Summary: Una vida marcada por el abuso y la violencia, un baúl lleno de sueños y el descubrimiento de lo bello que es vivir de la manera menos esperada... Los sueños, aveces se hacen realidad.
Disclaimer: Los personajes de esta historia le pertenecen a Stephenie Meyer.
Capitulo V.
Odio.
........
—Que no este chillando y aullando como un animal, no significa que ella no este poniendo atención —La voz grave y claramente molesta de Edward interrumpió bruscamente lo que sea que su hermano fuera a decirme— Quizá sea usted quien deba prestar más atención en quien lo toma en serio y quien lo toma como un simplón y pintoresco profesor de pueblo —terminó absolutamente inflexible, no dije, nada, no estaba segura de que debía decir, sólo me quede ahí, igual que todos los demás viendo como se desataba otra guerra de voluntades Cullen.
Y era por mí. Edward me estaba defendiendo a mí.
………
—¡Es un completo imbécil! ¡¿Quién demonios se cree que es?!
—El maestro, quizá —Respondí suavemente, distraída subiendo mis pies a la banca donde estaba sentada pegando las rodillas a mi pecho.
—No eres graciosa —afirmó con voz molesta, Edward no había dejado el tema ahí a pesar de que el señor Cullen se había disculpado y había continuado la clase ignorándonos.
Había reunión de profesores, así que la última clase había sido suspendida, y Edward se quedó conmigo en el patio de la primaria esperando a Jessica. Él estaba sentado encima de la mesa y yo en la banca dándole la espalda.
—¿Por qué estás tan molesto? —Inquirí girando mi cabeza para mirarlo sobre mi hombro, estaba frunciendo el seño apoyando los codos en sus rodillas.
—¿Por qué estás tan tranquila? —Contra atacó clavando su mirada en mí— No tenía ninguna razón para hablarte así.
—Tampoco la tenía para no hacerlo, es el maestro y yo estaba distraída —Me encogí de hombros restándole importancia— Está bien.
Sacudió su cabeza en desacuerdo, y justo entonces sonó el timbre anunciando el terminó de las clases en la primaria. Los niños comenzaron a salir en seguida, corriendo en busca de sus padres o hermanos mayores para volver a casa.
Jessica llegó pronto junto a nosotros con una brillante sonrisa.
—Hola, Edward —Saludó amablemente en cuanto lo vio, mirándolo con curiosidad, pero sin hacerlo notar demasiado.
—Ella es mi hermana Jessica ¿La recuerdas? —Presenté rápidamente, levantándome de la banca.
Él asintió levantándose también— Me alegra verte de nuevo —dijo sonriendo un poco.
—A mí también, es bueno verte bien —Respondió ella— ¿Vienes con nosotras?
Edward me miró interrogante y me apresuré a explicarle —Vamos a la cafetería de los Webber.
Otra sonrisa ladeada apareció en su rostro, esta vez, con más fluidez.
…
—Estás loca, Bob Esponja es una caricatura a prueba de tontos —Afirmó Edward, pareciendo realmente ofendido— ¿Quieres ver algo realmente bueno? —Preguntó apuntando a Jess con la cuchara de su chocolate caliente— Don Gato y su pandilla —Terminó como si hubiese revelado algo importantísimo.
Jessica frunció el seño y comenzó a negar en desacuerdo— Eso ni siquiera existe.
Edward gimió de manera muy fingida y cubrió su rostro como si de veras estuviese muy frustrado haciéndome reír— No puedo creer que mantengas a tu hermana en la ignorancia de esta manera —me acusó.
Me encogí de hombros declarándome neutral— Bob Esponja no me parece tan malo.
—¡Mujeres! —Exclamó rodando los ojos, haciendo reír a Jessica esta vez.
Había sido así toda la tarde, parecía otra persona, estaba tan relajado y había estado discutiendo sobre cualquier nimiedad sólo para divertir a mi hermana, nos sentamos en la misma mesa del fondo donde habíamos medio arrastrado a Edward antes.
Unos minutos más tarde aparecieron los gemelos Webber y Jess se fue a jugar con ellos después de asegurarme que no tenía tarea.
Pero nosotros, si la teníamos, así que comenzamos a trabajar en silencio, sin embargo, no podía concentrarme, había algo que no dejaba de preocuparme, levanté la mirada de mis libros y vi a Edward distraído garabateando en una hoja, que obviamente no era su tarea de historia, como si hubiese sentido mi mirada clavada en él u oído mis pensamientos levantó los ojos y me miró interrogante.
—¿Pasa algo? —Preguntó enarcando una ceja, dando énfasis a su pregunta.
—Vas a tener problemas por lo de hoy ¿no? —Comencé jugueteando con el lápiz en mis manos, pero sin dejar de mirarlo a él— Sé que se disculpó, pero fue obvio que no lo sentía en realidad y que estaba bastante molesto por lo que dijiste —Continué consiguiendo que frunciera el seño— Vas a tener problemas por mi culpa ¿Verdad? —Insistí.
Relajó el seño y se recostó en el respaldo de su silla, tamborileando en la mesa con su lápiz, pareciendo de pronto despreocupado
—Siempre consigo meterme en problemas antes de que acabe el día así que no hay mucha diferencia —Respondió, restándole importancia.
Esta vez fue mi turno de fruncir el ceño— No lo entiendo —Pensé en voz alta.
Me pareció que entendió exactamente a lo que me refería y posiblemente no estaba dispuesto a responder una pregunta que de todos modos yo no me habría atrevido a formular.
Así que, ambos ignoramos mi comentario.
Recordé entonces el cuaderno que había hecho para él y decidí que debí entregárselo en ese momento, las cosas no podían ponerse más incomodas.
Rebusqué en mi bolso y encontré el cuaderno azul que tenía escrito su nombre con letras negras en la esquina inferior derecha de la tapa— Toma —se lo extendí a través de la mesa.
Lo tomó en seguida y lo examinó con la mirada— Muy… serio —murmuró aún observándolo.
Solté una risita nerviosa y le hice un gesto con la mano para que lo abriese, en cuanto lo hizo levantó una ceja interrogante y una sonrisa se abrió pasó en sus labios— ¿Un tigre? —Preguntó clavando sus ojos en mí.
Asentí, sintiéndome repentinamente ridícula por mi lógica, pero, finalmente, lo expliqué— Cuando te conocí, me pareciste muy serio y algo intimidante, pero luego, bueno… creo que detrás de eso hay mucho más en ti.
Amplió un poco más su sonrisa, aunque parecía tratando de contenerla, volvió a mirar el cuaderno que le había dado y lo hice también, en la parte interior de la tapa dibujé un tigre, no era perfecto, pero había trabajado mucho en él, y el sentido que quise darle se logró, era un tigre blanco saliendo del agua, rugiendo ferozmente, me recordaba mucho a Edward, misterioso, peligroso, salvajemente hermoso.
Me sonrojé ante el pensamiento, esa era una verdad evidente, pero me resistía a pensar en ello.
—Es una metáfora interesante —Comentó aún con su sonrisa, sacándome de mis pensamientos, por un momento me aterré al pensar que había vuelto a pensar en voz alta, pero luego recordé que le había dicho media verdad antes.
—Lo es —Dije simplemente, devolviéndole la sonrisa.
Unos minutos más tarde, Edward nos llevó a casa, se despidió prometiéndole a Jessica que pasaría a recogernos por la mañana para ir a la escuela para que no tuviésemos que caminar tanto bajo la llovizna matinal.
Y así fue, a la mañana siguiente, Edward estuvo puntual fuera de la casa de Earl, él y Jessica jugaron a las veinte preguntas, consiguiendo que me enterase que bebidas preferían, el día de la semana que menos y más les gustaba, el color de los calcetines que traían puestos…
El resto del día pasó rápido y sin incidentes dignos de mencionar, hasta el almuerzo, cuando Edward llegó a sentarse junto a mí, con algo blanco entre las manos.
—La última vez que verifiqué, el aire no estaba en la pirámide alimenticia —Comentó, medio en serio.
—No tengo hambre —Respondí sinceramente.
Él frunció el seño, pero no dijo nada al respecto, y me tendió lo que tenía en la mano. Lo tomé sin preguntar y vi que era un cuaderno completamente blanco, las hojas también lo eran.
—¿Se supone que esto habla de mí? —Pregunté confundida, levantando el cuaderno para dar énfasis a mis palabras— ¿Es algo así como un insulto?
Edward rodó los ojos y sacó de su bolsillo trasero un estuche transparente con lapiceras de colores, podía ver todos los colores, menos negro.
—La segunda parte del proyecto es escribir en los cuadernos, Emmett dice que nadie va a leerlo, así que la idea es usarlo como un diario personal —Explicó con tono aburrido.
—Si nadie va a leerlo, ¿Para que escribir en él? —Pregunté con desconfianza.
Edward río un poco— No lo sé, pero el profesor Cullen nunca se ha destacado por su mente brillante.
Tuve que reír con él ante tal declaración.
—Esto es algo que tendrás que hacer por obligación, así que pensé que era un buen momento para recuperar viejas costumbres —Explicó, mientras me entregaba el estuche— Puedes escribir cada día con el color que represente tu estado de animo.
Dejé de reír al comprenderlo, miré los alegres colores de las lapiceras en mis manos y luego el rostro de mal disimulada expectación de Edward, era un detalle pequeño, que podría parecer casi insignificante, pero no lo era.
Los días avanzaron, convirtiéndose en semanas sin demasiado ruido, no me atreví a escribir nada demasiado privado en el cuaderno, porque me era muy difícil abrirme, aunque fuese con un trozo de papel.
Por otro lado, Edward y yo habíamos formado una intensa amistad, sin embargo, era muy diferente a la que compartía con Alice y Jasper
Cuando pensaba en él, solía pasarme horas perdida de la realidad, decidiendo que era lo que más me gustaba de él, y habían tantas cosas, su manera de sonreír cuando estaba contento, como se mueven sus labios al hablar, la suavidad con la que nos trataba a Jessica y a mí a pesar de parecer un ogro furioso con todos los demás.
Estaba perdida, absolutamente perdida en él.
Me sentía como una niña otra vez, y de alguna manera me parecía que la vida ya no pesaba tanto, como si él llevase gran parte por mí, sin siquiera notarlo.
Y otra vez estaba caminando con una tonta sonrisa en los labios, era nuevo, pero definitivamente, agradable. Ya era la hora de la clase del profesor Cullen, y de solo recordarlo apuré el paso para evitar un encuentro desagradable, cuando giré en la esquina, mi sonrisa se congeló un momento, y me detuve involuntariamente.
Al otro lado del pasillo, en la puerta del salón, estaba Edward, con su bonita sonrisa de príncipe charlando animadamente con una chica. Clavé la mirada en el piso y abracé con más fuerza los libros que traía, mientras me repetía mentalmente que estaba bien, éramos sólo amigos, además, estaban sólo hablando, no debía importarme.
Pero caramba, me importaba.
Gemí molesta por los extraños y desagradables sentimientos que comenzaban a atacarme. Levanté la mirada y me preocupé de no mirarlos, simplemente respire y avancé, tratando por todos los medios, de obviar el infame cosquilleo de incomodidad en mi estomago hasta que me vi sentada en mi lugar de siempre en el salón, acomodé mis cosas sobre la mesa y clavé mi vista en la tapa de mi cuaderno, los siguientes segundos parecieron eternos, como si horas y horas transcurrieran burlándose de mí.
Pero ¡Por Dios! Era tan ridículo, era sólo Edward, charlando con una chica. Levanté la mirada despacio y encontré la razón de mi malestar.
La chica era Angela Webber, y lo miraba como si él fuera el sol, podía entenderla, y ya había notado su creciente interés en mi amigo, pero ¿Por qué él debía mirarla así? ¿Por qué estaba sonriéndole como si le hubiese regalado algo fantástico.
Sacudí la cabeza como si así lograse dejar el melodrama, realmente sabía que era absurdo darle tantas vueltas al asunto, pero simplemente no podía. El profesor Cullen apareció en el marco de la puerta y sonrió encantado cuando vio que era Angela con quien estaba hablando tan animadamente su hermano, me miró por un momento y casi pude distinguir un brillo burlón en su expresión.
Que paranoica.
Pareció decir algo que disgustó a Edward porque cambió su expresión y repentinamente los tres me miraron a mí, desvié mis ojos al sentirme incomoda porque supiesen que estaba observándolos con tanta atención. Un momento después, Edward se estaba sentando en su lugar junto a mí
—¡Ah! —Suspiró el profesor Cullen terminando de entrar— ¿Cómo está mi clase favorita? —Preguntó sonriendo a sus anchas. Algunas chicas soltaron risillas encantadas y Tayler hizo un par de bromas al aire que el señor Cullen se tomó de muy buen humor.
—Antes de comenzar la clase —Continuó dejando sus cosas sobre su escritorio— Vamos a revisar que estén cumpliendo con el proyecto que les asigné hace algunas semanas.
Se cruzó de brazos y se apoyó en su escritorio con esa enorme sonrisa aún en su rostro y comenzó a recorrer el salón con la mirada.
—¡Encantadora, Lauren! —Exclamó deteniendo su mirada en ella, que a su vez lo miraba con cara de estar soñando despierta— Muéstranos tu cuaderno y cuanto haz escrito en él.
—Claro, claro —Murmuró ligeramente avergonzada después de que Angela, su compañera de lugar le diera un codazo para hacerla reaccionar, una tenue ola de risas amistosas recorrió el salón y Angela Webber eligió ese preciso momento para mirar en mi dirección esbozando una sonrisa tímidamente coqueta, fruncí el ceño desconcertada y dos segundos más tarde descubrí que no era a mí a quien miraba, giré mi cabeza lo suficiente para ver que Edward estaba devolviéndole la sonrisa.
—Maravilloso —Mascullé, sin poder contenerme, sentándome correctamente en la silla y clavando mi mirada al frente sin hacer el más mínimo caso a cualquier cosa que no fuera el afiche de “Cuida tu planeta” que estaba pegado junto a la pizarra.
—¡Esa es mi chica! —Exclamó el señor Cullen llamando mi atención, Lauren le había enseñado su “diario- Proyecto” y había escrito poco menos de la mitad de las hojas, le devolvió el cuaderno rosa que parecía tener mucha brillantina expresando perfectamente la personalidad de Lauren, quien lo recibió sonriendo complacida.
—Bien, mi amigo Tayler es el siguiente —Tayler le entregó su cuaderno y al ver que también tenía una buena cantidad de hojas escritas se lo devolvió felicitándolo y chocando palmas con él.
Luego de seguir con un par de chicos más, suspiró como si la diversión se hubiese acabado y se acercó a nuestra mesa— Swan —Dijo simplemente extendiendo su mano hacía mí.
Apreté la mandíbula pensando que definitivamente este día no podía empeorar y simplemente tomé mi bolso con un movimiento brusco y saqué el cuaderno que seguía tan blanco y virgen como el momento en que Edward me lo dio.
—¿Es una broma? —Inquirió indignado— ¡¿Nada?! ¡¿Ni siquiera tu nombre?!
Su tono fue agresivo, y estaba segura que estaba mirándome con esa cara de perpetuo desagrado cuando se trataba de mí.
—No he tenido nada que escribir —Murmuré sonando más insegura que molesta, a pesar de sentirme definitivamente más inclinada a la segunda opción.
El cuaderno blanco cayó con un golpe sordo sobre la mesa a centímetros de mí, di un pequeño salto en mi lugar y por un segundo vi el puño de Earl azotándose contra mi mesa en lugar del inofensivo objeto y los latidos de mi corazón se dispararon en el acto al sentir la amenaza.
—Mírame cuando te hablo Swan —Exigió en el mismo tono que antes, obedecí en el acto, demasiado impresionada aún, y me encontré con su feroz mirada— No vas a burlarte de mí ¿Esta claro?
—No pretendí…
—¡¿Está claro?! —Interrumpió mi explicación poniendo la palma sobre mi cuaderno firmemente provocándome otro sobre salto.
—Lo esta —Respondí en seguida tragándome cualquier perturbación tratando de sonar lo más serena posible.
Ordenó del mismo modo hostil que llenará como mínimo una hoja antes de terminar la clase y otras tres para el día siguiente.
Y lo hice, demonios que lo hice, escribí cada insulto, cada reproche, cada sentimiento destructivo que me estaba consumiendo el alma, con el lápiz rojo de mi estuche descargué por completo todo lo que tenía dentro.
Ni siquiera note cuando el timbre sonó, o cuando el salón estuvo vacío, hasta que Edward tocó suavemente mi brazo deteniéndome y quitó con su otra mano el lápiz de mi mano.
—Es suficiente, Bella —su voz fue suave, a pesar de que su rostro estaba contorsionado por la ira, miré el cuaderno y vi que ya había escrito cuatro paginas, volví a mirarlo de pie junto a mí y luego recorrí el salón con la mirada, siendo conciente en ese momento que todos habían dejado el lugar, excepto el señor Cullen y Angela que estaban charlando animadamente junto al escritorio del primero.
Tragué el nudo en mi garganta y me puse de pie tomando mis cosas rápidamente, caminé con el cuaderno en mi mano y lo lancé sobre el escritorio del señor Cullen tal y como él había hecho conmigo, levantó la mirada con el seño fruncido pero no oí lo que sea que fuera a reclamarme, seguí caminando y salí del salón en seguida.
Caminé rápidamente por los pasillos y limpié con violencia una entupida lágrima que corrió por mi mejilla.
En ese momento decidí que los odiaba, los odiaba a todos, a cada persona que existiera en ese planeta.
Seguí caminando hasta salir del edificio y no me detuve hasta cruzar la carretera y adentrarme en el bosque y no fue hasta que me vi completamente sola, sentada en la húmeda hierba abrazando mis piernas con la cabeza enterrada en las rodillas que me permití soltar toda la ira, frustración y tristeza húmeda que estaba conteniendo, mientras murmuraba inteligiblemente cuanto odiaba a todo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario