Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephanie Meyer
Capitulo XI.
…......
Una sonrisa cruel se posó en sus labios y mirando a Jessica me dijo— Tú decides.
Y mi decisión fue tan firme como lo fue Earl al infligir mi castigo al llegar a casa, en algún lugar de mi mente estaba tranquila, al menos mi hermana se había liberado de aquello. Eso era todo lo que importaba.
…………
No fue tan malo en realidad, sólo algunos gritos, una bofetada, un par de patadas en el calor de la discusión, debía agradecer mi suerte, ni siquiera quedarían marcas. Más tarde fui por Jessica, caminando despacio, llegué temprano y mientras esperaba saqué el cuaderno blanco de mi bolso, lo miré unos instantes.
Pensé que era ridículo, había sobrevivido a muchas cosas, no era como si el que Edward pensara que yo no era suficiente para él fuera a terminar conmigo. Pero me sentía tan perdida.
Me senté en el suelo con las rodillas pegadas al pecho y puse sobre ellas el cuaderno para comenzar a escribir en él:
“Estoy tan muerta…”
No podría asegurar cuando tiempo estuve así o cuanto fue lo que escribí, sin embargo, las hojas avanzaban y yo me sentía cada vez un poco menos ahogada.
—No sabía que te gustaba escribir —La voz pequeña y llena de vergüenza de mi hermana llamó mi atención, cerré el cuaderno en seguida y me levanté rápidamente sacudiendo mi ropa.
—Hey, Jess —Saludé sonriendo afectuosamente— Ni siquiera oí el timbre, lo siento —Me excusé pasando un brazo sobre sus hombros y comenzando a caminar. Ya todos los niños estaban fuera de la primaria haciendo ruido. La oí suspirar entrecortadamente, y vi como pestañeaba para contener las lágrimas, la abracé más cerca de mí mientras seguíamos caminando tratando de reconfortarla, pero sabiendo que no apreciaría que me detuviera en medio de sus compañeros y la consolara en público. A lo lejos vi al señor Cullen mirándonos fijamente con el seño fruncido, yo no quité la mirada y a pesar de lo que pensé, fue él quien se rindió primero y agachó la cabeza.
Ni siquiera lo pensé demasiado, simplemente apuré el paso, si él estaba por ahí, su hermano podría estarlo, y ya había tenido más que suficiente por un día.
Al día siguiente salimos de casa con la advertencia clara, no podíamos hablar con nadie y al salir de clases debíamos ir directo a casa. Por mí estaba bien, de todos modos, ese era el plan.
La señorita Hale no fue a trabajar ese día, al parecer estaba enferma, así que me pasé la hora del almuerzo en su oficina leyendo uno de sus libros, esperaba que no le molestara, pero no me sentía con el animo de estar en la cafetería o la biblioteca donde siempre había tanta gente. El libro me resultó increíblemente interesante y me perdí del mundo mientras me adentraba en él.
Cuando el timbre sonó, pensé en llevármelo porque aún no lo había terminado, pero supuse que habría sido demasiado sacarlo sin permiso, así que lo deje en su lugar y volví a la realidad.
Una que no me gustaba nada, porque debía ir a la clase del señor Cullen.
Me moví con pereza por los pasillos y llegué justo cuando él lo hacía, no lo miré, simplemente entré esquivándolo y caminé al lugar vacío junto a Mike, me saludó amablemente y yo le respondí con una sonrisa sin mirarlo. No me apetecía mirar a nadie.
Trabajamos sobre la tarea de la semana, haciendo un presupuesto de gastos e ingresos mensuales para mantener una casa y como reaccionaríamos ante la llegada de un hijo no planeado o que haríamos ante una posible infidelidad. Trabajé sobre el presupuesto y dejé a Mike responder lo demás. Cuando el timbre sonó mi compañero ya había terminado, así que se despidió y se fue mientras yo terminaba el presupuesto.
En cuanto terminé vi que aún quedaban varios alumnos en el salón y en el escritorio del señor Cullen estaban Tayler, Laureen y Angela charlando animadamente, Edward se acercó y dejó un montón de papeles sobre el escritorio y se quedó ahí oyendo en silencio, con la mirada clavada en los papeles que acababa de dejar.
Moví mis ojos a mis manos y fruncí el seño ¿Por qué me escondía? ¿Había alguna razón para sentir vergüenza?
Ninguna, en absoluto.
Me levanté convencida de que si alguien debía sentir vergüenza eran ellos, por ser tan ciegos, por ser inútiles y egoístas, pensé que si alguien debía sentir vergüenza, debían ser esos que permitían que un ángel como Jessica sufriera como lo hacía.
Recordé la noche pasada y como se removió y lloró en sueños toda la noche pidiéndome perdón, pidiéndole perdón a mamá por no cuidar de mí. Mi hermanita de ocho años.
Tomé las hojas y pestañeé, no volvería a llorar en público, no me volvería a humillar jamás. Caminé con tanta determinación que me sorprendió no dejar una línea de fuego a mi paso.
Una sonrisa floja se plantó en mis labios tras el ridículo pensamiento, me parecía cómica la manera en la que a veces me sentía una super mujer, capaz de enfrentarme a las bestias y otras no era más que una rata cobarde, insignificante y asustada…
Era parte de ser humano, supuse. La gente siempre sentía miedo a veces rayando en lo ridículo, como el miedo del señor Cullen de que corrompiera a su corrompido hermano, o el de los señores Webber de que Jessica o yo nos robáramos una cuchara, o el de la gente del pueblo que temía que fuéramos una mancha en su preciosa comunidad...
Aminoré el paso a medida que llegaba al escritorio, acobardándome bastante más de lo que me gustaría aceptar, tenerlos de frente no era lo mismo que a un par de metros. Pasé la correa de mi bolso sobre mi cabeza y lo acomodé para llevarlo de una forma más cómoda, no me detuve al hacerlo y mis pies se enredaron con algo que había en el suelo que no vi por estar maniobrando con mi bolso, mis libros que llevaba en la mano y las hojas de la tarea.
Iba directo al suelo, pero instintivamente busqué algo en lo que pudiera sostenerme encontrando la punta de una mesa con mi mano derecha, el movimiento fue tan torpe que sólo logré desviar la caída y terminé desplomándome sobre una silla haciendo mucho ruido en el proceso.
Me levanté tan rápido como pude volviendo a mi camino, ahora todos estaban mirándome, Angela, Laureen y Tayler riendo de mi pequeño traspiés, el señor Cullen se había levantado de su silla. Los Cullen no reían, me miraban como si fuese un huevo que debería estar quebrado por la pequeña caída.
—Que torpe, Swan —Murmuró Tayler, provocando que la risitas discretas de Angela y Laureen aumentarán.
No levanté la mirada y dejé los papeles sobre el escritorio sin detenerme, tratando de salir lo más rápido posible de ahí. Ni siquiera había notado cuando mi cara comenzó a calentarse hasta que el viento helado al salir del edificio me provocó un escalofrío por el contraste.
Boté todo el aire de mi cuerpo y con una mueca murmuré— Vida de mierda…
Oí mi nombre a lo lejos y me giré enseguida reconociendo la voz, los pasos rápidos antecedieron a la figura de Edward saliendo del edificio también.
—¿Estás bien? —Preguntó sin aliento por la carrera.
Se paró justo frente a mí, mirándome como si realmente le importará, como si nunca hubiese pateado mi corazón y por qué no decirlo, mi autoestima, el día anterior.
—Perfectamente, gracias —Respondí con toda la compostura que fui capaz de reunir, sorpresivamente, fue bastante.
Volví a girar sobre mi misma y caminé sin importarme donde, simplemente, alejándome a paso firme de él. El sonido de sus botas hundiéndose en la nieve, me previno que volvía tras de mí.
—¡Oye! —Habló mientras se paraba frente a mí impidiéndome pasar— Quiero… Hablar.
Titubeó, esquivó mi mirada. Estaba molesto, se iba a disculpar, probablemente porque el señor Cullen se lo habría pedido para no tener más malos entendidos.
Y una mierda, no estaba interesada en eso.
—Quería, disculparme… Por… —Parecía que buscaba las palabras, que estaba haciendo un maldito esfuerzo sobre humano.
—Oye —Lo imité cruzándome de brazos para contener las ganas de darle un empujón, mi voz fue dura y consiguió que finalmente me mirara— No me interesa y francamente…
Frunció el señor y habló sobre mi voz— Estoy tratando de disculparme, puedes cerrar la boca un momento —Pidió agresivamente haciéndome retroceder un paso, que volví a avanzar en seguida.
—No —Respondí realmente enojada— ¿Por qué lo harías? —Pregunté sin esperar respuesta y una risa extrañamente cínica salió de mí— No quieres hacerlo y yo no quiero escuchar esto, así que déjame en paz.
Volví a caminar rodeándolo, logré avanzar unos cuantos pasos furiosos cuando lo oí gritando.
—¡Porque lo que hice estuvo mal, maldita sea! ¡Y lo siento, carajo! ¡¿Puedes dejar de ser caprichosa y oírme?!
Me giré otra vez sobre mí, estábamos a unos cuatro metros de distancia y los recorrí en un santiamén.
—¡Me besaste! —Le grité aunque estábamos frente a frente, esta vez no reprimí el empujón y se lo di— ¡Mi maldito primer beso y me lo robaste borracho! —Volví a gritar sintiendo la tristeza subir por mi garganta, le di otro empujón, que ni siquiera lo movió, gemí frustrada y pasé mi mano derecha por mi cara y cabello— Ni siquiera me importó, eras tú y fue perfecto.
Parecía completamente sorprendido y afligido— Lo siento, escucha, de verdad yo…
Le di otro empujón interrumpiéndolo— Cállate —Mascullé con rabia— Sé que lo sientes, que no quisiste besarme, ni siquiera sabías que era yo —Continué tratando de calmarme— Tuve un enamoramiento estúpido por ti, porque pensé que eras diferente, pero vi cosas en ti que no existen— clavé mis ojos en los suyos y lo miré con lo que esperé fuera una mirada parecida a la que él me había dado— Pero no eres más que otro idiota.
Y me volví a girar, tratando de irme, esa vez, no me detuvo, ni miré atrás.
Era injusto ¿Con qué derecho me había escogido como su saco de boxeo? Que se fuera a ser un idiota con Angela, porque a mí ya no me cabía más veneno en el cuerpo.
Me salté la última clase volviendo a la oficina de la señorita Hale, Earl pasaba de vez en cuando a la escuela a justificar mis faltas y la de Jessica, nunca recordaba cuantas eran por su culpa, así que podía permitirme hacer lo que se me diera la gana de vez en cuando. Además necesitaba un respiro o comenzaría a acuchillar gente.
Más tarde ese día cerca de las ocho de la noche, estaba en el baño de la primera planta en casa trenzando el cabello de Jessica, ella seguía avergonzada y dolida por haber dicho mentiras sobre mí a la señorita Hale y el señor Cullen, no importaba cuantas veces le dijera que no importaba, en su pequeña cabecita testaruda pensaba que todas mis desagracias eran culpa suya…
Si sólo entendiera que ella era toda la alegría que había en mi vida.
Tampoco me quiso decir con que la amenazó Earl para hacerla mentir con tantas ganas, creo que en el fondo, eso era lo que la tenía más angustiada y en consecuencia, a mí.
Acaricié su cabeza cuando terminé— Eres la niña más bonita que he visto en mi vida —Comenté mirándola a través del espejo, ella sonrió y levantó la mirada al espejo también, pero mirándome a mí.
—Quiero llegar a ser tan bonita como tú —Respondió haciéndome reír abiertamente, la parte cómica era que ella realmente veía en mí una figura de belleza y poder a la cual imitar.
Besé el tope de su cabeza al mismo tiempo que oía el timbre de la casa— Me superaste al nacer, tontita —Susurré poniendo mis manos en sus hombros para guiarla fuera del baño.
Al llegar a la sala mi hermana se sentó en uno de los sofás y encendió el televisor, Earl llegaría cerca de las diez, así que ella podía ver el canal Disney hasta ese momento.
Estaba tan distraída que no pregunté quien era através de la puerta, ni abrí sin sacar la cadena para ver sin que se abriera por completo, como solía hacer. No, simplemente abrí la puerta, hasta atrás, con una sonrisa aún por Jessica, y todo ocurrió en un segundo.
Un montón de porquerías me saltó encima, bañándome por completo, vi varías figuras correr y oía sus risas, mientras mi hermana jadeaba y corría hacía afuera.
—¡¡Cobardes!! —Gritó pasando junto a mí con toda la intención de perseguirlos, estaba pasmada en mi lugar, bañada en una sustancia viscosa que olía a huevos descompuestos y orina, mi mente no procesó nada, hasta que vi como Jessica llegaba cerca de la calle alcanzando a uno de los bromistas tirando de su chaqueta, ella seguía gritando y se aferró al chico tratando de detenerlo, supuse. Me descongelé en el acto y corrí hasta ellos, estaba a unos metros vi como forcejeando el muchacho le dio un fuerte codazo en el ojo a mi hermana tirándola al suelo, el chico ni siquiera se preocupó de lo que acababa de hacer y salió corriendo.
Cuando llegué a mi hermana ella seguía en el suelo cubriéndose la mitad de la cara con una de sus manos, tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido. Parecía estar aguantando el dolor y las lágrimas.
La ayudé a levantarse para volver a entrar a la casa, la senté en el mismo sofá donde había estado viendo televisión antes y me acuclillé frente a ella para ver su ojo.
—¿En qué demonios estabas pensando, Jessica? —Murmuré tocando suavemente con la punta de mis dedos el contorno de su ojo que comenzaba a enrojecer hasta la parte inferior de su ojo donde tenía un corte pequeño.
—Estás cubierta de basura —Respondió con voz angustiada— ¿Por qué te hacen esto? ¿Por qué?—continuó limpiando mi cara con sus manitos, tomé sus muñecas y las retiré, lo que tenía encima era asqueroso y no quería que ella entrará en contacto con eso.
—No es asunto tuyo, Jessica —La reprendí— tienes ocho años, no deberías pasar por esto —Me levanté más enojada que antes, fui hacía la cocina a buscar algo frío para bajar la hinchazón.
—No voy a disculparme —afirmó cuando volví con hielo en una bolsa, me la quitó de las manos y se la puso donde probablemente le dolía— ve a limpiarte, puedo hacer esto sola, te he visto muchas veces.
Se me apretó el corazón al escucharla hablar así, al ver su actitud, parecía un adulto manejando la situación— De acuerdo —suspiré caminando al baño, comenzaba a apestar toda la casa, definitivamente quería sacarme eso antes de descubrir que era realmente.
Cuando salí de la ducha fui a limpiar la entrada de la casa que seguía sucia y apestando, lo que coronaría la noche sería que Earl empezara a pedir explicaciones.
Principalmente porque no tenía ninguna para dar.
La mañana siguiente Jessica seguía enojada conmigo así que el camino a la escuela fue particularmente silencioso, preferí no presionarla y darle su espacio.
Me fui a mi edificio en seguida, para mi sorpresa Mike estaba esperándome junto a la entrada.
—Uh… Hola —Saludé insegura cuando caminó hasta pararse frente a mí bloqueándome el camino.
Abrió y cerró la boca varías veces, hasta que suspiró y esquivó mi mirada, tenía su mochila colgada de uno de sus hombros y jugaba con la correa.
—¿Cómo estás? —Preguntó sin mirarme, fruncí el seño inconcientemente, era muy extraño ver a alguien como Mike pareciendo tímido o avergonzado, no estaba segura.
—Bien —Respondí sin querer más como una pregunta.
Inclinó su cabeza como si hubiese algo que se le perdió en el suelo, y elevó sólo sus ojos— ¿Y tú hermana?
Mi cara de confusión cambio a una furiosa en seguida, asimilando sus palabras al instante— ¡¿Fuiste tú?! —Mascullé, sintiendo mi pulso acelerase.
Negó ligeramente con la cabeza, esquivando mis ojos— Tayler me llamó anoche, el señor Cullen le dio una semana en detención por burlarse de ti ayer, estaba furioso porque además se enojó con él, así que iba a cobrártela —hablaba como si no entendiera muy bien toda la historia y recordé mi traspiés del día anterior, pero yo había supuesto que el señor Cullen había reído con Tayler, jamás imaginé que le había puesto un castigo— Le dije que no quería hacer nada en tu contra, no entiendo que le pasa a la gente en este pueblo, pero no eres nada de lo que se dice, se enfureció más y me colgó —Levantó los ojos finalmente y habló muy rápido— Lo siento mucho, realmente no supe nada hasta hoy.
Apreté los dientes al pensar en las razones idiotas de Tayler para haber actuado como lo hizo, pensé que era un completo imbecil, que ni siquiera valía la pena reclamarle, pero él había golpeado a mi hermana, y yo, necesitaba golpearlo a él.
Esquivé a Mike y rodeé el edificio para ir al estacionamiento, mi ira y mi determinación fue minada a medida que avanzaba, había un gran alboroto junto a la camioneta de Tayler, mucha gente y los típicos gritos en un pleito.
Me quedé de pie ahí mirando el tumulto, insegura ¿Debía entrar y dar unos cuantos golpes? O ¿Esperar a que esa pelea terminara para iniciar la mía? Tuve varios pensamientos igual de ridículos, hasta que los estudiantes curiosos se hicieron a un lado dejando salir de en medio a un furioso Edward con sangre en el labio, mi cejas se alzaron al verlo y más cuando noté que era Tayler quien estaba en el suelo y acababa de recibir una golpiza.
—¡¿Qué te pasa, Edward?! ¡¿Por qu… —Le gritó Angela tomando su brazo, él se detuvo en el acto y se giró a mirarla de una forma tan agresiva que la hizo callarse.
Puso su mano sobre la de ella y se la quitó sin ninguna delicadeza de su brazo— No me toques.
Ella retrocedió un paso con la boca tan abierta que pudo entrarle un centenar de moscas.
Atravesó el estacionamiento y desapareció detrás del edificio.
Tenía dos opciones.
Ir y darle una patada a Tayler mientras seguía en el suelo.
O hacer lo que realmente quería en ese momento, ir detrás de Edward.
No hice ninguna de las dos y me fui a clases, no sin antes ver que Tayler, no podía siquiera levantarse.