Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.
Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.
Capitulo II.
Adiós.
…......
—Soy Bella —Dije de pronto, sorprendiéndome incluso a mi misma— Bella Swan —Susurré luego de manera tímida, sintiéndome avergonzada.
—Edward Cullen —Se presentó él, sin ninguna emoción.
Esta vez fue mi turno de asentir.
Se alejó entonces con un gesto de despedida, me quedé mirando su espalda algunos segundos hasta que oí la curiosa voz de mi hermana
—¿Quién era?
—Edward Cullen —Respondí, sin poder desclavar mi mirada aún de su cuerpo ya bastante lejos.
…......
—Esto es demasiado Alice —Murmuré discretamente sólo para ella viendo la cargada decoración infantil y el enorme pastel para cincuenta personas.
—No es tu cumpleaños Bella, no tienes derecho a quejarte —Se burló ella entretenida acomodando unas flores, mientras yo la seguía incomoda.
Miré a mi hermana, sentada en el enorme sofá de los Whitlock sonriendo tan incomoda como yo, rodeada de niños.
—Sí, Jessica esta muy feliz con toda esa atención —Observé sarcástica.
—Lo estaría si fuera normal —Replicó Alice soltando una risita— Ustedes dos están mal programadas.
Sonreí como reflejo, claro aquello parecía un insulto, pero yo conocía bien a mi amiga y sabía que no había malicia en sus palabras.
—O quizá sean ustedes los que transmiten en otra frecuencia —Propuse volviendo a seguirla mientras ella caminaba hacía la cocina.
—Eso es absurdo —Discutió haciendo un exagerado gesto de exasperación— Somos mayoría, y mayoría gana.
—Claro que no, cantidad no es calidad —Insistí apoyándome en la encimera, mientras ella buscaba algo en los cajones— Son un grupo de defectuosos, un gran grupo, pero defectuosos al fin.
—Ah, sí, que conveniente teoría —Ironizó sin poder ocultar su sonrisa.
El cumpleaños de mi hermana fue exactamente como se esperaría, al final del día, cuando Jessica estaba sentada sobre la cama en el cuarto de invitados de los Whitlock, su sonrisa me hizo saber que a pesar de parecer incomoda, había sido un lindo día para ella.
La vida siguió como siempre, el año terminó y mi humor decayó, como cada vez que algún baile escolar estaba cerca, yo no bailaba, por supuesto, pero mentiría si negara que más de una vez hubiera fantaseado con aquello. Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos, mientras me concentraba en los ejercicios de matemática que no entendía, mi mirada chocó con unos ojos curiosos. Edward estaba mirándome desde su lugar dos filas más adelante, mis nervios se dispararon al darme cuenta de ello, su cuerpo estaba levemente girado para mirar hacía atrás y sus ojos estaban clavados en los míos, era imposible que fuese por casualidad.
Sacudió su cabeza y se giró nuevamente para darme la espalda.
Una sonrisa triste apareció en mis labios, mientras pensaba que sería lindo que él quisiese llevarme al baile, aunque obviamente eso no pasaría.
Más tarde ese día, al terminar las clases, Jasper, Alice, Jessica y yo fuimos a la cafetería de los Webber, era una agradable rutina que adoptamos prácticamente desde que nos conocimos, ahí hacíamos la tarea y charlamos mientras tomamos algo caliente para capiar el eterno frío de Forks.
—Hey, Jess, ¿Por qué no vas a jugar con los gemelos? —Preguntó de pronto Jasper, tratando de parecer alegre, sin embargo, desde un par de días antes, parecía nervioso y preocupado, igual que Alice.
—¿Puedo? —Me preguntó aunque ya se había levantado de la mesa.
—Claro —Respondí sonriendo como reflejo, al ver la suya. Vi a mi hermana llegar junto a los gemelos y como ellos la invitaban a sentarse, al parecer estaban dibujando o...
—¿Bella? —Volví mi atención a Alice en cuanto oí su voz.
—¿Qué pasa? —Pregunté al encontrarme con sus caras, esta vez ninguno intentaba ocultar que algo les preocupaba.
Vi como Jasper envolvía las manos de Alice con cariño y como ella parecía a punto de echarse a llorar.
—Estoy embarazada —Soltó rápidamente aturdiéndome.
—¿Qué? ¿Cómo? —Balbuceé a pesar de que las respuestas era bastante obvias— ¡Dios! ¿Ya les dijeron a sus padres?
Alice bajó la mirada y Jasper la abrazó enseguida— Sí —Respondió mi amigo apretando la mandíbula y endureciendo su mirada.
—¿Qué pasó? —Pregunté suavemente, sintiendo el pánico inundar cada célula de mi cuerpo— ¡Jasper! —Urgí al ver que no respondía.
—No reaccionaron muy bien —dijo finalmente— las cosas se han complicado demasiado, Bella
—¿A qué te refieres? —Insistí, de los ojos de Alice comenzaron a derramarse gruesas lágrimas, un gemido desesperado escapó de sus labios y ocultó su cabeza en el pecho de su novio.
—Nos vamos de Forks —Susurró Jasper, traspasándome con su mirada todo el dolor que aquello le causaba.
El silencio se extendió entre nosotros durante varios segundos donde mi mente trabajaba furiosamente para entender aquello, y lo que suponía aquel evento.
No pensé en ellos, ni en su futuro, o su bebé, sólo había un pensamiento en mi mente. Me quedaría sola, el único apoyo que había tenido durante años desaparecería y la asquerosa realidad terminaría de envolverme.
Cubrí mi rostro con mis manos e intenté respirar con normalidad pero parecía imposible, el aire se negaba a entrar en mí.
—Lo siento tanto, no lo haríamos si no fuese realmente necesario —Comenzó Jasper— sólo será un tiempo hasta que…
—¡¿Hasta que Earl me mate o a Jessica? —pensé en voz alta, siendo completamente insensible, sabía que aquello los heriría, pero en ese momento, la racionalidad me había abandonado.
—¡¿Por qué se tienen que ir? —Inquirí saliendo del escondite, detrás de mis manos— ¡¿Sus padres son demasiado buenos para ustedes?
Y es que no lo comprendía, sus padres eran maravillosos, siempre habían sido excesivamente amables, compresivos y generosos, al menos con mi hermana y conmigo.
—No lo entiendes —Susurró Alice, con voz ahogada por el llanto.
—Explícamelo entonces —Pedí con la vista borrosa por el llanto contenido.
—¡Quieren quitarme a mi bebé! —Soltó de golpe cerrando los ojos como si aquellas palabras quemaran su garganta, y probablemente lo hacían.
Otra avalancha de emociones y sentimientos me aplastaron, aturdiéndome, confundiéndome. Aquellas palabras no tenían ningún sentido en mi mente, los Whitlock, la señora Brandon, ellos no podrían…
—Imposible…—Murmuré aturdida, pestañeando incrédula.
—Piensan que no estamos preparados para esto, que es lo mejor —Explicó Jasper, tratando de controlar su temperamento.
—¿Lo mejor para quién? —Pregunté sin terminar de creerlo— ¡Eso es absurdo, completamente fuera de lugar!
El llanto de Alice aumento, sus mejillas bañadas en lágrimas y su cuerpo convulsionándose por los sollozos desesperados, sus manos aferradas a la camisa de Jasper como si su vida dependiera de ello, había algo en su sufrimiento, algo en su desesperación, estaba aterrada como nunca la había visto.
—No van a separarnos de él, Bella, no vamos a permitirlo —Aseguró mi amigo convencido de cada palabra.
—No pueden hacerlo —Insistí— Es su hijo, no pueden simplemente quitárselos.
—Somos menores de edad —Respondió él— pueden hacerlo —Terminó tiñéndose su voz de pura frustración.
Mordí mi labio inferior para aplacar el temblor del mismo, y alargué ambas manos a través de la mesa, intenté sonreír, de alguna manera, sentí que era mi turno de ser su apoyo, Jasper correspondió mi sonrisa, probablemente mi sonrisa se veía tan triste y acongojada como la suya.
—Van a ser los mejores padres —Murmuré sin poder aguantar ya mis lágrimas, Alice levantó la mirada, disminuyendo gradualmente la intensidad de su llanto.
—No quiero irme —Susurró ella con voz llorosa.
—¡Dios! ¡Ni yo que se vallan! —Gemí tomando su mano y la de Jasper— Pero no parece haber más alternativas ¿no?
Sus sollozos volvieron como si hubiese activado algún interruptor
Y el egoísmo desapareció, porque no había cabida para ello en un momento así.
—No es una despedida chicas, sólo una separación momentánea —Nos consoló Jasper, pero no había consuelo en ese momento, ellos se irían y yo no podía ni quería hacer nada para detenerlos, era lo que debía ocurrir, pero…
Mis ojos vagaron por el lugar hasta llegar a la figura de mi hermanita que parecía vivir en una burbuja irreal de felicidad.
Aquella noticia la destrozaría.
Y así fue, esa misma noche me la pasé en vela, consolándola, tratando de calmar su llanto, y mi corazón pareció desgarrarse un poco más al verla así.
Las cosas sólo empeoraron entonces, Alice y Jasper se fueron durante la noche, no había habido un escándalo tal desde hacía años, la gente en las calles no dejaba de especular sobre el paradero de mis amigos.
Los días venideros fueron un infierno, como era de esperarse pero nada como el jueves de la siguiente semana, el año escolar había terminado ya, y estaba en casa, limpiando el desastre que había dejado Earl la noche anterior, cuando el mismo entró en la cocina, con dos hombres de uniforme.
Policías.
—No sé nada —respondí obstinada, cuando insistieron una y otra vez en que dijese lo que sabía sobre la desaparición de Alice y Jasper— Y aunque supiera, tampoco se los diría —Finalicé alzando mi barbilla, de manera insolente.
Los ojos de Earl se encendieron entonces, y desde su lugar me lanzó una mirada de advertencia, a la que no hice caso, me negué a pronunciar palabra. Los hombres se despidieron y en cuanto él volvió a entrar supe lo que ocurriría, casi como una monótona y repetitiva canción con las mismas notas de siempre, con la misma atronadora letra infernal.
Mientras mi hermana veía aquel horrible concierto de dolor, oculta desde algún lugar.
Las vacaciones fueron seguramente las más tristes desde siempre, huyendo de Earl en el día y aguantando sus bacanales asquerosas por las noches, muchas veces mientra estaba en el pequeño cuarto que compartía con Jess, pensaba que lo mejor sería huir, haberme marchado con Alice y Jasper, y en mi mente todo es perfecto, nosotras lejos de el infierno frío que es Forks, con nuestros amigos, viendo crecer a un bebé en la pancita de Alice, sin embargo, por muy soñadora que yo fuese, medir la realidad se me daba bien, y sabía perfectamente que por el momento me era imposible marcharme.
O tal vez fue sólo cobardía, no lo sé, una adolescente asustada no piensa con claridad.
Los meses pasaron con tal lentitud que me parecieron años, para mí, cada cosa seguía donde había estado siempre, cada persona seguía igual, cada árbol, cada tronco, cada piedra… Tan verde. Nunca me había detenido a pensar en lo odioso y desagradable que me resultaba Forks, tan frío, desesperantemente pequeño, tan verde. Una prisión alienígena.
Una sonrisa bailó en mis labios frente a aquel absurdo pensamiento, mientras acomodaba la capucha de mi abrigo para salir a la calle.
—¡Jessica! —Grité al ver la hora en el reloj mural del recibidor— ¡se nos hace tarde!
—¡Ya voy! —Gritó de vuelta— Estaba dejándole agua y comida a Miko —se excusó rápidamente acomodando su bufanda— ¡Lista! —Canturreó con su habitual tono alegre, sonreí débilmente preguntándome que tan real era esa alegría que había visto durante años.
Jessica hablaba en sueños, y cada noche lloraba llamando a mamá y papá, rogando que volviesen que no nos dejaran y ahora se sumaban los nombres de Alice y Jasper a sus suplicas. Yo sabía que hoy estaba especialmente sensible sería nuestro primer día de clases del nuevo año escolar, y la primera vez que estaríamos sin nuestros amigos.
Y una horrible opresión me impidió respirar con normalidad mientras caminábamos por las grises calles de Forks. Me sentía demasiado vulnerable, en cuanto vislumbre los destartalos edificios juntos que servían como primaria y preparatoria, por un momento pensé que de la nada iban a aparecer mis amigos y reiríamos de algo sin sentido.
Pero eso no pasó, me despedí de Jess en su edificio y caminé lentamente hasta el mío, pensando en como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo, la señora Brandon me odiaba por no decir nada sobre el paradero de su hija, y los Whitlock se habían marchado hacía unas semanas dejando una humareda de chismes detrás.
Llegué a mi casillero asignado, y guardé mi bolso, saqué los libros que necesitaba y busqué la lista con mis clases, cuando noté una hoja que no había visto antes entre mis cuadernos;
Bella
Decía en una de las caras de la hoja doblada, sonreí al notar la infantil decoración, y reconocer la caligrafía de mi hermana, la guardé junto a mis cosas y me fui a mis clases.
Todo fue perfectamente normal, entré a cada clase, las introducciones iguales a las de cada año, los mismos alumnos de siempre, los mismos maestros, excepto por una clase que no tuve el año anterior "ética y relaciones humanas" Con el señor Emmett Cullen. Parecía un buen tipo, algo que no se había visto antes entre los maestros, era joven, amable y atractivo.
E indudablemente tenía alguna relación con Edward Cullen, la misma imponente presencia, la misma aura de misterio y el mismo encanto natural. No tuve que preguntarlo, y obviamente no lo haría, pero antes de siquiera pensarlo Angela Webber lo había preguntado, con el rostro sonrojado y la voz pequeña.
La respuesta no sorprendió a nadie, era su hermano mayor, y por alguna razón me molestó que la siempre tímida Angela estuviese tan interesada en ello como yo.
El día terminó antes de lo que imaginé, iba de camino al edificio de Jess cuando lo vi.
Estaba sentado en el suelo junto a la puerta del copiloto de su auto, evidentemente borracho y con una botella, primero reí al ver como parecía discutir consigo mismo, pero luego recordé que seguíamos en la escuela y él tendría muchos problemas si lo descubrían así.
Muchos.
Me acerqué despacio, no muy segura de lo que estaba haciendo, ni si aquello era correcto, antes de llegar a cualquier conclusión ya estaba junto a él.
—¿Edward? —Llamé despacio, acuclillándome junto a él— Edward, ¿Estás bien? —Insistí al no obtener respuesta.
Sus ojos verdes se enfocaron en mí y su ceño se frunció enseguida.
—¿Qué quieres? —Preguntó groseramente, arrastrando las palabras como el digno borracho que era en ese momento.
—¿Ayudarte, quizá? —Solté sin querer más como una pregunta, ante su intimidante mirada.
—No necesito tu ayuda, lárgate —Exigió, tomando otro largo trago del líquido dorado de su botella.
Y el repulsivo aroma alcohol me enfureció— Idiota —Mascullé, poniéndome de pie, dispuesta a irme enseguida. Pero no contaba con que mi hermana nos había visto y corría en ese momento hacía nosotros.
—¿Qué le pasa? —preguntó llegando al fin.
—No lo sé, vámonos —respondí rápidamente tomando su brazo para alejarla de ahí.
—Pero, parece enfermo —Se quejó ella, soltándose de mi agarre y volviendo con él— ¿Estás bien? —Preguntó bajito claramente preocupada.
Edward volvió a levantar su cabeza con una mueca feroz, al parecer dispuesto a espantarla también, pero al ver la carita inocente y preocupada de mi hermana algo pareció cambiar, sonrió con tristeza y negó suavemente.
—¡No está bien, Bella! ¡Tenemos que llevarlo a un hospital —habló claramente exaltada.
—Para solucionar su problema no necesita un hospital, sino soltar esa botella —Informé agriamente.
Jessica me miró confundida y luego la botella que Edward tenía en su mano derecha, frunció el ceño al entenderlo. Justo en ese momento vi como el director junto a un par de alumnos se acercaban, no sé si se habría enterado que había un alumno borracho en el estacionamiento o si se trataba de algo más, pero de una cosa estaba segura, si lo llegaba a ver en ese estado, Edward tendría muchos problemas.
Muchos.
—¡Bella! —Llamó Jessica al ver que estaba perdida en mis pensamientos— ¡Ayúdame! —pidió, en cuanto giré mi cabeza la vi sentada en el asiento trasero del auto con Edward junto a ella y con su mano estirada hacía mí.
—¡¿Qué rayos haces Jessica? —Inquirí en un histérico susurro.
—No podemos dejarlo aquí, lo expulsaran —Explicó preocupada.
—No es asunto nuestro, baja ahora mismo —Exigí sin ninguna convicción sintiéndome flaquear.
—Bella… —Suplicó mi hermana con ojitos de cordero a medio morir, con un suspiro resignado tomé la llave que me extendía y subí al auto.
Nunca en mi vida había conducido algo así, parecía elegante y costoso, además del hecho de que era de Edward Cullen… Estaba sumamente nerviosa.
—¿Dónde vamos? —Pregunté dudosa, tratando de mantener el control del auto, mientras salía del estacionamiento.
—A la cafetería de los Webber —opinó Jess, quitándole la botella de la mano a Edward que se había dormido— esto es asqueroso —se quejó refiriéndose a la botella que lanzó por la ventana.
—OK, a la cafetería de los Webber —repetí nerviosa, sintiéndome completamente rígida y como mis manos comenzaron a sudar.
Y trataba de concentrarme en no estampar el costoso auto de Edward contra algún árbol.
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