome a mí.

—Quiero llegar a ser tan bonita como tú —Respondió haciéndome reír abiertamente, la parte cómica era que ella realmente veía en mí una figura de belleza y poder a la cual imitar.

Besé el tope de su cabeza al mismo tiempo que oía el timbre  de la casa— Me superaste al nacer, tontita —Susurré poniendo mis manos en sus hombros para guiarla fuera del baño.

Al llegar a la sala mi hermana se sentó en uno de los sofás y encendió el televisor, Earl llegaría cerca de las diez, así que ella podía ver el canal Disney hasta ese  momento.

Estaba tan distraída que no pregunté quien era através de la puerta, ni abrí sin sacar la cadena para ver sin que se abriera por completo, como solía hacer. No, simplemente abrí la puerta, hasta atrás, con una sonrisa aún por Jessica, y todo ocurrió en un segundo.

Un montón de porquerías me saltó encima, bañándome por completo, vi varías figuras correr y oía sus risas, mientras mi hermana jadeaba y corría hacía afuera.

—¡¡Cobardes!! —Gritó pasando junto a mí con  toda la intención de perseguirlos, estaba pasmada en mi lugar, bañada en una sustancia viscosa que olía a huevos descompuestos y orina, mi mente no procesó nada, hasta que vi como Jessica llegaba cerca de la calle alcanzando a uno de los bromistas tirando de su chaqueta, ella seguía gritando y se aferró al chico tratando de detenerlo, supuse. Me descongelé en el acto y corrí hasta ellos, estaba a unos metros vi como forcejeando el muchacho le dio un fuerte codazo en el ojo a mi hermana tirándola al suelo, el chico ni siquiera se preocupó de lo que acababa de hacer y salió corriendo.

Cuando llegué a mi hermana ella seguía en el suelo cubriéndose la mitad de la cara con una de sus manos, tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido. Parecía estar aguantando el dolor y las lágrimas.

La ayudé a levantarse para volver a entrar a la casa, la senté en el mismo sofá donde había estado viendo televisión antes y me acuclillé frente a ella para ver su ojo.

—¿En qué demonios estabas pensando, Jessica? —Murmuré tocando suavemente con la punta de mis dedos el contorno de su ojo que comenzaba a enrojecer hasta la parte inferior de su ojo donde tenía un corte pequeño.

—Estás cubierta de basura —Respondió con voz angustiada— ¿Por qué te hacen esto? ¿Por qué?—continuó limpiando mi cara con sus manitos, tomé sus muñecas y las retiré, lo que tenía encima era asqueroso y no quería que ella entrará en contacto con eso.

—No es asunto tuyo, Jessica —La reprendí— tienes ocho años, no deberías pasar por esto —Me levanté más enojada que antes, fui hacía la cocina a buscar algo frío para bajar la hinchazón.

—No voy a disculparme —afirmó cuando volví con hielo en una bolsa, me la quitó de las manos y se la puso donde probablemente le dolía— ve a limpiarte, puedo hacer esto sola, te he visto muchas veces.

Se me apretó el corazón al escucharla hablar así, al ver su actitud, parecía un adulto manejando la situación— De acuerdo —suspiré caminando al baño, comenzaba a apestar toda la casa, definitivamente quería sacarme eso antes de descubrir que era realmente.


Cuando salí de la ducha fui a limpiar la entrada de la  casa que seguía sucia y apestando, lo que coronaría la noche sería que Earl empezara a pedir explicaciones.

Principalmente porque no tenía ninguna para dar.

La mañana siguiente Jessica seguía enojada conmigo así que el camino a la escuela fue particularmente silencioso, preferí no presionarla y darle su espacio.

Me fui a mi edificio en seguida, para mi sorpresa Mike  estaba esperándome junto a la entrada.

 —Uh… Hola —Saludé insegura cuando caminó hasta pararse frente a mí bloqueándome el camino.

 Abrió y cerró la boca varías veces, hasta que suspiró y esquivó mi mirada, tenía su mochila colgada de uno de sus hombros y jugaba con la correa.

—¿Cómo estás? —Preguntó sin mirarme, fruncí el seño inconcientemente, era muy extraño ver a alguien como Mike pareciendo tímido o avergonzado, no estaba segura.

—Bien —Respondí sin querer más como una pregunta.

Inclinó su cabeza como si hubiese algo que se le perdió en el suelo, y elevó sólo sus ojos— ¿Y tú hermana?

Mi cara de confusión cambio a una furiosa en seguida, asimilando sus palabras al instante— ¡¿Fuiste tú?! —Mascullé, sintiendo mi pulso acelerase.

Negó ligeramente con la cabeza, esquivando mis ojos— Tayler me llamó anoche, el señor Cullen le dio una semana en detención por burlarse de ti ayer, estaba furioso porque además se enojó con él, así que iba a cobrártela —hablaba como si no entendiera muy bien toda la historia y recordé mi traspiés del día anterior, pero yo había supuesto que el señor Cullen había reído con Tayler, jamás imaginé que le había puesto un castigo— Le dije que no quería hacer nada en tu contra, no entiendo que le pasa a la gente en este pueblo, pero no eres nada de lo que se dice, se enfureció más y me colgó  —Levantó los ojos finalmente y habló muy rápido— Lo siento mucho, realmente no supe nada hasta hoy.

Apreté los dientes al pensar en las razones idiotas de Tayler para haber actuado como lo hizo, pensé que era un completo imbecil, que ni siquiera valía la pena reclamarle, pero él había golpeado a mi hermana, y yo, necesitaba golpearlo a él.

Esquivé a Mike y rodeé el edificio para ir al estacionamiento, mi ira y mi determinación fue minada a medida que avanzaba, había un gran alboroto junto a la camioneta de Tayler, mucha gente y los típicos gritos en un pleito.

Me quedé de pie ahí mirando el tumulto, insegura ¿Debía entrar y dar unos cuantos golpes? O ¿Esperar a que esa pelea terminara para iniciar la mía? Tuve varios pensamientos igual de ridículos, hasta que los estudiantes curiosos se hicieron a un lado dejando salir de en medio a un furioso Edward con sangre en el labio, mi cejas se alzaron al verlo y más cuando noté que era Tayler quien estaba en el suelo y acababa de recibir una golpiza.

—¡¿Qué te pasa, Edward?! ¡¿Por qu… —Le gritó Angela tomando su brazo, él se detuvo en el acto y se giró a mirarla de una forma tan agresiva que la hizo callarse.

Puso su mano sobre la de ella y se la quitó sin ninguna delicadeza de su brazo— No me toques.

Ella retrocedió un paso con la boca tan abierta que pudo entrarle un centenar de moscas.

Atravesó el estacionamiento y desapareció detrás del edificio.

Tenía dos opciones.

Ir y darle una patada a Tayler mientras seguía en el suelo.

O hacer lo que realmente quería en ese momento, ir detrás de Edward.

No hice ninguna de las dos y me fui a clases, no sin antes ver que Tayler, no podía siquiera levantarse.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sueño de Amor - Chapter 8

Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.

Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.

Capitulo VIII.

Mentiras.


…......

Su mirada se dulcificó y su rostro cambio a compasión de la más pura que yo había visto, me sentí sumamente incomoda, cuando ella se quedo ahí en silencio, mirándome, como si entendiera y sufriera lo mismo que yo.

—Voy a llegar tarde a clases —Pronuncié torpemente, sintiéndome increíblemente incomoda, me giré una vez más y escapé de ella a toda prisa

…......

Me pasé el ultimo periodo convenciéndome de que nada importante iba a ocurrir tras confesarle a la consejera que lo de mis muñecas no había sido un accidente. Mucha gente en Forks lo sabía, es más, ella ni siquiera tendría la certeza de que era lo que pasaba realmente, podría haber sido una riña por allí, o un asaltante, cualquier cosa.

Con mi bolso colgando de mi hombro y mis libros abrazados a mi pecho, miré el cielo absolutamente nublado tratando de calmarme.

Si Earl se enteraba que había hablado de más me iba a matar, debía sumarle que no estaba muy contento con mi nueva actitud desafiante. Cerré los ojos tratando de que el ruido que había en el frontis de la primaria me distrajera de mis preocupaciones, los estudiantes ya estaban marchándose del lugar con prisa para evitar la lluvia que el cielo amenazaba con dejar caer, y en eso estaba cuando unos labios fríos y suaves acariciaron mi mejilla.

Di un pequeño salto sorprendida y me giré para ver quien me había besado, encontrándome con la sonrisa de Edward.

—¿Te aseguras de que el cielo no se vaya a caer? —Preguntó mirándome divertido.

—Nunca se sabe —Respondí tratando de sonar tranquila, pero no podía quitarme la preocupación de encima.

Edward frunció el seño enseguida y dio un paso más cerca de mí— ¿Qué pasa? —Su voz dejó la suavidad y se tiñó de agresividad y preocupación. Puso una mano en mi mejilla y me obligó a mirarlo— ¿Emmett…?

—No —Lo interrumpí negando con la cabeza— Ni siquiera lo he visto —Expliqué rápidamente— No pasa nada, en serio.

—Si todo esto de mantenerme lejos es por Emmett, créeme, estoy lejos de ser como él —Su voz sonaba a disculpas y sus ojos eran amables— Estoy lejos de pensar como él.

Sonreí sinceramente, Edward era tan lindo, pero no sólo de un modo físico, su voz era suave, sus ojos eran intensos, sus palabras eran tan dulces que parecían anestesiarme y su sonrisa hacía que Forks pareciera el lugar perfecto para vivir.

—Lo sé, he estado ocupada, eso es todo —Mentí, mientras veía como Jessica salía del edificio— Me tengo que ir —Hablé rápidamente haciendo un gesto con la mano a modo de despedida.

Edward tomó mi muñeca y me impidió avanzar— Prometiste que hablaríamos.

—Y hablamos —Respondí sintiéndome muy tonta por escapar de él, pero sin poder evitarlo— Suéltame por favor.

Yo podría haberlo hecho, Edward no estaba ejerciendo presión, era casi una caricia, pero no me sentí con el valor de hacerlo.

—No puedo —Dijo él pareciendo sufrir otra vez— Bella estás matándome.

Su mano libre tomó la mía y comenzó a acercarse despacio.

—¿Todo bien? —La voz fría de la señorita Hale nos sobresaltó a ambos, ella tenía la vista clavada en la mano que envolvía mi muñeca— Creí oír que la señorita le pidió que la soltara.

Fue extraño, como si la imagen de nosotros en esa posición la molestara de sobre manera, sin embargo no le di importancia porque, me había dado la excusa perfecta para huir y así lo hice, miré por sobre mi hombro cuando llegué junto a Jessica y noté que estaba teniendo una discusión con la consejera escolar.

No pude dejar de sentirme incomoda y culpable, después de todo, él parecía estar pasándolo realmente mal y yo estaba siendo sumamente egoísta ni siquiera había intentado averiguarlo.



—Ni siquiera estás escuchándome —Levanté la mirada y me encontré con la sonrisa de la señorita Hale— ¿Dónde esta tu cabecita hoy?

Suspiré acomodándome en el sofá de su oficina donde estaba sentada, habían pasado tres días desde que había hablado con Edward y me pasaba la mayor parte del tiempo pensando en él.

—Cosas de la edad, supongo —Respondí sonriendo también.

Ella era agradable, decidí. Miré su traje claramente caro y su postura perfectamente erguida y profesional, me daba un poco de envidia, era tan bonita, fuerte y autosuficiente.

Nuestras sesiones se habían transformado en un continuo parlotear sobre cosas que no tenían mucho sentido, pero era definitivamente agradable, tomar el té y comer galletitas que ella misma llevaba de su casa, era nuevo.

Algo bueno.

Preguntó un par de veces sobre mi familia y sobre Edward, ella decía que él le parecía peligroso, y yo sólo pude sonreír y decir que eso lo hacía aún más guapo de alguna manera, ella frunció el seño y guardo silencio.

Y decidimos juntas, que para no interferir con mis clases y secretamente para joder al señor Cullen, yo regresaría a su clase y algunos días a la semana ella y yo almorzaríamos juntas.

—No me parece que necesites terapia o que seas un problema —Había dicho, para luego manifestar discretamente que quería que siguiéramos viéndonos.

Era un truco para que confiara en ella, pero no me importaba demasiado, no había mucho que perder.

Nada, en realidad.

Al día siguiente entré al salón del señor Cullen y él me miró con una ancha sonrisa.

—Bienvenida, otra vez, Swan —Rebuscó algo entre sus cosas en el escritorio y me tendió finalmente mi cuaderno blanco— Ya que te reincorporas, debes continuar con tu proyecto.

—Gracias —Pronuncie desconfiada, frunciendo el seño.

Él negó con la cabeza y no parecía caber en su gozo, su actitud era extraña, pero supuse que habría hablado con la señorita Hale y finalmente había entendido que yo no era una de las siete plagas.

—No te preocupes, pero adelante, toma asiento por favor, la clase comenzó, el saber no espera —Bromeó guiñándome el ojo y mi cara de asombro debió ser muy cómica.

Me reí un poco, nerviosa y me di la vuelta para ir a mi lugar, pero en cuanto mis ojos se posaron en él, la sonrisa se desvaneció. Angela Webber estaba ahí, ocupando mi sitio, riendo de algo que seguramente Edward había dicho, había bastante alboroto en el salón y seguramente nadie además de los que estaban adelante habían notado mi entrada. Ni Edward que miraba su cuaderno sonriendo.

—Oh… Olvidé decírtelo, di una tarea hace unos días y es en parejas mixtas, así que tuve que mover a algunos que estaban solos —Su tono era una burla con todas sus letras— ¡Angela! —La voz suave y cariñosa del señor Cullen me hizo clavar la mirada en el piso.

—Sí, señor Cullen —Su respuesta fue tanto cortes como afectuosa y supe que todos me estaban mirando cuando él puso sus manos enormes en mis hombros y el salón quedó en silencio.

Yo no miré a nadie.

—¿Podrías explicarle a tu compañera de que se trata la tarea de esta semana?

—¡Claro! —Respondió en seguida y se aclaró la garganta— Se trata sobre las decisiones y responsabilidades, esta semana nos asignaron esposos y esposas, por eso debían ser parejas mixtas.

Levanté la mirada de golpe y la clave instintivamente en Edward, que también me miraba, pero no había expresión en su rostro— Ya que no estabas, yo soy la señora Cullen hasta la próxima semana —Murmuró esta vez más bajo y la miré a ella debatiéndome entre darle un puñetazo o una patada.

Se había sonrojado al hablar y su sonrisa era tímidamente feliz. Estaba presumiendo.

—Supongo que seré la solterona de la clase —Mascullé mal humorada, nadie excepto el señor Cullen me oyó y se echo a reír encantado de haberme jodido el día, seguramente.

Un carraspeó llamó la atención de la clase y un chico que ni siquiera recordaba levantó la mano casi como si le doliera hacerlo— Yo sigo sin pareja.

Por instinto lo primero que hice fue mirar a Edward que ahora estaba mirando al chico rubio en cuestión, frunciendo el seño.

Escuché que el señor Cullen resoplaba y murmuraba un “Demasiado bueno para que durara”

—Swan, te presento a tu esposo —Me guió hasta la mesa del fondo y me señaló al atractivo muchacho— Mike —suspiró exageradamente y le puso una mano sobre el hombro— Lo siento compañero y suerte.

Me senté completamente roja de la vergüenza, nada que ver con el adorable sonrojo femenino de Angela, pensé. Mientras oía las risas explosivas de todos por el chiste de mal gusto.

—Bella era mi compañera en primer lugar —La voz de Edward se oyó entre las carcajadas y estas comenzaran a disminuir para oír lo que él decía, seguramente— Debería ser mi esposa.

Tuve que contener la sonrisa al ver la cara de sorpresa de Angela, parecía un pez que acababan de sacar a fuerza del agua.

—Ya tienes esposa y la bigamia es un delito, Cullen —Comenzó el maestro— Además, no puedes cambiar una esposa así como así, la vida es más complicada que eso.

—Si no la hubieras sacado de la clase no habría que hacer ningún cambio —Protestó Edward y la cara del maestro dejó de ser amable.

—Por mí esta bien —Habló el chico junto a mí, ni siquiera lo miré.

—¿Swan? —Inquirió el señor Cullen impaciente, me encogí de hombros y murmuré— Es sólo una tarea.

—Acaban de rechazar tu propuesta de adulterio Cullen, sólo una pequeña muestra de lo que hacen las malas elecciones —Habló burlón otra vez.

La charla con Mike fue monótona y aburrida, sin embargo él parecía cada vez menos reticente y más dispuesto a conocerme. No reparé en ello realmente, no me interesaba hacer o fingir amistad con nadie.

Cuando sonó el timbre salí disparada oyendo la maldición de Edward detrás y pensé que aquella situación de escapes y evasivas no podía durar para siempre.

En especial, no cuando le echaba tanto de menos.

Me quejé en voz alta cuando me di cuenta de que había olvidado mi cuaderno en el salón del señor Cullen, me di la vuelta y volví sobre mis pasos, lentamente, tardando mucho más de lo necesario para evitar encontrarme con quien fuera.

Cuando llegué el lugar estaba vacío, excepto por Edward que estaba sentado donde yo lo había estado y miraba fijamente el cuaderno blanco cerrado. Avancé despacio hasta llegar junto a él y se levantó de un salto cuando notó que lo había descubierto.

—Olvidaste esto —Farfulló extendiéndome el cuaderno.

Sonreí y lo acepté sin mirarlo a él.

—¿No me hablaras? —Preguntó claramente molesto— ¿No me miraras nunca más? ¿Fingirás que no estoy cada vez que te encuentres conmigo?

—No sé de que hablas —Respondí, sin mirarlo aún, sintiendo la incomodidad en el aire.

Él bufó y posó ambas manos en mi rostro obligándome a mirarlo— No puedo hacer nada con Emmett es un idiota, pero es mi hermano, y ya he hecho de todo para que te deje en paz, ya no sé que más…

—No se trata de él, Edward —Respondí finalmente dispuesta a de una vez por todas, ser sincera.

—¿No? —Preguntó confundido y endureció el gesto— ¿Es por Newton? Se les veía muy bien juntos —Continuó con voz dura.

Clavé mis ojos en los suyos y traté de transmitirle lo absurdo que era aquello y que me hería que él pensará eso de mí. Yo le había dado mi primer y único beso, porque le quería, no porque fuera por ahí de un chico a otro.

—Es por mí —Susurré— Por mí, por ese beso que me diste, por todo —Traté de explicarlo pero me era difícil, sentía vergüenza de mi inexperiencia, de mi torpeza verbal, estaba nerviosa y asustada.

Pareció incluso más enojado, esquivó mi mirada y quitó sus manos de mis mejillas rápidamente— Entonces sólo se trata de mí y lo lejos que me quieres de ti —Afirmó mientras una cínica sonrisa se abría paso en su boca— Debiste empezar por ahí.

Me sentí increíblemente triste al ver el muro que él levantó rápidamente entre los dos y que no estaba ni remotamente cerca de entenderme.

Murmuré que no se trataba de eso, pero él sólo respondió con una risa falsa y burlesca. Me miró un momento y fue exactamente igual a como el señor Cullen me miraba, como si todo lo que yo era le produjera rechazo. Bajé la mirada al piso.

—No me mires así —Susurré abrazando con más fuerza mis libros

—¿Y por qué no? —Su voz fue violenta y grosera— ¿Eres demasiado buena para que alguien como yo te mire?

—Yo no he… —Traté de responder pero el me interrumpió empujándome sin hacerme el menor daño y acorralándome contra la pared con su cuerpo casi pegado al mío y su rostro a un par de centímetros.

—No eres la gran cosa, Isabella —Escupió mirando directamente a mis ojos, transmitiendo desprecio— No eres nada —Continuó, mientras mis ojos se llenaban de liquido y mi estomago se contraía creando un vacío que subía hasta terminar en un doloroso nudo en mi garganta.

—Me besaste —Susurré, arrepintiéndome en el acto. Su sonrisa fue cruel y sus palabras rompieron algo dentro de mí que estaba segura jamás volvería a su lugar.

—Borracho —Cerré los ojos en cuanto lo oí y murmuré que por favor me soltara, pero parecía no escucharme— Ni siquiera estaba consiente de que eras tú.

Un sollozó escapó sin mi consentimiento humillándome incluso más, y ya no pude contener las lágrimas que comenzaron a escurrirse de mis ojos aún fuertemente cerrados.

Dejé de sentir el calor de su cuerpo y abrí los ojos, encontrándomelo a un paso de distancia mirándome entre desconcertado y arrepentido.

—Estás llorando —Murmuró cambiando completamente el semblante, como si realmente aquello significara el mundo.

Oí la puerta del salón abriéndose con fuerza y la señorita Hale entró echa un torbellino directo a mí, su abrazo fue inesperado y reconfortante.

Detrás de ella el señor Cullen con el seño fruncido pareciendo igual de alterado que ella.

—¡Esto es ridículo! —Bramó parándose junto a su hermano— ¡Absolutamente ridículo!

—¿Qué diablos…? —La pregunta de Edward fue interrumpida por la colérica voz de la consejera escolar.

—¡No vas a negar esto Cullen, no lo harás! —Su voz fue profunda y afilada— ¡No me interesa lo que pienses de ella, no me interesa si él es tu hermano o el Dalai Lama! —Continuó inflexible cambiando la posición para abrazarme sólo con un brazo y poder estar de frente a los hermanos Cullen— Lo he visto —Masculló apretando los dientes e inclinándose ligeramente hacía ellos, casi como si quisiera saltarles encima.

—Es circunstancial —Respondió el señor Cullen del mismo modo que ella— Has visto lo mismo que yo, dos muchachos discutiendo, eso no significa…

—No vas a enseñarme a mí lo que significa o no.

Lanzó una última mirada a ambos, una mirada llena de asco y reprobación, que no comprendí, luego me guío fuera del salón y realmente no me importó. Podría arrastrarme al infierno y a mí me habría dado igual.

Llegamos a su oficina y no me soltó hasta sentarme en el sofá junto a la mesa plegable, ella se movía nerviosa de un lado a otro, alterada, tratando de calmarse inhalando y exhalando repetidas veces, pasaron varios minutos hasta que se sentó junto a mí y tomó mi rostro con ambas manos.

—Ya no llores, no volverá a hacerte daño —movió suavemente sus manos y limpió el agua en mis mejillas.

—Esta bien… —Balbuceé, negué con la cabeza pensando que no podía ser más humillante y traté de calmarme— Estoy bien.

—No —Afirmó ella obligándome a mirarla— Jamás esta bien —Pronunció cuidadosa, mirándome gravemente.

Fruncí el seño confundida, no parecíamos hablar de lo mismo.

—No estoy segura de entender.

Ella negó con la cabeza, comprensiva y amable— No estás sola y es lo único que tienes que entender, hablaremos con tu tío sobre esto, él te apoyará y yo lo haré también.

Definitivamente eso era lo último que yo quería o esperaba oír.

—No hay nada que él deba saber, es una tontería, yo puedo resolver… —Traté de explicar soltándome de su agarre y poniéndome de pie justo cuando la puerta era abierta sin preámbulos, por ella entró el señor Cullen y Earl.

Sentí que las piernas no me sostendrían y tuve que volver a sentarme, Jessica entró de la mano con él, mirando el piso, parecía culpable, triste, avergonzada y cada célula de mi cuerpo entró en pánico y desesperación.

—¿Qué haces, Cullen? —Preguntó la consejera poniéndose de píe frente a mí protectoramente.

—Tu trabajo —Respondió él secamente— Rosalie, te presento al señor Earl Higginbotham y su sobrina Jessica Swan.

Traté de tragar el nudo en mi garganta para poder hablar, pero parecía demasiado grande.

—¿Señor Higginbotham? —Preguntó la señorita Hale enderezándose.

—Earl —Respondió con una sonrisa que pasaría por cualquier cosa menos por sincera.

—¿Es usted el tío de Bella? —Volvió a preguntar como si no se lo creyera del todo.

—Y su tutor legal también —Respondió con un asentimiento— ¿Puedo saber cual es el problema?

—Tome asiento por favor —Pidió recobrando por completo su papel de mujer eficiente y sería— Hay cierto asunto delicado que quiero tratar sobre su sobrina, Isabella.

Earl se sentó en una de las sillas frente al escritorio, el seño Cullen lo imitó en la que estaba junto a él y Jessica hizo ademán de acercarse, pero él tiró ligeramente de su brazo y con sólo una mirada le exigió que se quedara en su lugar.

Sentí más frío que nunca.

—Al principio pensé que eran cuestiones de la edad —Comenzó la señorita Hale cuando estuvieron todos instalados— Que no se trataba de nada fuera de una actitud rebelde debido a los cambios que había sufrido últimamente; La muerte de sus padres, el cambio de ciudad…

—Eso no es reciente —Intervino el señor Cullen— Ya ha pasado bastante tiempo como para que podamos decir que fue “Últimamente”

—Su sobrina es abusada, señor Higginbotham —Continuó ella, sin prestar atención a su colega, entrelazando sus dedos sobre el escritorio mirando directamente a los ojos a Earl, quien permanecía imperturbable— Y veo que no es una sorpresa para usted… —Reflexionó en voz alta frunciendo el seño ante la cara de fastidio de mi tutor.

Vi la intención de hablar del señor Cullen, vi como la señorita Hale pretendía continuar, y vi como Earl parecía estar haciendo un tramite en el banco en lugar de estar siendo acusado de abuso.

Pero fue otra boca la que habló— Es mentira —La infantil, pero segura voz de Jessica se escuchó con claridad.

—Querida esto es asunto de gente grande ¿Si? —La señorita Hale la habló con gentileza, pero con la voz impregnada de impaciencia.

—Déjela —Habló Earl mirando a Jessica, mientras ella sólo miraba el piso— La niña me lo ha contado todo hace un momento.


—¿De qué esta hablando? —Preguntó con la frustración claramente en aumento.

—El tío Earl jamás le ha golpeado, es mentira, ella misma se hace daño para que la gente se compadezca, pero no es verdad, tío Earl es bueno —Las palabras salieron despacio de su boca y miraba directamente a los ojos a la señorita Hale.

Y el dolor que me atravesó el corazón estaba lejos de ser porque ella estuviera defendiéndolo, ni por el hecho de estar mintiendo con tanta eficiencia. Sentí que el alma se me caía a los píes al pensar en que debió decirle o hacerle para que ella se viera obligada a dar aquel discurso.

El señor Cullen frunció el seño y la señorita Hale alzó las cejas hasta casi toparse con su cabello.
—¿Y por qué yo habría de creer que tu tío le hizo daño a tu hermana? —Preguntó tan aturdida que probablemente haya sido un pensamiento que se escapó.

Earl frunció el seño y pareció perturbado por primera vez, sus ojos amenazantes se clavaron en mí sólo un momento antes de clavarse en el frágil cuerpo de mi hermana.

Y el pánico otra vez.

—Nadie me ha hecho daño, nadie lo ha hecho —Hablé rápidamente— Jessica no tiene nada que ver en esto, es sólo una niña que dice tonterías.

Una risa forzada salió de entre mis labios mientras me ponía de pie otra vez— ¿De dónde ha sacado la tontería del abuso señorita Hale? Nadie jamás me ha puesto una mano encima.

—Las marcas en tus muñecas —dijo ella frunciendo el seño—admitiste que no fue un accidente…

Y no sé si continuó hablando porque sólo pude ver como Earl apretaba el antebrazo de Jessica con tanta fuerza que esta tuvo que cerrar los ojos.

—Por favor, no —Murmuré, aunque mi intención era hacer una suplica fuerte y clara, pensé que sólo jodería más las cosas.

—Earl —Habló el señor Cullen con una sonrisa, captando su atención, al ver la actitud amable del maestro se relajó evidentemente— Son niñas, hay que dejarlo correr, seguro la señorita Hale ha mal interpretado todo —Sacudió la cabeza como si nada tuviera importancia y le estiró la mano a mi hermana quien no dudó en tomarla, sus ojitos estaban llenos de pánico disimulado.

—Apuesto que sabiendo lo mentirosa que es tu hermana te has esperado lo peor —Le habló con dulzura y Jess me miró, asentí tratando de expresar con los ojos que debía seguir mintiendo.

Y con lo lista que siempre fue mi hermana lo captó enseguida— Sí, señor, no quiero que meta a tío Earl en problemas por sus mentiras.

—Eso pensé —Levantó la mirada y la cruzó con Earl que lo miraba atentamente— Antes metió en líos a mi hermano, es un cabeza dura y algo rebelde pero jamás, golpearía a una mujer —Dijo esto último mirando a la señorita Hale— Créeme Rosalie, sería el primero en molerlo a golpes si se atreviera a hacerlo alguna vez.

Y entonces todo calzó y sentí la imperiosa necesidad de gritar, aquello era una locura.

—Lo vimos através de la ventana Cullen, tu hermano tirandola contra la pared, amenazándola de cerca, intimidándola, conozco a los de su calaña y si no hubiésemos intervenido a tiempo, tendría más cardenales.

—¡No fue así! —Interrumpí completamente sorprendida— No me hizo daño, jamás lo ha hecho.

—Isabella… —La señorita Hale se levantó y se paró frente a mí mirándome a los ojos— No debes protegerlo.

—Claro que no —Respondí tratando de mostrarle que estaba siendo sincera— Porque no ha hecho nada malo, el señor Cullen tiene razón, es algo testarudo y tiene mal carácter, pero jamás me ha tocado, fui yo quien retrocedió hasta la pared, él no me estaba amenazando, no me hizo daño.

—Estabas llorando —Apuntó ella.

—Porque me dijo que no… —carraspeé y esquivé la mirada de todos sintiéndome muy avergonzada— Él me aclaró que no esta interesado en mí.

Hubo un silencio que se prolongó por varios minutos y finalmente ella me hizo mirarla a los ojos— ¿Podrías asegurarlo?

—Podría jurar sobre la tumba de mis padres que Edward jamás me ha golpeado o maltratado.

—Bien, esto ya esta arreglado —El señor Cullen se puso de pie y le tendió la mano a Earl que seguía sentado— Lamento haberte hecho venir amigo, pero comprenderás que las acusaciones a mi hermano eran graves.

Mi tutor se levantó también y estrechó su mano, probablemente sintiéndose tranquilo al ver el dedo acusador lejos de él.

Se encogió de hombros sin mirar a nadie— Los chicos son chicos, y nadie mejor que yo sabe lo difícil que es lidiar con ella —Comentó apuntándome con su cabeza.

El señor Cullen sonrió encantado— Créeme Earl, tengo una idea muy clara de ello.

Ambos hombres rieron de la broma ridícula, mientras Jessica se soltaba y caminaba hacía a mí.

—Perdóname —Susurró mirando el piso, sonando completamente angustiada.

—Isabella, Jessica —La voz de Earl volvió a ser dura— Nos vamos.

—Tenemos clases —Habló rápidamente mi hermana, y vi que iba a seguir hablando así que la interrumpí.

—Yo me voy contigo,… Tío —Pronuncié tratando de no se notara el asco que me producía llamarlo así.

Comencé a caminar a la salida pero Jessica volvió a hablar— Pero tienes examen, con el señor Cullen —Habló dejando ver un poco de desesperación.

Y rogué porque el señor Cullen no la dejara en evidencia, aquello era una mentira y todos ahí lo sabíamos, menos Earl.

Yo debía irme con él en ese momento, así Jessica no vería la rutina de castigos de Earl, así ya no estaría furioso cuando ella llegara, me aseguraría que se desquitará por completo conmigo.

—Cierto —Intervino el señor Cullen pensativo— No puedo mover este examen Earl, si te la llevas probablemente reprobara.

Sin cambiar la expresión de su rostro y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.

Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello. Eso era todo lo que importaba.

Sueño de Amor - Chapter 7

Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.

Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.


Capítulo VII.

Ángel.


…......

Lo miré y traté de sonreírle a modo de saludo, consiguiendo una mueca parecida a una sonrisa, él cambio el gesto de su rostro y me miró como queriéndome decir muchas cosas, pero miró a nuestros acompañantes y pareció contenerse.

—Vamos, Jess —dije finalmente, sin estar dispuesta a que fueran ellos quienes nos despidieran—. Adiós. —Alcé mi mano en un gesto de despedida general y me fui.

…......

No podía dejar de dar vueltas en la cama, probablemente ya era tardísimo, todo estaba absolutamente oscuro, a penas lograba distinguir las figuras de los muebles en el cuarto y, aunque la única ventana en el lugar no tenía cortinas, no podía ver más que oscuridad através de ella.

Es más o menos como yo definía Forks; un profundo y negro agujero de oscuridad.

Tomé la almohada y la puse sobre mi cabeza como si así se fueran todos los pensamientos que estaban atormentándome. Estaba muy concentrada en mi labor, pero no lo suficiente como para ignorar el hecho de que la vieja ventana del cuarto, acababa de crujir.

Me congelé, con las manos aún sobre la almohada y me concentré en oír en caso de que hubiese sido el viento o una rama.

Otra vez.

Quité la almohada en seguida y me senté en la cama mirando hacia la ventana que estaba junto a la cama, encima del buró que separaba mi cama de la de Jessica. La miré aterrada y luego la ventana, la figura de una persona se distinguía con cierta dificultad por la espesura de la noche, pero era innegable que estaba ahí.

Cuando vi a la figura forcejeando con la ventana, me levanté pensando sólo en que no permitiría que un extraño entrase al cuarto mientras mi hermana estaba ahí, indefensa; tomé un zapato que encontré en el piso, me acerqué rápido y la abrí sin pensarlo demasiado, una ráfaga de aire helado entró y con él un horrible olor a alcohol.

Comencé a golpear al extraño con el zapato sin detenerme a preguntar y éste comenzó a quejarse enseguida

El hombre intentó sujetar mis muñecas, probablemente para detener mi precario ataque, y cuando finalmente lo consiguió, pensé con extrañeza que el "Intruso" estaba siendo demasiado gentil.

Un pensamiento estúpido, que duró sólo un segundo.

—¡Cálmate! ¡Vas a despertar a Jessica!

El susurro urgente del sujeto logró congelar cualquier parte de mi cuerpo que estuviese viva.

Porque no era ningún extraño.

Yo conocía a ese sujeto.

Enfoqué mi mirada con cuidado y vi al chico frente a mí, con una postura inestable y apestando a licor barato.

Yo conocía ese estado, también.

—¡Edward! ¡Por Dios! —jadeé demasiado sorprendida para decir algo más—. ¡Estas borracho otra vez! —junté las palabras finalmente mientras lo sentaba en mi cama.

Refunfuñó un par de cosas que no comprendí y me permitió guiarlo, hasta que se estabilizó en la cama, sentado, con una postura decentemente erguida para su condición.

Toqué su mejilla derecha con mi mano, sentándome frente a él en la cama, y acaricié con cuidado la línea de su mandíbula.

—¿Por qué te haces esto? —pregunté, francamente triste.

Me negaba rotundamente a comparar a Edward con Earl, bajo ningún punto de vista.

No, no lo era.

Pero ¿Cómo no sentir un vacío en la boca del estómago al verlo así? ¿Cómo no aterrarme? Por él… Por mí.

Estaba segura que no sobreviviría a otro vicioso en mi vida, estaba segura que no o al menos no saldría bien parada de aquello.

—¿Estás enojada conmigo? —susurró mirándome con los ojos rojos e hinchados, parecía como si hubiese estado llorando y no por la borrachera.

Negué con suavidad y me acomodé más cerca de él.

—No, enojada no —respondí mirándolo con tristeza, odiaba verlo así, odiaba que el alcohol ahogara su delicioso aroma natural, que tiñera de esa horrenda forma su voz, odiaba que él se hiciera aquello.

Edward se inclinó más cerca de mí, y posó sus manos en mis mejillas acercando mi rostro al suyo hasta quedar a un par de centímetros.

—¿Entonces porque me alejas? —murmuró mirándome tan intensamente que sentí que mis huesos se derretían.

—Edward… —susurré, sin estar muy segura de qué decir, sus ojos reflejaban tanto dolor, un dolor oculto, uno que lo hacía vulnerable y parecía suplicarme a la vez con la mirada que lo ayudara a espantarlo.

—No lo hagas por favor —rogó cerrando los ojos y acercando más su rostro hasta descansar su frente sobre la mía—. No te alejes.

Volví a sentir el aroma a alcohol y me revolvió el estomago, pero no fue nada en comparación a lo que sintió mi corazón al saber que Edward estaba haciéndose daño.

—No sabes cómo me duele verte así —confesé finalmente provocando que abriera sus ojos.

—Y tú no sabes cuánto te necesito. —Fue un murmullo increíblemente bajo, pero entonado con tanta urgencia y desesperación que no podía justificar.

¿Sería por la borrachera? ¿O habría algo sobre la vida de Edward que yo no conocía?

Sentí sus pulgares acariciando mis mejillas y movió su cabeza ligeramente provocando que su nariz se frotara con la mía.

—¿Vas a salvarme, ángel? —susurró sin abrir sus ojos, estaba acercándose lentamente, haciendo desaparecer el espacio que separaba nuestros rostros.

—¿De qué? —murmuré abrumada por su cercanía, no podía concentrarme en sus palabras porque sus acciones indicaban sólo una cosa, y me ponía sumamente nerviosa. Edward estaba buscando mis labios con los suyos, primero los posó sobre mi mejilla, muy cerca de mi boca.

No estaba segura de querer eso, jamás me habían besado, no sabía hacerlo, estaba asustada por no hacerlo bien y que no le gustara, estaba preocupada porque mañana él no lo recordara o se arrepintiese, estaba reticente porque no era así como había imaginado mi primer beso.

—De mí… —respondió, finalmente acariciando mis labios con los suyos al hablar, y el sólo sentir su suavidad, el sólo saber que era él quien estaba haciéndolo, hizo estallar una bomba de mariposas en mi estomago, sentí como si millones de hormigas recorriesen cada centímetro de mi piel y de pronto no pude seguir respirando, pero ya no fue una necesidad.

No mientras él tuviese sus labios sobre los míos.

Suspiré cuando la falta de aire me reclamó y en el acto, Edward presionó su boca sobre la mía, haciéndome inspirar con fuerza en un intento automático por calmar los furiosos latidos de mi corazón. Sus labios se movieron con insistencia y torpeza, esta ultima recordándome amargamente cual era su estado, sin embargo, cuando sus manos se movieron para envolver mi cintura y sostener mi nuca respectivamente, lo olvidé todo, si alguien me hubiese preguntado cuál era mi nombre en ese momento, por dios que no lo recordaría.

Incluso, olvidé que Jessica estaba ahí, en la cama paralela a la mía, hasta que su voz somnolienta me regresó a la tierra.

—¿Bella? —su llamado fue seguido por el "click" del interruptor de la lámpara sobre el buró.

En seguida puse ambas manos en el pecho de Edward y lo empuje sin dificultad, cayó de espaldas sobre mi cama y se sostuvo de los codos para no quedar completamente recostado.

No estaba segura si mi hermana lo vio prácticamente sobre mí, besándome, pero no hizo ningún comentario al respecto, se veía muy confundida y pasaba su mirada de Edward a mí, con los ojos entrecerrados por haber despertado recientemente.

—¿Es Edward? —me preguntó finalmente, yo me había movido hacía la punta de la cama y estaba sentada ahí muy erguida, fingiendo que nada pasaba—. ¿Qué hace aquí? —Su voz curiosa pareció llegar por primera vez a Edward, que se dejó caer de espaldas en mi cama y luego se puso de lado abrazando mi almohada con una sonrisa perezosa.

—No lo sé —respondí con sinceridad ladeando mi cabeza para mirarlo desde otro ángulo y una sonrisa de pura ternura se formó en mis labios al verlo en esa posición.

—Sí lo sabe —habló Edward, sin abrir los ojos, pero su ceño se frunció—. Las extrañaba.

Sentí mi pecho crecer de pura emoción ante sus palabras. Eso sonaba muy bien.

Me levanté de la cama y le quite los zapatos para que durmiese más cómodo, luego lo cubrí con las mantas y me incliné para besar su mejilla, sin embargo a mitad de camino me arrepentí y simplemente le susurré un suave "también te extrañamos". Su ceño se relajó en seguida y sus labios volvieron a estirarse en una sonrisa.

Me giré hacía la cama de mi hermana y ella se movió haciéndome espació.

—Vas a tener muchos problemas si Earl lo encuentra aquí —murmuró preocupada cuando me metí en la cama con ella.

Apagué la luz y me cubrí hasta el cuello con las mantas.

—No voy a dejar que se vaya así —respondí de la misma forma que ella.

La noche no fue tan larga como habría de esperarse ya que no dormí absolutamente nada, por una parte atenta a la puerta en caso de que Earl decidiera aparecer, y por otro lado, no podía dejar de revivir el momento en mi mente, cómo se sentían sus labios sobre los míos, cómo sus manos me sujetaron cerca de su cuerpo como si quisiera fundirse conmigo.

Y me asusté mucho más también, porque lo que sentí cuando él me beso, era indescriptible, y demasiado poderoso.

Pero llegó un momento, cuando comenzaba a amanecer, donde me dormí sin quiera notarlo. Desperté sobresaltada y asustada al ver mi cama vacía, pero me calmé al ver la ventana del cuarto medio abierta y luego, en uno de mis cuadernos que estaban sobre el buró, Edward había escrito una escueta nota:

"Lo siento mucho."

Por supuesto que sí, pensé. No habría forma de que él me basará conscientemente y mucho menos de la manera en que lo había hecho.



Estaba frente a mi casillero guardando los libros de mi anterior clase y sacando los de la siguiente, estaba muy nerviosa y las manos me sudaban y temblaban patéticamente. Me había pasado toda la mañana evitando a Edward para ahorrarme la vergüenza y tristeza de que se disculpará en persona, en especial porque yo estaba en pleno dominio de mis sentidos y había respondido con avidez.

No tenía cómo explicarle aquello.

"Resulta que estoy completamente loca por ti."

Definitivamente, no.

—Bella.

Los libros resbalaron entre mis dedos y cayeron al suelo de golpe, aunque intente detenerlos con mis manos, fui demasiado lenta y torpe. Me agaché en seguida ignorando a la persona que me había hablado, pero él se agachó junto a mí y recogió con mucha más eficacia mis cosas.

—Lo siento, no quise asustarte —se disculpó y me negué a mirarlo cuando me tendió mis cosas, y nos levantamos, clavé la mirada al piso.

—No te preocupes —dije con la voz sonando particularmente rasposa, me aclaré la garganta y tomé mejor mis libros con ambos brazos—. Y gracias.

Me arriesgué a mirarlo sobre mis pestañas, y me sorprendió verlo mirándome con ternura, y con una sonrisa que rayaba en la timidez.

—Siempre es un placer, ángel —pronuncio con tanta suavidad que, cuando sentí una suave caricia en mi mejilla, pensé por un momento que eran sus palabras, sin embargo, después fui consciente que eran sus dedos los que recorrían con vehemencia mi mejilla.

—Sobre anoche… —Hasta ese momento mi pulso se había acelerado de puro nerviosismo, pero ante la sola mención de la noche pasada, sentí que las piernas no me sostendrían.

Yo no estaba lista para aquella conversación.

—¡Cullen! ¡A clases! —La voz molesta del señor Cullen me hizo suspirar de puro alivio; por primera vez, me sentí feliz de verlo—. Y tú —me apuntó con su cabeza sin ocultar su desagrado—, el consejero te espera.

—Claro —asentí, un poco sin aliento—. Nos vemos, Edward —me despedí con una sonrisa nerviosa.

—¡Espera! —tomó mi mano provocando que me detuviera y volteé enseguida.

—¡Cullen! —reprendió el maestro con voz urgente.

—¡Dame un maldito segundo, Emmett! —espetó entre dientes, borrando cualquier resquicio de ternura de su rostro o voz.

—Esta bien, Edward —calmé, poniendo mi mano sobre la suya, que seguía envolviendo mi muñeca—. Puedes decirme lo que sea más tarde.

—Promételo —me urgió, suavizando su voz, pero no tanto como antes.

—Lo prometo —afirmé titubeante, logrando que sonara más a una pregunta.

Me zafé de su agarré y me fui a toda prisa, nunca había estado con el consejero, ni siquiera sabia que existiera uno. Por lo tanto no sabia donde quedaba su oficina y mucho menos, a donde me dirigía.

Pero aún sentía las mariposas en mi estomago y sus palabras daban vueltas en mi mente, su mirada, su voz.

"Siempre es un placer, ángel."

Sonreí como una tonta al notarlo, me había dicho ángel, otra vez. Y estaba completamente sobrio.

Iba soñando despierta como siempre y choqué con la señora Cope, que me miró con reprobación por estar deambulando en horas de clases en los pasillos, así que le expliqué que buscaba la oficina del consejero escolar. Me dio dos instrucciones y siguió su camino.

Finalmente di con el lugar, estaba al otro lado del edificio, casi nadie iba ahí, porque esos salones estaban demasiado viejos y en mal estado, había una oficina pequeña al final del pasillo, y en un trozo de madera decía: "Hale, consejero escolar"

Suspiré un par de veces y conté hasta diez antes de dar dos golpes con mis nudillos en la puerta.

—Adelante —la voz sonó amortiguada por las paredes, pero era sin lugar a dudas suave y femenina.

Lo hice con cierta desconfianza, no que esperara un oso, o un personaje de película de terror, pero no estaba segura de que, aquella conversación, fuera a salir bien.

—Tú debes ser… —La mujer estaba sentada detrás de un pequeño escritorio, y estaba revisando unos papeles sin mirarme—, Isabella Swan, ¿no? —Al fin pareció dar con lo que buscaba y tomó la carpeta acomodándola sobre las demás y abriéndola para revisar su contenido.

—Ajá —murmuré, paseando la mirada por el pequeño lugar, en la pared derecha había una repisa con muchos libros que parecían muy viejos, en medio del lugar estaba el escritorio de madera, al parecer tenia una pata coja, porque en una de las patas había una tapa de refresco hacinado de soporte para nivelar, en la pared detrás del escritorio habían dos ventanas, medio cubiertas con unas cortinas azul cielo, frente al escritorio habían dos sillas que debieron ser de alguno de los salones deshabitados, porque se veían tan maltratados como ellos por el paso del tiempo, en la pared izquierda había un sofá de dos cuerpos, se veía nuevo y bastante cómodo, y pensé que era rarísimo que la escuela hubiese gastado en algo así.

Junto al sofá, vi una mesita plegable, pequeña, donde había una cafetera, un par de tazas y algunas galletas.

El color en las paredes era de un suave tono damasco, tenia la apariencia de haber sido pintado recientemente.

—Bueno, señorita Swan. —Volví mi atención a la mujer y noté que me estaba evaluando con sus fríos ojos azules—. Soy Rosalie Hale, la consejera escolar.

Su tono fue tan frío como su mirada.

—Ni siquiera sabia que había uno —pronuncié distraída—. Ni que había gente tan elegante en Forks.

Cuando una de sus cejas se alzó con escepticismo, me di cuenta que había pensado en voz alta, no dije nada más, fingiendo que nada había pasado y al parecer ella decidió lo mismo, porque me hizo un gesto con la mano para que me sentará en una de las sillas frente a ella, y lo hice, muy cerca de la punta, con mis cosas descansando en mi regazo y ambas manos sujetándolas.

Y evitando su mirada calculadora. Era como si desconfiara de mí.

Sepa Dios por qué… Y su apariencia, nada que haya visto antes. Parecía muy profesional y eficiente, de los pies a la cabeza, podía ver unos tacones negros por debajo de la mesa y parte de sus pantorrillas, por lo tanto estaba usando una falda, llevaba una blusa blanca con rayas negras y un chaleco que supuse hacia juego con la falda, su cabello rubio estaba recogido en un rígido moño en su nuca, y tenia unos lentes de montura negra que enmarcaban su rostro en pura seriedad.

—Suele faltar mucho a clases —comenzó volviendo a leer los papeles—. Y el señor Cullen, su maestro de ética y relaciones humanas, no tiene una buena opinión sobre usted…

—Él no me conoce —interrumpí, impulsivamente.

Sus ojos se movieron para enfocarme y me callé.

—Hay otros maestros que se quejan de su falta de atención y constantes problemas para trabajar en equipo en clases —continuó sin desclavar sus ojos de los míos.

—Trabajo mejor sola —me defendí mirando mis manos.

—¿Hay algo sobre la escuela que no le guste? —Su voz se suavizó pero no dejó la postura profesional—. ¿Tiene problemas con sus compañeros?

Negué suavemente sin levantar la mirada.

—Lo normal, no soy muy sociable.

Sentí el sonido de las hojas al pasar y me atreví a mirarla cuando pasaron algunos segundos en los que ninguna de las dos hablo.

—Sus padres murieron hace unos años. —Su mirada volvió a los papeles, parecía muy concentrada absorbiendo cada palabra en ellos.

No me molesté en contestar, porque me pareció que no hablaba conmigo.

—¿En qué nivel ha afectado eso en su vida?

Su pregunta fue estúpida, con todas sus letras, sin embargo, me esforcé por ser amable.

—Supongo que en el nivel que a cualquiera le afectaría —dije tratando de sonar firme.

Ella levantó la mirada de los papeles una vez más y sus ojos parecían querer leer mi mente.

—La gente habla de usted, señorita Swan. —Su voz se hizo extrañamente profunda—. Por alguna razón que desconozco, toda la gente con la que he hablado desde que llegué a este pueblo me ha dicho o insinuado que la gente de "la casa Swan" es un mal elemento para la comunidad.

—La gente dice muchas cosas —susurré cohibida imaginando todo lo que debieron decirle—. La mayoría son mentiras.

—¿Y por qué mentirían? —inquirió como si lo que yo dije hubiese sido una locura.

No contesté. ¿Qué caso tenía? Finalmente, ella no era del pueblo, ella no era como yo, ella era exactamente como el señor Cullen, de fuera, con muchos aires, y prejuiciosa.

Podía ver que ya me había juzgado.

Unas cuantas preguntas más, unas cuantas evasivas, y a penas sentí el timbre que anunciaba el momento de cambiar de clase, me levanté queriendo salir corriendo.

—Tengo que irme —me disculpé apresuradamente—. Fue un placer y gracias —dije finalmente girando sobre mi misma para dirigirme a la puerta.

—Señorita Swan. —Su voz, seguida por el sonido de sus tacones repiqueteando contra el piso, me detuvieron. Me volteé otra vez y ella ya estaba frente a mí—. Estoy aquí para ayudarla, no para ser su enemiga, no es necesario que huya así de mí. —Su voz sonaba seriamente sincera, poniéndome ligeramente nerviosa.

¿Qué se suponía que debía decir?

No tenía idea y en un gesto involuntario levanté mi mano hasta mi cabello y lo retiré de mi cara hacía atrás con mis dedos. Sus ojos volaron a mi muñeca y su ceño se frunció tan profundamente que no lo comprendí.

—¿Qué es eso? —indagó con voz profunda y sospechosa, confundida, bajé mi mano y examiné mi muñeca que había quedado al descubierto al levantar el brazo.

—A- Amm —tragué pesadamente y tomé la punta de la manga de mi suéter y la volví a bajar para que cubriera los hematomas que me había dejado Earl en nuestro último encuentro—. No es nada.

La señorita Hale tomó mi mano con delicadeza y recogió mi manga otra vez, dejando a la vista claramente las marcas en mi muñeca, luego la soltó y tomó la otra y repitió la acción, encontrándose con el mismo panorama.

—Por Dios… —susurró completamente absorta examinando ahora ambas muñecas.

—No es nada, sólo fue un accidente —mentí rápidamente.

Su mirada se elevó a mis ojos, aún sosteniendo mis manos con las suyas, estaba mirándome completamente sorprendida e incrédula.

—Tienes marcas de dedos en tus muñecas —pronunció lentamente como si estuviese informándome de algo nuevo—. No fue un accidente.

Mi respiración se agitó un poco, mientras pensaba alguna mentira para justificarme. Pero entonces lo entendí, no necesitaba justificarme, porque yo no había hecho nada malo, además, ella no sería ni la primera ni la última en enterarse de aquella vergonzosa verdad.

—No, no lo fue —confirmé soltándome de su agarre, y crucé mis brazos sobre mi pecho a la defensiva.

Su mirada se dulcificó y su rostro cambio a compasión de la más pura que yo había visto, me sentí sumamente incómoda, cuando ella se quedó ahí, en silencio, mirándome, como si entendiera y sufriera lo mismo que yo.

—Voy a llegar tarde a clases —pronuncié torpemente, sintiéndome increíblemente incomoda, me giré una vez más y escapé de ella a toda prisa.

Sueño de Amor - Chapter 6

Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.

Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.


Capitulo VI.

Soy una persona valiosa, lo soy.


…......

Seguí caminando hasta salir del edificio y no me detuve hasta cruzar la carretera y adentrarme en el bosque y no fue hasta que me vi completamente sola, sentada en la húmeda hierba abrazando mis piernas con la cabeza enterrada en las rodillas que me permití soltar toda la ira, frustración y tristeza húmeda que estaba conteniendo, mientras murmuraba inteligiblemente cuánto odiaba a todo el mundo.

…......

Era tan terriblemente injusto, seguía dándole vueltas y más vueltas al asunto, sin conseguir una conclusión diferente.

¡Yo era una buena persona, maldita sea!

Sin embargo estaba caminando sola, bajo una tormenta por la solitaria calle principal de Forks, estaba calada hasta los huesos y mis dientes castañeaban incesantes por el frío, sin embargo, me tranquilizaba pensar que mis lágrimas se confundían con las insistentes gotas de lluvia helada que caía sobre mi piel.

—Estúpido Edward, estúpido señor Cullen —comencé a mascullar furiosa aún abrazándome a mí misma con más fuerza como si así consiguiese mojarme menos. Una oleada de tristeza me inundó provocándome un estremecimiento espantoso—. Estúpida vida horrible… —susurré más miserable que furiosa esta vez.

Sorbí mi nariz con fuerza y apreté los ojos para que la lágrimas cayeran más rápido.

—Estoy tan jodidamente harta —dije cansada, finalmente vislumbrando la casa de Earl a pocos metros.

Earl estaba de pie en la entrada de su casa, con los brazos cruzados sobre el pecho y su rostro fruncido en disgusto.

Como si la vida no fuera un asco por sí sola.

Apreté los puños y la mandíbula cuando comencé el camino a la entrada sintiendo su mirada cargada de reproche sobre mí.

—¿Qué carajos haces aquí? —preguntó agresivamente en cuanto llegué frente a él.

¿Qué te importa? —respondí en mi mente, pero simplemente lo ignoré y entré pasando junto a él.

—¡Hey! ¡Estoy hablándote! —exclamó cerrando la puerta y siguiéndome—. ¡¿Por qué mierda no estás en esa escuela tuya? ¡¿Qué rayos estuviste haciendo?

—Salí antes —mentí sin ninguna convicción; sin detenerme, atravesé la cocina y rápidamente llegué a mi cuarto donde tiré mi bolso al suelo sin delicadeza alguna.

—¡Estás mintiéndome, tu maestro llamó y no sólo me dijo que te fuiste de la escuela antes de terminar las clases sino que también que tu maldito comportamiento dejaba mucho que desear! ¡¿Puedes decirme qué mierda significa eso? —su voz sonaba profunda y molesta, pero no distorsionada, su postura no era inestable y sus ojos enfocaban perfectamente.

Estaba absolutamente sobrio, y no pude más que maldecir mi mala suerte, si no lo hubiese estado, seguramente ni siquiera le hubiese importado aquella llamada...

...seguramente, ni siquiera la recordaría.

—¡Responde!

Su imagen y su voz sacudieron algo en mi interior, su sola presencia estaba alterando mis nervios, mis instintos. El asqueroso aroma a humedad y suciedad en esa casa lo hizo también y cada recuerdo horrible pareció decidido a hacer aparición también, el señor Cullen y su acoso, Angela Webber y su perfección, las interminables noches en vela junto a la puerta cuidando literalmente el sueño de mi hermana.

—¡¿Qué demonios te pasa? ¡Contéstame, Carajo!

Podía verlo rojo de ira, como la saliva saltaba de su boca al gritar, podía ver lo que venía, y no me importaba, no me importaba en lo absoluto.

—¡Di alguna maldita cosa ahora mismo! ¡O te juro que…!

—¡¿Qué? —grité a todo pulmón dando un paso en su dirección, su boca se quedó abierta, congelada al interrumpir lo que sea que iba a decir—. ¡¿Qué vas a hacerme? —continué sintiendo mi cuerpo convulsionar por el llanto, y aun así mis palabras sonaban agresivas y desafiantes—. ¡¿Vas a encerrarme?, ¡¿a castigarme? —Una extraña y ahogada risa salió de entre mis labios—. ¡¿Vas a golpearme?

—¡Pequeña perra insolente! —farfulló totalmente furioso, fuera de s, y no me acobardé ni por un segundo.

Sacudí mi cabeza con la sonrisa aún en mi rostro contrastando con las lágrimas que sentía brotar sin tregua.

—Puedes hacerme lo que quieras, desgraciado y cerdo hijo de puta —mascullé entre dientes mirándolo con todo el odio que estaba conteniendo—, puedes hacerme lo que sea, porque no te tengo miedo. —Golpeé su pecho con mi puño una vez dando énfasis a mis palabras.

Su rostro parecía una caldera a punto de estallar de ira, sus manos se movieron rápido y aprisionó mis brazos con sus manos ejerciendo demasiada presión y me empujó contra una de las paredes azotando mi espalda contra ella.

—¡Hazlo! —le urgí, escupiendo las palabras—. ¡Hazlo! ¡Pero, por Dios, Earl, asegúrate de matarme, porque si no lo haces, te juro por mi hermana que serás tú el que aparezca muerto mañana!

Su ceño seguía absolutamente fruncido, pero su mandíbula se desencajó por la sorpresa y sus manos dejaron de ejercer aquel brutal agarre sobre mis brazos. Sus ojos, la expresión en ellos… Dios mío, no tenía precio.

—N-No… —tartamudeó, parpadeando confundido, mientras retrocedía un par de pasos lejos de mí—. No serías capaz —afirmó convencido, sin embargo, su expresión no cambió.

Intenté tranquilizar mi respiración y limpié con violencia las lágrimas en mi rostro con mi antebrazo, avancé los dos pasos que él había retrocedido y le di un empujón con mi palma en su pecho.

—Entonces hazlo —lo reté—. ¡Vamos, ponme a prueba! —le grité mirándolo directamente a los ojos, transmitiéndole que no estaba jugando.

Nuestras miradas no se separaron mientras ambos permanecíamos en silencio, sin ceder ante el otro, oyéndose en el lugar sólo nuestras respiraciones agitadas, finalmente resopló como el animal que era y se dio la vuelta para salir de mi cuarto, azotando la puerta tan fuerte que la pared tembló ligeramente.

Me quedé ahí de pie, no sé cuánto tiempo, al principio era porque seguía furiosa y no podía moverme, pero luego, cuando comencé a calmarme y los temblores por el temor se apoderaron de mi cuerpo corrí a la puerta y la trabé con la silla. Cuando me vi relativamente segura, no pude más que dar unos cuantos pasos y, como una autómata, con la mirada perdida, apoyé las palmas de mis manos en la pared más cercana, no lograba calmar mi respiración y el frío del concreto estaba devolviéndole a mi cuerpo a través de mis palmas el reconocimiento de la realidad, de lo que acababa de ocurrir.

Ya no lloraba, sólo respiraba, como si no pudiese obtener suficiente oxigeno, como si me estuviese ahogando. Una risa absolutamente histérica, pero ahogada, se apoderó de mí, mientras nuevas lágrimas se acumulaban en mis ojos, pero ya no de temor, no de ira, no de tristeza.

Lloraba de pura emoción, sentía la adrenalina viajar através de mis venas, dejándome un tanto eléctrica.

Había retado a Earl a golpearme… hasta matarme.

Podría estar muerta.

Un horrible jadeó interrumpió mi risilla, y comencé a toser sin control.

Sí, lo había hecho.

La confirmación de aquel hecho trajo una nueva ola de risas maniacas, aunque no podía dejar de toser a la vez.

Mis rodillas cedieron por el cansancio, por el estrés, el agotamiento y me vi en el suelo, medio riendo, presa de un espantoso ataque de tos.

Y jamás me había sentido tan bien como en ese momento.



Más tarde ese día fui por Jessica a la escuela, estuve veinte minutos sentada sobre una banca húmeda junto a la entrada principal de la primaria, el único lugar techado del exterior del edificio, mientras pensaba en todo lo que había pasado ese día, no estaba segura de cual era el balance final, pero sin lugar a dudas, estaba tranquila.

En cuanto mi hermana apareció, fingí que nada había pasado, y luego de un pequeño saludo caminamos en silencio a casa de Earl. En el trayecto preguntó un par de veces por qué no iríamos a la cafetería de los Webber, y con más insistencia, porque no esperábamos a Edward como cada día.

—Tiene cosas que hacer, Jess —respondí atrayéndola más cerca de mí para que quedara mejor cubierta por el paraguas que yo llevaba—, y esta tormenta está muy fea, no tendríamos cómo volver a casa de Earl más tarde.

Con un suspiro triste se apretó más contra mí y seguimos caminando.

Inevitablemente volví a quedar empapada, ya que el paraguas era demasiado pequeño, y me aseguré de proteger a Jessica de la lluvia helada.



Los días desde ese punto pasaron tan silenciosamente que me fue imposible detenerme a observar algo que no fuesen las clases o las labores cotidianas de la casa, Jessica parecía triste, estaba segura que ella extrañaba a Edward tanto como yo, sin embargo, no volvió a preguntar por él, como si supiese que ya era suficientemente doloroso el haber tomado la decisión de sacarlo de nuestras vidas.

Lo había decidido mientras lloraba unos días atrás en el bosque. Un estúpido enamoramiento adolescente no correspondido era algo por lo que no estaba dispuesta a pasar.

Al profesor Cullen no le di ni un sólo motivo para si quiera mirarme mal, llegaba justo a tiempo, antes de que él entrará, y me marchaba en cuanto el timbre sonaba; durante su clase, me mantenía en mi lugar mirando siempre hacía el frente, e ignorando cualquier distracción, incluyendo los mensajes en papel que Edward dejaba sobre mi cuaderno.

"¿Estás molesta?"



"¿Es por Emmett?"



"¿No volverás a hablarme?"



Y así pasaron otras dos semanas…

—¡Oh, por dios! ¡Angela!

Me quejé muy bajo, haciendo una mueca de fastidio por inercia cuando oí la voz de Lauren en un chillido emocionado.

—¡Lo sé, lo sé! —respondió la aludida en el mismo tono, suspiré resignada y cerré los ojos sintiéndome incapaz de salir y encararlas—. Aún no me lo creo.

Me quedé muy quieta dentro del cubículo, donde había pasado escondida del consejero escolar todo el receso.

—Vaya… —soltó Lauren de pronto, notablemente más tranquila, con cierto tono de concentración en su voz—. He de admitir que es algo extraño y a veces asusta, pero, sigue siendo increíblemente sexy.

—Y lindo —suspiró Angela, interrumpiendo a su amiga.

Lauren soltó una ricita emocionada a la que se unió Angela y continuó.

—Así que… ¡¿Te pidió una cita?

—¡Nuestra primera cita! —exclamó emocionada Angela, provocando otra ronda de risas.

Fruncí el ceño, porque no me gustaba nada lo que estaba oyendo, y me negaba a ver lo evidente, crucé mis brazos frente a mi pecho, porque de pronto no supe qué hacer con ellos, y cerré los ojos soltando un nuevo suspiro tembloroso.

Sentí sus pasos alejarse y volví a abrir los ojos sintiéndome inmensamente aliviada, pero Lauren volvió a hablar antes de que saliesen.

—Una cita con Edward Cullen, eres demasiado afortunada —comentó Lauren en tono bromista, antes de oír cómo la puerta del servicio de chicas se abría y cerraba.

Ellas jamás se habían metido conmigo en ningún sentido, es más, no habíamos compartido más que un saludo cordial si nos topábamos inevitablemente de frente en algún pasillo o clase. Lauren era el tipo de chica extrovertida, graciosa, bonita y rubia del instituto, mientras Angela era del tipo tímida, amable y encantadora. No había nada ni en ellas, ni en su actitud que me hubiese perjudicado o dañado jamás.

Pero en ese preciso momento, sentía que eran las peores personas en el mundo.

Dejé mi cabeza caer hacía adelante, dándome un pequeño golpecito contra la pared no tan fuerte como para que doliese, pero si para que provocará un pequeño sonido.

—Eres tan ridícula, Isabella —me reprendí, susurrando en voz alta.

Pestañeé un par de veces y me concentré en respirar un par de minutos antes de salir de mi triste escondite.

En cuanto salí del baño de chicas comencé a caminar a mi casillero en busca de las cosas para mi siguiente clase.

—Por supuesto que va a salir con ella —me susurré con la cabeza tan inclinada que debía ser difícil que estaba moviendo los labios—, ella es linda y… perfecta y tú eres tan tonta —me regañé cruelmente sintiendo que todo era mi culpa, si no me hubiera hecho falsas expectativas seguramente todo aquello no estaría siendo tan doloroso.

—Tonta, tonta, tonta —continué repitiendo, mientras apuraba el paso y agachaba aun más la cabeza al sentir mis ojos llenándose de lágrimas.

Estaba completamente distraída lamentándome que no note que alguien venia caminando igual de rápido que yo pero hacia mí, hasta que mi cuerpo colisionó con otro extraño y una grosera maldición se oyó enérgica.

—Lo siento —me disculpé automáticamente, pero luego sacudí la cabeza al levantar la mirada y ver que era un enorme chico de ultimo año que no conocía y seguía insultándome como si hubiese asesinado a su madre en lugar de solo haber tropezado con él por accidente—. No, no es cierto, no lo siento en absoluto… Idiota —mascullé mientras lo rodeaba y continuaba mi camino sin prestarle atención.

Se formó un pequeño alboroto a mis espaldas pero lo ignore completamente. Finalmente llegué a mi casillero y pude llevar a cabo mi labor, cuando estaba acomodando mi bolso sentí una mano sobre mi hombro izquierdo, mientras oía la voz de la última persona a la que quería tener cerca.

—¡Swan!

Suspiré, por enésima vez en el día y gire sobre mi misma para quedar cara a cara con el profesor Cullen, que, nada sorpresivamente estaba mirándome como si fuera el anticristo.

—Señor Cullen —saludé abrazando los cuadernos que tenia en los brazos—. ¿Algún problema? —pregunté dándole a propósito a mi tono un toque desafiante.

Estaba harta, si él quería verme como un problema, lo sería.

Frunció los labios dándose una imagen imposiblemente más agresiva, y tuve que dar medio paso atrás, realmente era enorme y amenazante cuando lo quería.

—Tenias una cita con el consejero escolar otra vez —pronunció lentamente entrecerrando los ojos sin desclavarlos de los míos—, y otra vez, no apareciste.

—Lo olvidé —Susurré intimidada sin poder evitarlo, carraspeé para conseguir hablar normalmente y agregué a propósito, más segura esta vez—. Otra vez.

Comenzó a resoplar por la nariz y me asusté, porque parecía muy enojado, pero me mordí el interior de la mejilla y me quedé ahí, sin ceder ni un milímetro, hasta que bufó, más frustrado que molesto.

—Tú no me agradas y yo no te agrado —comenzó inclinándose un poco más cerca para hablarme confidencialmente—. Irás con el consejero durante mi clase —continuó afirmando sin dar lugar a replicas—, así todos felices, tú vas a contarle tus traumas que te han llevado a ser un fracaso de ser humano al consejero y yo me libero de ti durante un tiempo considerable.

Apreté la mandíbula y hablé sin siquiera pensar.

—Yo no soy ningún fracaso.

Él sonrió cínicamente, como si le causara mucha gracia.

—Además eso no es correcto, no puede evaluarme si no estoy en su clase.

—Créeme, ahora mismo sería capaz de mover el Everest si eso me asegurara que iba a conseguir alejarte de nosotros.

Nosotros.

Eso dolió, por alguna razón que desconocía él pensaba que yo era una persona tan terrible que ni siquiera valía la pena conocerme y asegurarse antes de juzgarme.

Se dio la vuelta y se alejó sin decir nada más.

—Soy una persona valiosa —susurré en voz alta mirando su espalda alejarse—. Lo soy —me repetí tratándome de convencer que él no tenía razón en nada de lo que dijo, sólo estaba siendo prejuicioso… Aún así, ese molesto peso en mi pecho seguía ahí.

Produje un extraño sonido que sonó curiosamente como el gruñido de un animal, mientras me daba la vuelta también y me iba a mi clase.

—Estúpido, estúpidos todos.



La hora de irse a casa llegó y afortunadamente ese día no estaba lloviendo, habría sido el colmo de mi horrible día, pensé mientras salía del edificio para buscar a Jessica al suyo.

Me puse la capucha de mi chaqueta a propósito para anular mi visión periférica cuando pasé por el estacionamiento en caso de que Edward estuviese ahí. Absolutamente inútil, pensé, cuando lo vi en la entrada principal de la primaria charlando animadamente con Jessica.

Pero no sentí incomodidad o molestia, hace días no me permitía verlo, mirarlo en serio y una estúpida sonrisa se formo en mis labios cuando reparé en lo dolorosamente guapo que se veía ese día, más aun, en ese momento sonriéndole a mi hermana así.

Sacudí la cabeza y pensé que no importaba si salía o no con Angela, finalmente, también era mi amigo, también yo tenia derecho a estar con él, aunque no me quisiera de la misma forma en la que yo lo hacía.

Totalmente determinada caminé hacía Edward y Jessica, con la misma sonrisita en los labios. Pero alguien llegó junto a ellos antes que yo, o mejor dicho cuatro personas.

Me detuve, una vez más, y como si jamás hubiese existido siquiera el pensamiento de que podía seguir siendo su amiga, mi ánimo se fue al piso, junto con un solo pensamiento.

No puedo compartirlo.

Otro estúpido suspiro.

—¡Bella! —gritó Jessica en cuanto me vio, una sonrisa sincera, pero no muy animada se formó en mis labios al escuchar la honesta alegría y cariño en su voz.

Terminé de caminar hasta llegar junto a ellos y mi hermana me envolvió con sus pequeños y siempre calidos bracitos.

—Hey, Jess —saludé devolviendo el abrazo y besando el tope de su cabeza, siendo muy consciente que cinco pares de ojos me miraban atentamente.

—Lauren, Angela —saludé escuetamente sin mirarlas—. ¡Hey chicos! —saludé esta vez con más entusiasmo a los gemelos Webber… Eran agradables y buenos amigos de mi hermana desde siempre, pero yo no recordaba sus nombres y mucho menos cual era cual.

—Hola, Bella —devolvieron el saludo haciendo reír a su hermana.

—Sí… Hola a mí también —susurró Edward mirándome con el ceño fruncido.

Lo miré y traté de sonreírle a modo de saludo, consiguiendo una mueca parecida a una sonrisa, él cambió el gesto de su rostro y me miró como queriéndome decir muchas cosas, pero miró a nuestros acompañantes y pareció contenerse.

—Vamos, Jess —dije finalmente, sin estar dispuesta a que fueran ellos quienes nos despidieran—. Adiós —alcé mi mano en un gesto de despedida general y me fui.